El día en que Arrimadas se convirtió en involuntario clon de Otegi

El día en que Arrimadas se convirtió en involuntario clon de Otegi

Inés Arrimadas es tal vez uno de los mejores productos políticos que haya dado este país todavía llamado España en años. No es lisonja, sino simple y llanamente constatación fehaciente de la realidad. A saber: fue la primera persona no nacionalista en vencer en unas elecciones en Cataluña. Un sueño que ni siquiera alcanzó el president Maragall en 2003: gobernó pese a que el corrupto Pujol volvió a ganar las autonómicas por séptima vez consecutiva. Además de todo eso no le voy a recordar a nadie la valentía y la brillantez que la jerezana ha exhibido en un Parlamento, el catalán, que se antoja más un remedo de las asambleas venezolanas de Chávez y Maduro que de una cámara democrática europea. Conviene no olvidar que el pistoletazo de salida al golpe de 2017 se activó allí. Y a mí tampoco me van a contar cómo funcionaba históricamente una noticia en la que figurase en el titular el apellido “Arrimadas”. Hacía saltar por los aires el contador de usuarios únicos y de visitas.

El problema de Arrimadas es que ha heredado deudas y una casa desvencijada que es una auténtica ruina. Lo que era un palacio siquiera hace seis meses ahora es una casita baja en la que las grietas amenazan con hacer venir abajo la edificación y en la que las goteras han provocado que cada vez que franqueas la puerta tengas que chapotear sobre una base de 30 centímetros de agua. Por si fuera poco, la mayor parte de la familia ha cogido los bártulos y se las ha pirado. Está más sola que la una.

El drama de Inés Arrimadas es que no es lo mismo jugar en Primera División que en el Real Madrid o el Barcelona. Para llegar a cualquiera de los dos grandes hay que haber disputado un sinfín de encuentros de Primera pero en equipos de poca responsabilidad, de los de la mitad del tablero abajo. Allí te vas aclimatando poco a poco, gradualmente, a la presión que supone la élite de las élites. A las entradas a destiempo de defensas leñeros, a las críticas de la canallesca, a las pitadas de la normalmente caprichosa grada y al juicio de una opinión pública que no se casa con nadie. Pasar del juvenil a Primera División es un triple salto mortal en el que el común de los jugadores acaba rompiéndose la crisma.

No sé si le viene grande el puesto o no porque tiene tiempo de sobra para rectificar y en esta política patria tan fútil y evanescente todo es posible. Incluso que le dé la vuelta a un proyecto de centro reformista liberal que jamás tuvo sentido si de lo que se trataba era de transformarlo en una socialdemocracia bis a la del PSOE. Por mucho que entre los fundadores de Ciudadanos hubiera antiguos miembros del PSC o en clave nacional de ese antiguo felipismo que tal vez ha sido la opción política más transversal de nuestra breve pero exitosa trayectoria democrática.

El chalaneo de Inés con el PSOE (Pedro Sánchez Obrero Español) va camino de convertir al partido de Ventas en una anécdota de estos 40 años de democracia. Al más puro estilo del PDP, del Partido Liberal de Segurado, del PSP de Paco Ordóñez y, más concreta y específicamente, del Centro Democrático y Social de Adolfo Suárez. Sueños e ilusiones de una noche de verano. El CDS de Suárez, que por perogrullescas razones goleaba en popularidad a Arrimadas, duró 10 años y medio: los que transcurrieron entre las elecciones del 28 de octubre de 1982 en las que obtuvo 2 escaños y las del 3 de junio de 1993 en las que se quedó fuera del Parlamento en un apocalipsis sólo comparable al de Albert Rivera en ese 10-N del año pasado en el que se dejó en la gatera 47 actas parlamentarias.

La debacle de Rivera tuvo más que ver con su vida personal que con su trayectoria política: como orador no le ganaba nadie y en las elecciones de abril demostró que le había cogido el punto a eso de intentar liderar el centroderecha. No le dio el sorpasso al PP por los pelos. Se quedó a nueve escaños. Parafraseando al Felipe González de 1996, le faltó una semana y un debate. Le fue inicialmente bien porque siempre tuvo claro de dónde venía el 85% de los votos: del Partido Popular de Rajoy. A los hechos me remito: los 11 millones de votos que entre PP, Ciudadanos y Vox obtuvieron en las dos convocatorias electorales del año son más o menos los 10,8 millones que se metió en el bolsillo en 2011 el Mariano Rajoy de los 186 diputados.

A Inés Arrimadas habría que recordarle que Pedro Sánchez la comparte como socia, por ejemplo, con ERC y Bildu

Ahora Inés Arrimadas ha descubierto que su sitio está en el centroizquierda, con lo cual se va a acabar cargando la ilusión naranja porque, teóricamente, en el imaginario colectivo, esa figura la representa de momento el Partido Socialista. Su apoyo a Pedro Sánchez es sencillamente incomprensible. Su apuesta por forjarse un rol de estadista estaba bien en las primeras semanas de la pandemia, en la que el estado de alarma era una necesidad y una virtud, pero que ha degenerado en abuso al estirarlo el presidente del Gobierno cual chicle para autoadjudicarse poderes más propios de un dictador o un monarca absoluto que de un gobernante democrático.

