Chamanes y ‘rasputines’ en las monarquías europeas
La polémica boda de la princesa real Marta Luisa, cuarta en la línea de sucesión como hija de los reyes reinantes, Harald y Sonia de Noruega, con el líder espiritual o chamán negro norteamericano Durek Verret, independiente de ser una boda «pasada de rosca», según la compañera Beatriz Miranda, y «profundamente lamentable y una vergüenza», a juicio de la secretaria general de la Asociación de Editores de Noruega, Reidun Kjelling Nybo, me ha recordado la presencia de rasputines, videntes, astrólogos, chamanes y demás formas de llamarles, en las monarquías europeas a lo largo de la historia como «consejeros» y/o «confidentes» de Familias Reales. Desde reyes y reinas, princesas, algunas muy famosas, y zares con nombres y apellidos. No olvidemos a Rasputín, un siberiano de 35 años, alto, fuerte y ágil, de larga y lacia melena, barba y bigote, aunque lo que más llamaba la atención eran sus ojos de color gris acero que decía curar enfermedades colocando el dorso de sus dedos sobre la mejilla del enfermo y que veía a la Virgen, además de presumir de averiguar el futuro. Sus discursos como los de los curanderos y chamanes de hoy, eran los de un iluminado, como los videntes y rasputines de nuestros personajes que hoy nos ocupan, aunque solo fue un curandero, un vidente y un santón que predijo en 1916 el fin del imperio ruso y que tanta influencia llegó a tener en la Rusia de los zares. No olvidemos que en Rasputín, como en la mayoría de los videntes y curanderos de nuestra historia, había y hay mucho de autosugestión.
La rasputina de la reina Juliana de Holanda
Inolvidable por sus terribles consecuencias fue la dramática historia de la reina reinante Juliana de Holanda y su curandera, o Rasputina, como la llamaron, Greet Hofmans.
Esta farsante individua, ex modesta administrativa de una fábrica textil de Amsterdam, según cuentan, comenzó a recibir mensajes del más allá, atribuyéndosele capacidad de sanar incluso graves enfermedades. Esta fama llegó a oídos de la reina Juliana que, desesperada por la ceguera de su hija, se puso en contacto con ella en 1948, pidiéndole ayuda, aunque el príncipe consorte Bernardo, padre de la criatura, se opuso a ello.
Desde el primer momento la influencia de la curandera sobre la reina fue tal que ésta le confiaba y le comentaba incluso cuestiones de estado, designándola su consejera, que llegó a vivir en palacio. La presencia de la vidente Hofmans en la vida de la reina fue tal que hasta en un viaje oficial a los Estados Unidos, Juliana llego a utilizar para sus discursos «las peroratas esotéricas de Hofmans». El escándalo afectó de tal manera a la estabilidad del matrimonio de Juliana y Bernardo que la reina, aconsejada por su rasputina, propuso a su marido el divorcio, desencadenando no solo esa grave crisis familiar sino también política hasta el extremo que el gobierno exigió, en 1956, la desaparición de la vidente. Incluso ésta recibió una carta en la que se le amenazaba con la muerte en el caso de que no se apartara de la reina, según el historiador holandés Cees Fasseur. La curandera abandonó el palacio real de Soestdijk en 1956 para siempre. Y de ella jamás se supo.
Las pitonisas de Diana
Que la princesa Diana de Gales fue una mujer sin carácter, los hechos de su vida lo atestiguan. Y, sobre todo, la presencia de las tres pitonisas a las que confió su salud mental y los trastornos psíquicos que le afectaron hasta el accidente que le costó la vida en 1997.
La tristeza que sufría la princesa la llevó a buscar el apoyo y la comprensión de adivinas, rasputinas y consejeras áulicas. Entre ellas, a Debbie Frank, que le leyó su carta astral un mes antes de su muerte, o Rita Rogers y Penny Thornton. Pero sobre todo a Sally Morgan, una pitonisa que asegura haber estado siempre cerca de la malograda princesa actuando como «psicóloga».
A Rita Rogers, pitonisa profesional y astróloga, acudió a visitarla en vísperas del accidente, acompañada de Dodi Al Fayed, su pareja entonces. Y lo hizo para saber como iba a ser el futuro de su nueva relación.
Peor y más grave, mentalmente hablando fue lo de otra vidente, Penny Thornton, quien reconoció en declaraciones a la revista Vogue en 2019: «Un día la princesa Diana me llamó y después de pedirme prudencia me dijo que solo quería saber si había luz al final del túnel de su vida y quería que trabajáramos juntas con el fin de descifrar las influencias de las estrellas sobre su vida».
