La degradación moral del socialismo provoca náuseas

La degradación moral del socialismo provoca náuseas

El apoyo de Bildu a los Presupuestos Generales del Estado no debería sorprender a nadie: entre socialcomunistas y proetarras hay una alianza estratégica que viene de lejos. Al fin y al cabo, Sánchez hace tiempo que tiene claro que su permanencia en La Moncloa depende de los herederos políticos de ETA y de los golpistas catalanes. Por supuesto, el apoyo de Bildu no es gratis, porque además del blanqueo de la formación de Arnaldo Otegui, Sánchez ha ido haciendo concesiones, especialmente en Navarra, que confirman que el socialismo y los proetarras están en la misma onda.

De nada ha valido la sangre derramada de los numerosos socialistas asesinados de un tiro en la nuca o por un coche bomba, porque Sánchez ha decidido borrar la memoria de quienes perdieron su vida en defensa de la dignidad y la democracia. Todo eso, Sánchez lo ha cubierto de un espeso manto de vileza. El presidente del Gobierno ha decidido entregarse a Bildu por un puñado de votos y lo más frustrante es comprobar cómo el socialismo español guarda, con honrosas excepciones, silencio.

Esa es la auténtica tragedia: que Sánchez, entre el honor y el poder, se ha decidido por lo segundo, mancillando la memoria de los casi mil muertos a manos  de ETA. Provoca náuseas comprobar hasta qué punto ha llegado la degradación moral del PSOE, un partido que sigue al dictado las innobles consignas de su jefe. Si a los socialistas a los que ETA descerrajó un tiro en la nuca les hubieran dicho que años después un presidente del Gobierno del PSOE pactaría con Bildu para mantenerse en el poder, se les habría helado la sangre. Ahora se estarán removiendo en sus tumbas.

Sánchez no conoce límites y es capaz de todo por asegurarse su permanencia en La Moncloa. Sus socios son los enemigos declarados de España, lo que permite afirmar que a este Gobierno España y los españoles les importan lo mismo que le importa a Sánchez la sangre derramada de los viejos socialistas a los que ETA dejó tirados en mitad de una acera o una cuneta.

 

 

 

 

 

 

 

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