A más a más hay que resaltar que con Franquito Sánchez no se puede ir ni a la esquina, ni a heredar que dicen en mi pueblo. A Arrimadas habría que recordarle que Pedro Sánchez la comparte como socia, por ejemplo, con esos golpistas de ERC que la insultan, la intentan agredir, la acosan, la escrachan y le hacen la vida imposible en toda Cataluña. En el club de socios de Franquito también figuran otros personajes tan deleznables como Arnaldo Otegi, condenado en sentencia firme como jefe de esa banda terrorista ETA responsable del asesinato de 856 españoles. En el elenco de miembros VIP de la banda de Franquito aparecen también el caballo de Troya de la dictadura venezolana, Pablo Iglesias, y la independentista Ada Colau. En fin, unas joyitas. Aliarte con estos sujetos es meterte en una tómbola en la que tienes todos los boletos para que cuando se carguen el país el dedo de Juan Español te apunte a ti reclamándote tu parte alícuota en los desperfectos.

Por no hablar de las otras mil y una razones por las cuales un demócrata no puede escenificar un coqueteo político con un tipo tan sin vergüenza como Pedro Sánchez. Miente cada vez que abre la boca, falsea las estadísticas, ampara la corrupción en la compra de material sanitario, persigue en las redes sociales “a los desafectos al Gobierno”, es incompetente a rabiar, ha chapado el Portal de Transparencia para cualquier información sobre el coronavirus y, para colmo, es el culpable de que tengamos más muertes per cápita que nadie por haber fomentado y autorizado ese 8-M que se comportó como una auténtica bomba biológica disparando un 2.000% el número de contagiados y, consecuentemente, de fallecidos.

Lo normal para Arrimadas, por proximidad ideológica, sería integrarse en el PP pero se ha echado en brazos del PSOE

Su viraje sólo puede tener una explicación: que Sánchez le haya ofrecido cobijo cuando la explosión definitiva de Ciudadanos sea una realidad. Que lo puede ser y muy pronto si tenemos en cuenta la cantidad de primeras figuras que están abandonando la nave: desde el mismísimo padre, hijo y espíritu Santo, Albert Rivera, hasta Juan Carlos Girauta, pasando por Marcos de Quinto o Carina Mejías. Sin contar a todos aquellos que al quedarse sin la bicoca de ser diputado se volvieron a la vida privada.

Lo normal para Inés Arrimadas, por proximidad ideológica, sería integrarse en el PP, donde estarían encantados de recibirla para construir esa alternativa de centroderecha que acabará gobernando más pronto que tarde. Pero ella, no, ella ha optado por echarse en brazos de un PSOE que tiene poco de ese PSOE felipista centrado, moderado, razonado y razonable. Lo del miércoles pasado le está bien empleado. Pactó una nueva prórroga con Franquito Sánchez y, al final, salió trasquilada. Horas después de recibir sus 10 votos, el presidente del Gobierno anunciaba un acuerdo por todo lo alto con Bildu y Podemos para derogar la reforma laboral. Conclusión: la ciudadanía se quedó con la sensación de que Arrimadas estaba en el mismo barco que Otegi e Iglesias. Puede parecer exagerado, seguramente sea injusto, pero es lo que percibe de manera primaria el españolito medio. Y eso son palabras mayores. Un desastre sin paliativos.

A cambio, el presidente ordenó al jeta de Tezanos que manipulase la encuesta del CIS para echarle un cable a la entregada presidenta de Ciudadanos. Mientras todas las encuestas privadas le otorgan la mitad de escaños, la sufragada con nuestros impuestos le situaba como la fuerza que más sube respecto a la encuesta anterior. Es más, todos bajan menos Ciudadanos. No se lo cree ni el que asó la manteca. Todo muy ridículo. La están engañando como a un chino.

La jugada política del miércoles la protagonizaron un desahogado llamado Pedro Sánchez y tres pardillos muy pardillos llamados Iglesias, Otegi y Arrimadas. A los tres engañó para salirse con la suya en un trilerismo que ni el mejor de los mangantes que pululan por Gran Vía hubiera superado. Y los tres se quedaron con cara de circunstancias al ver que los listos no eran ellos sino el pájaro que se situaba al otro lado de los cubiletes. Conmigo y con OKDIARIO que no cuente Inés Arrimadas mientras se sitúe en el mismo lado que el Eje del Mal. Es inmoral apoyar al socio del socio de Otegi e Iglesias. Allá tú y tu conciencia, Inés, pero nosotros no vamos a colaborar en este suicidio. Y ten en cuenta que la parábola del hijo pródigo sólo se cumple en la Biblia y es eso, una parábola. En la vida cuando te alejas de tu lugar natural volver a él es entre dificilísimo e imposible. Avisada quedas.

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