Cuando las formas son el fondo: éste se cree el jefe del Estado
La historia nos ha enseñado que la rotura de las democracias empieza, a menudo, por la pérdida de las formas democráticas. Esto es así porque, si bien es cierto que la democracia es mucho más que un conjunto de formas y formalidades, la democracia que abandona y renuncia a las formas termina por perder su fondo. El menosprecio a las formas o la arbitrariedad en su aplicación es propia de los gobernantes que se creen por encima de la propia democracia y no son capaces de entender cuál es el lugar que les corresponde.
De nuevo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha saltado el protocolo, esta vez en el acto de reapertura de la frontera entre España y Portugal, cuando se ha colocado en medio de la fotografía oficial. Ha tenido que ser el Rey quien le ha indicado al jefe del Ejecutivo el lugar que tenía que ocupar.
Era un acto de gran valor simbólico: la reapertura de una frontera cerrada durante el meses por la pandemia. Ambos países, España y Portugal, quisieron darle a la ceremonia la relevancia que merece. De ahí que asistieran el Rey Felipe VI y el presidente del país vecino, Marcelo Rebelo Sousa, ambos acompañados de los respectivos jefes de Gobierno, Pedro Sánchez y Antònio Costa. Y, sin embargo, Sánchez volvió a situarse en un lugar que no le corresponde, ocupando el centro de la imagen.
La vanidad del personaje es tanta que su tendencia natural le lleva a saltarse el protocolo en busca de un plus de protagonismo. En el acto oficial celebrado en la Alcazaba de Badajoz, y por una elemental cuestión de cortesía, el presidente y el primer ministro portugués deberían ocupar el espacio central de la imagen, pero Sánchez -durante unos segundos y hasta que fue advertido por el Rey-se puso en medio.
El jefe del Ejecutivo es un fatuo incapaz de contener su vanidad. Le puede su soberbia, porque no soporta que el jefe del Estado no sea él, sino el Rey.