La decrepitud del PP post-Cayetana

La decrepitud del PP post-Cayetana
La decrepitud del PP post-Cayetana

Cuando en el primer agosto de la pandemia (2020) la dirección nacional del PP decidió prescindir de “Cashetana” Álvarez de Toledo (alias CAT) como portavoz del grupo popular en el Congreso, escribí en estas mismas páginas dos artículos dedicados al tema. En el primero les comentaba que CAT ofrecía una idea de la derecha ciertamente liberal, clara, contundente, atrevida y culta pero que chocaba evidentemente con la tradición foral y regionalista del PP. Les comentaba entonces que Pablo Casado, mostrando tal vez las carencias ideológicas de su proyecto, se entregó a la doctora argentina. En el segundo artículo sobre el tema, planteaba como afrontar la tarea de (re) construir un PP post- Cayetana, con otras ideas diferentes del jacobinismo de CAT, y les planteaba que lo mejor sería buscar en las ideas que fluyen de la tradición del PP, que me parecen mucho más ricas que las que aporta (ba) la doctora argentina.

Han pasado quince meses desde aquellos dos artículos. Lo único que han sido capaces de hacer desde la sede de Génova (una demolición pendiente) ha sido enredar por el poder en el partido a nivel provincial y autonómico. Ideas nuevas, ninguna. Los referentes del primer casadismo como Adolfo Suárez o CAT han sido guardados en el cajón. Los asesores/ideólogos de Pablo Casado no han sido capaces de generar hacia el exterior una sola idea que ofrezca un PP diferente (a nivel interno no dudo que trabajen mucho).

A más a más (como dirían los catalanes), el discurso del partido ha ido derivando hacia la idea de que la España que deja Sánchez es una ruina y que tendrá que venir el PP de nuevo a solucionarlo. Ni una idea alternativa, ni media “batalla cultural”, ni una impugnación al gran consenso socialdemócrata (o “consenso progre” como se dice ahora). El PP de Casado, al que por cierto se le cumplen los cuatro años y debería pasar por otro Congreso interno antes del verano, ha quedado reducido a lo que decía venir a combatir: el más anodino marianismo, es decir, aceptar que España es una sociedad administrada por el PSOE en la que el PP sólo gobierna cuando hay quiebra, a título de administrador concursal. Con razón ha dicho uno de los grandes pensadores de la derecha española reciente que Teodoro está haciendo un partido que quepa en el PSOE (Jiménez Losantos, Libertad Digital, 21 de Noviembre pasado): el PP está degenerando hacia ser una maquinaria de poder que solo sirve para hacerle al PSOE el trabajo sucio.

Quince meses después, el PP post-Cayetana, que podría haber sido una realidad brillante, se ha estancado en la decadencia. Y por si había alguna duda, su líder lo ha confirmado este fin de semana en Granada diciendo que aquí no caben los solistas y que todos deben trabajar sin lucirse (al más puro estilo de Mariano, que tenía un gobierno amenazado con que el que se mueva no sale en la foto; y en contra del estilo Aznar-Ayuso, que siempre dio alas a gente mejor que el líder, con los resultados conocidos). Lo que al final plantea Casado es que los líderes deben ser como funcionarios. Algo también muy marianista pero con una diferencia: Mariano lo hacía con funcionarios de verdad, y Casado con una tropa que no llegaron a ser funcionarios porque estaban haciendo política (de la mano de la que ahora les llama niñatos) en lugar de estudiando. Y así, el PP de Casado, el PP post-Cayetana, ha quedado reducido a una mera versión decrépita del PP de Rajoy.

 

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