El desprecio que no merece la construcción
El sector de la construcción no puede soportar ya más la inoperancia del Gobierno de Sánchez. La situación es límite para un sector que además de la ejecución de infraestructuras estratégicas, tiene efectos importantes en cuanto a la potenciación del desarrollo económico de España, su apuesta digital y la generación de empleo y riqueza. Los ámbitos económicos vinculados a la construcción, a las actividades inmobiliarias y al transporte representan un alto porcentaje del PIB y dan empleo a millones de personas en nuestro país. Sin embargo, tampoco durante esta crisis sanitaria a consecuencia del Covid-19 la construcción y su futuro está siendo una prioridad para el Ejecutivo socialista-comunista, más bien lo contrario.
El Gobierno llegó tarde y mal a establecer medidas contra la pandemia que nos asola. Ya sabemos que la intencionada tardanza se debió a que no se podía permitir que la OMS y la UE con sus recomendaciones aguasen la fiesta a las callejeras manifestaciones multitudinarias con motivo del 8M. Gestionar mal esta situación de alarma vivida en España a consecuencia de la expansión del coronavirus y su incidencia en nuestro sistema sanitario (timos y gangas en las compras de material incluidos), sólo tiene un porqué: la manifiesta incapacidad de Sánchez y los suyos en todo lo que sobrepase el mero marketing y suponga un tratamiento solvente de los asuntos gubernamentales; sin excluir la compleja relación entre este Gobierno y la verdad, de un antagonismo máximo.
La construcción venía siendo un sector que nunca ha gozado, al igual que el resto de los sectores empresariales, del apoyo de este Gobierno. No en vano, a quien Sánchez encargó el Ministerio del ramo fue a alguien que desde el principio se ausentó de la gestión ministerial, el hombre-aparato del PSOE, el sinónimo de la falsedad, el inefable Ábalos. Pero, durante la presente crisis sanitaria el sector ha sido especialmente maltratado, posiblemente mucho más que otros sectores económicos. El desprecio hacia la construcción ha sido patente y se ha manifestado en forma de ausencia de diálogo con el sector, falta de criterio gubernamental y una nula planificación en el cierre de las obras. El día 26 de marzo, Ábalos durante una rueda de prensa en La Moncloa rechazó de plano la posibilidad de decretar el cierre de las obras no esenciales durante el estado de alarma con el argumento de la necesidad de mantener una base económica. Dos días después, sería Sánchez quien anunciase que el Gobierno iba a acordar que todos los trabajadores de actividades no esenciales deberán quedarse en casa, y así lo acordaría en Consejo de Ministros de 29 de marzo. Sin embargo, hasta prácticamente de madrugada no pudimos conocer qué actividades se consideraban esenciales y cuáles no, o lo que es lo mismo: qué profesionales tenían obligación de ir a trabajar al cabo de unas horas y cuáles no.
Pero la improvisación no ha cesado para el momento de retorno a la actividad constructora, al igual que los titubeos y la falta de confianza en las decisiones de un Gobierno sobrepasado por una situación para la que no está capacitado. Así, en esta misma semana y utilizando la técnica nuevamente de la nocturnidad, se nos anunciaba qué obras se reanudarían y qué obras se prohíben, todo ello horas antes de que los trabajadores tuviesen que acudir a las mismas.
Desde el Partido Popular reclamamos respeto y atención hacia un sector clave que lleva años padeciendo una economía en crisis y contraída y que ahora se siente despreciado injustamente en esta pandemia y sus consecuencias por un Gobierno que debería estar a la altura de lo que representa.
Andrés Lorite es portavoz de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana del PP en el Congreso