Clamor comunitario por la perversa utilización de Sánchez de la presidencia española de la UE
La utilización perversa y meramente partidista que Pedro Sánchez está haciendo de la presidencia española de la UE no ha pasado desapercibida en las cancillerías occidentales, donde la califican sin matices de escandalosa. Y es que Sánchez, en su afán de ser investido a toda costa presidente del Gobierno, ha trasladado a Bruselas un asunto como el de la oficialidad del catalán, el euskera y el gallego en la UE que responde, exclusivamente, a las exigencias del separatismo catalán para seguir manteniéndole en La Moncloa. Esto es, la investidura de Sánchez adquiere así una dimensión que excede en mucho de la política nacional al tratar de servirse de la UE para lograr su propósito se seguir siendo presidente.
Fuentes de distintas delegaciones, consultadas por este periódico, son coincidentes: «Ha usado la presidencia europea para sus intereses propios y electorales». Razón suficiente para que naciones como Finlandia consideren que la oficialidad del catalán es un asunto absolutamente interno que «ni es una cuestión prioritaria ni se debe forzar el debate como se ha hecho sin consultarlo previamente». Del mismo modo, cuestionan el papel de España en relación con el conflicto entre Israel y Palestina, al considerar que Sánchez ha hecho primar sus intereses personales por encima de los intereses de la UE, utilizando la presidencia de turno de España al servicio de su objetivo de ser reelegido presidente.
El jefe del Ejecutivo en funciones, rehén de sus socios de coalición, no acompañó a las presidentas de la Comisión y el Parlamento Europeo, Ursula von der Leyen y Roberta Metzola, al viaje que hicieron conjuntamente a Tel Aviv. A día de hoy el presidente español es uno de los grandes líderes comunitarios que sigue sin visitar a Benjamin Netanyahu en Israel. Lo indecente que supone el hecho de que Pedro Sánchez esté utilizando la presidencia española de la UE como instrumento para asegurarse su permanencia en el poder retrata al personaje, pero no es lo más grave, sino la imagen que España y su Gobierno están trasladando a Europa.
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