La acupunturista, Lily Hua Yu, contó al Daily Mail, en 1998, las sesiones que tenía con Lady Di: «Con las agujas restaurábamos su equilibrio interior y luchábamos contra sus desórdenes alimenticios y contra la depresión. Me visitó una semana antes de su muerte».
No hay la menor duda que la salud mental de la princesa de Gales se encontraba a la deriva, aunque este tema, el de su salud psiquiátrica, era un tabú para la institución. Y tampoco hay la menor duda que Diana necesitó ayuda psicológica durante su etapa de Princesa de Gales consorte y que todas estas rasputinas, fruto de la magia o de la inteligencia emocional, la volvieron más loca todavía.
También Grace y Charlene
Aunque a ustedes les cueste creer, hasta la equilibrada, seria y digna princesa Grace de Mónaco solía visitar al famoso psíquico Frank Andrews y es más, según cuenta el libro True Grace, de Wendy Leigh, llegó a prever su propia muerte. Según el libro, Grace confesó a su vidente: «Sé que moriré en un accidente de coche. ¿Será asi?», se preguntaba la princesa de Mónaco, a lo que éste le respondió: «Lo que le puedo decir es que si no cambia la alimentación y la bebida puede sufrir una embolia. Y puede que esta ocurra en un coche». Como el lector sabe muy bien, la princesa Grace fallecería el 14 de septiembre de 1982 en… un accidente de coche.
Y, desde hace tiempo, Charlene, la princesa consorte de Mónaco, mantiene una muy estrecha relación con extraños videntes, según el escritor franco luxemburgués Stéphane Bern, especializado en familias reales europeas, desvelando el nombre de Dawn Earl, que tiene mucho que ver con la larga estancia de la princesa monegasca en Sudáfrica. Desde que la conoció, Charlene no toma decisión alguna sin consultar a la temida Dawn Earl, una «adivina» sudafricana «que sobrevivió a una secta australiana», según Paris Match y que hoy se ha convertido en consejera privada de la princesa, según la prestigiosa revista francesa: «Antes de atender cualquier evento real, Charlene consulta con su adivina para decidir si va a o no. Si los números no están alineados a su favor, Charlene simplemente no acude», asegura Woman´s Day, recordando al famoso Rasputín.
Y sin más comentarios, vergüenza ajena me da todo esto.
Chsss…
Creo que ha sido un tremendo error, querido Carlos, prescindir, después de más de diez años, de ese gran colaborador que era Luis del Val.
¿Cuál sería el motivo por el que Sánchez acompañó hasta su casa, en el Audi A8, el pasado miércoles a las 14:35, a «su» presidente del Constitucional? ¿Pura cortesía? Conociendo al personaje… lo dudo.
«¡Qué pena la jubilación, por alcanzar la edad máxima permitida, del juez que no dejaba dormir a los políticos!».
Pío Moa, el historiador y escritor, ha calificado a Sánchez de psicópata. (“puede que lo sea”).
Amigo Martín: en tu magnífico reportaje sobre el hotel Ritz en Crónica de El Mundo te olvidaste, quizá por desconocimiento, de la anécdota de la que fui testigo, en la última visita a la que acudí para entrevistarle.
Mientras yo esperaba, apareció el Duque de Windsor con una factura en la mano y, dirigiéndose al recepcionista, se la mostró al tiempo que le decía, en el mejor lenguaje cheli: «Me han metido un clavo».
El empleado, sorprendido, confundido y avergonzado, miraba y remiraba la factura sin saber qué decir.
Al parecer, había un error que fue, lógicamente, subsanado con las más respetuosas y cordiales disculpas.
¡Qué vergüenza de boda real! Los novios se casaron protegidos por una sábana blanca para defender… la exclusiva que no han conseguido. ¡Vaya negocio el de mi antigua revista!
Muy bueno lo del dibujante: «Sánchez no gobierna pero quiere reinar». Tal parece que reina desde Moncloa.
Por mi edad ¡¡¡92 años!!! no creo que figure entre esos tres de cuatro españoles que, según la encuesta, verán a la nena convertirse en reina dentro de ¿20?, ¿30 años? ¡Natural!
Me parece una mezquina frivolidad retirar de la galería en Downing Street el retrato de Margaret Thatcher porque su mirada, desde el cuadro pintado por el retratista Richard Stone, «inquietaba» al actual inquilino. ¡Bien empezamos!
Muy fuerte, muy cruel lo de La Sexta contra el Rey Juan Carlos (sí, el Rey), en el que dos veteranas del periodismo (Galaz y Enríquez) se despacharon a gusto y cruelmente contra el Soberano.
También me sorprendió los silencios de las compañeras sobre la crisis sentimental de la consorte y su falta de ejemplaridad.
Ni el funeral por la muerte de su tío en el que coincidieron después de un año sin verse logró que los hermanos se miraran.