La demencia del depredador

La demencia del depredador

Pablo Iglesias, tras convertirse en nuevo rico burgués, dejó la
política, se cortó la coleta y juró no volver a los ruedos. El perfil del
estafador común y el del falso revolucionario son semejantes. Pueden
fracasar en sus asuntos, pero ambos llenan sus alforjas de oro. A este
hipócrita le basta cambiar el timbre de voz para intentar engañarnos.
Pasa de aquel tono melifluo, con el que vendía su sucia mercancía
cuando estaba en auge, a un tono más agresivo pues cree que, siendo
violento, podrá estafarnos como en sus días de abuso, en que daba
gato por liebre. La fiera se esfumó del Gobierno con el rabo entre las
patas y reaparece mostrando unos colmillos mellados que no asustan
ni enamoran a nadie. El fariseo ha perdido su poca credibilidad.
J. A. Montalvo lo diseca: “Confieso que solté una carcajada cuando
el artículo de debut de Iglesias en Ctxt, que avanzaba penosamente
con indigencia estilística e intelectual y vileza cínica, desembocó en
un “hagan sus cábalas” y no me extrañaría que haya gastado ya
algún que otro “¡no es de recibo!” o “un órdago a la grande”. La
tercera nueva casa de Iglesias es la independentista Rac1, que es
como si después del 23-F un ex vicepresidente del Gobierno fichase
por El Alcázar. La infame pistola nazi que le han puesto como
ilustración, con las siglas PP-Vox y PRENSA.A.78, con el rabito
diagonal de la R difuminada para que parezca otra P (parece un
chiste de Echenique), indica a las claras dónde está la violencia: en
esa ilustración está la violencia”. Genial retrato.

Bastó un cuatrimestre, desde su dimisión, para que la “hiena” mutara
en hámster. Rapado el bicho, no da el pego. Su apuesta de “todo o
nada” quedó en nada y no encajó el fracaso político, alegando que
era una víctima del odio mediático. Él nunca tiene la culpa, la culpa,
siempre es de los demás… Las tribus anticapitalistas de Podemos,
contrarias a la coalición gubernamental, le consideran culpable y lo
ponen a parir. El único mando que le queda al inútil es el control
sobre las guardianas del fuego sagrado del comunismo, kamikazes
disfrazadas de ministras a las que maneja a su antojo y cuya misión
exclusiva consiste en dinamitar el Ejecutivo. Y lo van consiguiendo,
pues cada vez que abren la tapa, a Sánchez le da un parraque que le
obliga a prolongar sus vacaciones. No las quiere ver ni en pintura.
Vivimos en un Estado profundamente injusto. Se condena a quien
respeta la Constitución y se ensalza al carnívoro que sembró el odio.
Los totalitarios del socialcomunismo son los buenos; los malos son
aquellos que defienden a España y al Rey. La fiera hace piña con sus
colegas proetarras y golpistas, fomentando la hispanofobia
impunemente. Creen ser los amos y salvadores de la “matria”. Pero
el rapado todavía no se ha repuesto del sonoro bofetón que Ayuso le dio en
las urnas. Lo cual justifica su locura de depredador.

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