Cobardes hasta para vender España
El PSOE ha ido a Suiza a reconciliarse con su historia. Porque en el exilio es cuando el socialismo ha prestado sus mejores servicios a España. Donde no ha protagonizado asaltos ilegales al poder, tampoco liderado golpes contra el orden establecido o llamando a la insurrección popular porque no estaba conforme con el resultado de las urnas. Aún así, sin molestar, de vacaciones y disfrutando de lo robado, ayer el oro de las reservas bancarias, hoy los infatigables casos de corrupción que le han convertido, justicia mediante, en el partido que más ha saqueado las arcas públicas de toda Europa, el PSOE siempre ha escrito sus renglones torcidos. Pero ya sabemos que la pátina de impunidad de la izquierda respecto a sus obras no tiene visos de cesar y sus pecados originales serán siempre perdonados por la cobardía de unas élites y el cómodo proceder de un pueblo aborregado al pan y circo costumbrista.
A Ginebra se fue a hablar con los independentistas Santos Cerdán, un tipo que podría hacerte de comisario soviético que de segurata con salario mínimo o de tendero aprovechado hablándote del precio de la sandía. Y allí, en ese aroma a paraíso fiscal que tanto gusta a la izquierda del dinero, dirige con sigilo la operación referéndum de la Cataluña golpista. Con la transparencia propia de un gobierno que ha barrido la palabra coherencia del léxico y ha elevado el engaño a decreto ley, el correveidile más fiel de Sánchez negocia el siguiente paso: la autodeterminación de una minoría privilegiada contra el deseo de una mayoría defensora de la igualdad. Entre los sediciosos y sus siervos políticos se encuentra un diplomático salvadoreño llamado Francisco Galindo, elegido por Puigdemont para dar fe de quien manda y ofrecer bilateralidad a lo que desde hace meses siempre ha sido chantaje unidireccional. Se han ido a pastar con las vacas porque en España ya no pueden salir a la calle sin escuchar el pronunciamiento de un pueblo traicionado.
Con la amnistía aún en las carpetas de jueces y burócratas, la siguiente pantomima retórica del club de la impresora será concienciar a su fiel votante de que el referéndum es constitucional y que no pasará nada que esté en contra de la Constitución, aunque lo sucedido sea algo que el artículo 2 de la Carta Magna prohíba, a saber, la indisoluble unidad de la nación española. Para ello, contará con la inestimable colaboración de la tribu sectaria de opinión sincronizada y la Asociación de Periodistas Pedretes (APP), que ya están masajeando a su führer con entrevistas propias de una sauna coreana, del norte, claro, lentas y con temperatura al gusto.
Para esa historia, tendrán su relato. Y para tamaña ignominia e insulto, fabricarán la enésima excusa regada con dinero del BOE, o sea, de usted y mío. Acabamos de conocer que el Consejo de Europa, a través de un informe elaborado por el Observatorio de Enseñanza de la Historia en Europa, ha dictaminado que las leyes educativas en España son el gran obstáculo para el conocimiento adecuado de la Historia y un impedimento para la buena praxis docente. ¿Y quién ha perpetrado durante cuarenta años esas leyes? ¿Quién ha dirigido siempre sus esfuerzos a controlar el pasado, reescribirlo y adecuar la mentalidad actual a una ficción relatada por comisarios ideológicos? El mismo partido que negocia la rendición de una nación a una causa personal y tiránica, sin más luz que la emitida por su cochambre moral, y a escondidas, como los cobardes matarifes del XVI esperaban en el callejón para navajear a sus víctimas. Justo ahora, cuando se cumplen doscientos años de la intervención reaccionaria que puso fin al Trienio Liberal, el último intento por recuperar la España moderna y constitucional de 1812 frente a las cadenas absolutistas de entonces, otras cadenas y otro absolutismo amenazan nuestra aún joven democracia. Si Carlos IV firmó en Bayona la entrega a Francia de la nación, en Ginebra se notifica que España ya es la república cocotera con la que el sanchismo siempre ha soñado.
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