Contra el Estado

Contra el Estado

En la estrategia de guerrilla contra los baluartes del Estado la Corona es, y no solo por su densidad simbólica, el enemigo número uno de toda iniciativa disolvente. Pero los siglos y su prolongación en el régimen de 1978 son la garantía de que las desafecciones a la Corona, aun siendo estridentes, carecen de calado histórico alguno, como constatamos encuestas tras en cuenta. “É la nave va”.  El problema no es para la Jefatura del Estado sino para la presidencia del Gobierno porque quienes firman el pronunciamiento republicano de ayer  son quienes propiciaron la investidura de Pedro Sánchez y a la vez arremeten contra los anclajes de todo poder ejecutivo en una monarquía parlamentaria.

Incluso uno de los socios directos de investidura como ERC ha lanzado su soflama contra la monarquía, una suerte de expansión grafitera que supera en deslealtades lo que fue el Pacto de San Sebastián. El manifiesto era un exabrupto y no un argumento: en fin, no tenemos Rey. El Jefe de Estado “no nos representa”. Es lo que han proclamado ERC, JxCAT, EH Bildu, CUP y BNG, ausentándose del Congreso de los Diputados mientras los ministros de Podemos aplaudían al monarca y los podemitas con simple escaño decidían no aplaudir.

Que ocurran estas cosas no altera la solidez institucional de España pero denota una dislocación de la política por parte de quienes hayan decidido alterar la simple lógica de la representatividad y el hecho incuestionable de la soberanía popular. En fin, ERC, JxCAT, EH Bildu, CUP y BNG –en unos u otros términos, agentes de la investidura de Pedro Sánchez- ponen en duda la fuerza simbólica de unidad del Estado como quien pasa por caja en un bazar chino. Malos tiempos para una sociedad lastrada por las desconexiones y las ambigüedades.

El profesor García Pelayo escribió que ciertas configuraciones simbólicas son inviolables como consecuencia de transferir a ellas la sacralidad de que los símbolos estaban rodeados en otras épocas. En fin, la unidad es un lugar fundamental de la forma monárquica. Ese manifiesto antimonárquico poco antes de que Felipe VI inaugurase la nueva legislatura no tiene nada que ver con un malestar cívico ni con un descrédito de la monarquía. ¿Cómo puede la voz de unos diputados de ERC,  JXCAT o la CUP tener el menor sentido? En realidad, es gestualidad elemental, ni tan siquiera conectada con sus electores, operando al margen de la soberanía popular encarnada en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo. Saben que negando al Rey niegan a España porque ni tan siquiera les alienta el accidentalismo respecto a las formas de gobierno sino la negación del Estado cuya cohesión histórica tiene por cuño la Corona. Hay quienes llevan demasiado tiempo jugando con realidades que ignoran, que les trascienden y que de “motu proprio” les dejan sin norma ni continuidad. Es la herencia de muchos olvidos y algunas inoperancias.

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