Los chispazos de Olona

Macarena Olona
Macarena Olona

Prometía, y mucho. Parecía que iba a brillar con luz propia, remontando y serenando el legítimo terreno moral, haciendo una somera labor de crítica, o mejor una obra de justicia. Al apoderarse, resultó fallida. Estamos ante una mujer exhausta, derrotada, casi desquiciada. No es mi intención destruir, ni hacer daño; pero saber retirarse a tiempo, sin hacer más intentos de reorientación pública es, a todas luces, un acto de grandeza. Sabemos que lo intentó con todo su empeño y todo su corazón (inmenso, seguro), pero las cosas no han salido como ella esperaba. Salir del anonimato, del ejercicio de un funcionariado muy respetable, por una causa fundada en ideales, pasiones y promesas para no conseguir absolutamente nada debe ser un descubrimiento importante, una horrible revelación. Seguramente indigna hasta la médula para alguien que ha conseguido, a base de horas de estudio, lo que ella ha alcanzado. No es lo mismo, Macarena, en este ámbito funcionan otros términos: hay gente a estas alturas que sigue pensando que el poder nace del fusil.

El espectáculo en la Universidad de Granada no es sorprendente, ni inesperado. Tampoco entiendo del todo el escenario escogido para que ella se expresara. Cualquiera que conozca mínimamente la universidad pública española sabe con creces que es roja hasta la extenuación, y que se prima la camiseta negra y la mochila a la espalda frente a cualquier capacidad intelectual. En otras palabras, la ecuación decoro, ideales conservadores, aspecto físico aseado y cuidado es sinónimo de persona frívola y no válida, no es parte de los Einsteins de verdad, los salidos del calabozo que sudaron la gota gorda para conseguir sus méritos. Los “decorosos” nacieron con los títulos dados, con los deberes hechos, con las tesis escritas, como Pedro Sánchez. Todo lógica pura. Macarena es nazi, facha, deleznable, porque expresa sus ideas limpiamente. Es mujer y la han saboteado, pero como no ha enseñado los pechos, diciendo que es amiga de Irene Montero, nadie ha salido en su defensa. Sólo algunos caballeros de la antigua escuela han dado un pasito al frente. La flor de lupanares, de antros y tugurios, se ponía despreocupada las ligas rojas, mientras el hombre blandengue se derretía mirándola, incapaz de poseerla.

Ahora sí, ahora no; ahora me han dicho fea, ahora me regalan flores. Macarena se quiso poner un vestido de brocado de oro, dividido simétricamente por volantes de perlas, de jade y de zafiros, pero no se ajustó a su talle. Las campanas no sonaron a su paso y ella, desconsolada, primero enfermó y luego se encabritó. Pudo parecer fascinante, incluso enloquecer a algunos con sus encantos. Ahora se está desvaneciendo, como aquellos que quieren adquirir un poder visionario por medio de la neurosis. La perseverancia es constancia en la virtud y es necesario mantener el pulso, el impulso y la ejemplaridad. Entiendo su desfallecimiento, pero no los shows mediáticos. Ella, que tanto ama a España, o eso dice, debería retirarse a descansar, reflexionar, analizar, recapacitar y, si tiene algo bueno que ofrecer, aquí la esperamos con los brazos abiertos. Mientras tanto, Macarena, atiendo a los tuyos y a lo tuyo.

Y por cierto, sólo como cariñoso -y quizás impertinente- colofón, Andalucía no necesita tanto cambio como decías. Tenemos nuestra idiosincrasia muy definida, nos entendemos entre nosotros, nos abrazamos y despotricamos. Es difícil de entender si eres de fuera; pero, con empeño y dedicación, hasta se podría comprender nuestra visión de la vida, aunque siempre a nuestra altura, no mirándonos por encima. A los monjes blancos les llamamos así porque llevaban un hábito blanco. Otra cuestión es que algunos vean un blanco puro, un blanco roto o un blanco tiza; pero, siempre, siempre, con lunares rojos, esos que se te han ido cayendo a cada paso dado desde el pasado 19J.

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