Dios los cría y ellos se juntan
No voy a referirme en este caso a las alianzas establecidas entre Pedro Sánchez y los enemigos jurados y mortales de la democracia, esas complicidades a prueba incluso de descalabros electorales que ha fomentado Sánchez con golpistas, proetarras, comunistas de extrema izquierda antisistema y populistas bolivarianos que han sellado para demoler el sistema democrático y mandar en España como un auténtico caudillo.
Tampoco me referiré a sus alianzas extramuros de nuestro país, el sometimiento a los dictados del monarca de Marruecos, que ha llegado al extremo de quien está en el secreto de los teléfonos de Sánchez y dicta -literal- la política internacional de España y saca a nuestro país del consenso de Naciones Unidas en relación con el Sáhara.
No, hoy voy a hablar de la pareja de baile formada por Zapatero y Sánchez, ese dúo insuperable de farsantes con el que el PSOE afronta la campaña para las elecciones generales del 23 de julio.
De entrada, la decisión de Sánchez de darle a Zapatero todo el protagonismo posible en esta campaña me parece de una lógica aplastante. No es fácil para Sánchez encontrar un cínico que esté a su altura, alguien con una demostrada capacidad para manipular el lenguaje y mentir a la cara y con la sonrisa puesta. El rebaño –o sea, el PSOE- está bien para aplaudir en los mítines, en las performances que monta en Ferraz, en los parques jugando a la petanca o en las visitas sorpresa a los domicilios de jóvenes y/o pensionistas que le prepara su gabinete de propaganda monclovita. El rebaño está bien para organizar entrevistas en Ferraz para que los ministrillos y ministrillas adoren a su becerro de oro y/o su macho alfa.
Pero a Sánchez eso no le basta. Él, que es insensible al rechazo de los ciudadanos –una característica propia de un psicópata, la ausencia total de empatía-, ha decidido insistir en la estrategia de tensar la cuerda y provocar la máxima de confrontación entre españoles. A ver si así todo su antiguo rebaño vuelve a la senda marcada y consigue revalidar su minoría parlamentaria –recuerden que es el presidente que cuenta con el menor apoyo ciudadano de la historia de la democracia- para sumar una mayoría destructiva con el resto de odiadores de España y poder seguir viviendo en la Moncloa.
Sánchez piensa que, para conseguir ese objetivo, necesita incrementar la tensión. Aunque acaba de intentarlo sin éxito durante la campaña del 28M, él se siente cómodo en el papel de romper todo tipo de puentes entre españoles; y para ese objetivo, nadie mejor que Zapatero, el hombre que inició el proceso de ruptura, el hombre que insufló el odio en las bases del PSOE hasta conseguir que en ese partido se odiara más a «las derechas» que a ETA.
Quién mejor que Zapatero para acompañarle en la campaña de elecciones que anticipó para castigar a los españoles que no le votamos. Qué mejor para justificar su pacto con los enemigos jurados y mortales de la democracia que caminar en compañía del presidente que reconoció a ETA como interlocutor político, que negoció con la banda criminal contrapartidas políticas, que les prometió que entrarían en las instituciones, que nombró a un fiscal general (que hoy preside el TC) que animaba a los fiscales a mancharse las togas «con polvo del camino», ése al que apelaba Otegi cuando iban a mandarlo a prisión. «¿Esto ya lo sabe Conde-Pumpido?».
Quién mejor que ese hombre al que en una entrevista con Gabilondo se le oyó decir aquellos de que «hay que tensar…». Quién mejor para acompañar a un presidente que llama «cambiar de criterio» a sus mentiras que otro presidente que llamaba «desaceleración de la economía» a la mayor crisis económica que ha sufrido España entre guerras.
Pues eso, que el ex presidente del Gobierno de España que defiende a las dictaduras y a los dictadores de América Latina, el que sale a defender a la ministrilla títere, que Sánchez uso y tiró después de alabar sus leyes, suelta a violadores como un «hito» para las democracias de todo el mundo, va a ser la estrella de la campaña del PSOE y va a ayudar a Sánchez a enmerdar más si cabe la campaña electoral.
Es de pura lógica que el aspirante a monologuista de La Sexta haga un dueto con su padrino en la recta final de su vida política. Él sabe –a pesar incluso de su pulsión narcisista- que no hubiera llegado a dirigir el PSOE si antes Zapatero no hubiera envenenado a las bases del PSOE, sectarizándolas hasta el extremo. Él sabe que no hubiera podido cerrar un pacto con terroristas y golpistas si antes Zapatero no hubiera puesto en venta a la propia democracia calificando a los de Otegi como «hombres de paz». Él sabe que su traición a la democracia y su apuesta en pos de la demolición del sistema democrático no se hubiera podido mantener más allá de su primera legislatura –a la que llegó por asalto-, si antes Zapatero no hubiera roto todos los pactos de Estado y no hubiera teorizado la necesidad de una segunda transición que «incorporara» a quienes se opusieron a la del 78 -asesinando a más de 857 de nuestros conciudadanos y mandando al exilio interior a cientos de miles de españoles- y expulsando a quienes la hicieron posible.
Es normal que los dos presidentes socialistas que han de pasar a la historia por haber traicionado no sólo a los españoles en su conjunto, sino también a lo mejor de la historia del PSOE, caminen juntos en el final de su etapa. Están acabados, y lo saben. Pero quieren morir matando y dejando todo «atado y bien atado». No conseguirán el objetivo, pero sí que tendremos que afanarnos en superar el poso de ruptura y odio entre españoles que han ido creando a lo largo de estos años. Y lo haremos, coseremos las heridas y volveremos a reencontrarnos. Y, como cuando hicimos la Transición, la única línea que nos dividirá a los españoles volverá a ser aquella que separa a los demócratas de los enemigos de la democracia.
No hay ola de calor que pueda detener el huracán que hará volar por los aires a esta mala gente. Y recuerden: los españoles tenemos la última palabra.