La cara y nociva religión verde

La cara y nociva religión verde
La cara y nociva religión verde

Desde hace ya algunas décadas, los fundamentalistas del ecologismo -que, realmente, no son ecologistas- están impulsando un cambio en la mentalidad de la sociedad para que nos sintamos culpables casi por el mero hecho de respirar. Así, a lomos del cambio climático han impulsado una tendencia que se está convirtiendo casi en una religión, que tapa lo que también puede ser un negocio. Por eso, su obsesión con hacer ver qué dicho cambio climático es obra del hombre, cuando es algo que no está nada claro. Una cosa es que dicho cambio climático exista, pero como es un fenómeno que ha pasado desde hace milenios, con los distintos cambios ocurridos en La Tierra, no se puede decir que sea responsabilidad directa del hombre, cosa que sí que sostienen quienes impulsan esta especie de religión verde.

En nombre de “lo verde” se quiere aumentar el gasto público, como en nombre de “lo verde” han encarecido el recibo energético, donde más del 55% del coste se debe al intervencionismo público, entre peaje de distribución, subvención a las renovables, moratoria nuclear e impuestos, con el mercado de derechos de emisión como uno de los grandes elementos responsables del aumento del precio de la energía.

Y en nombre de lo verde se desarrollan muchos productos que contienen un margen adicional, que son publicitados como respetuosos con el medioambiente, aunque puede que su único propósito sea poder obtener unos mayores beneficios, puesto que esta nueva religión puede tener también un componente de negocio claro, del que pueden aprovecharse algunos.

Por supuesto que hay que tratar de cuidar el medioambiente y respetarlo al máximo posible, pues nuestro mundo es el lugar en el que vivimos y hemos de tratar, además, de legarlo en las mejores condiciones posibles a las generaciones venideras. Ahora bien, verde, sí, pero caro, no; y, desgraciadamente, el 90% de los que se envuelven en la bandera medioambiental sólo apuestan por todo lo que es caro, desdeñando las soluciones limpias y baratas, como la energía nuclear en lo relativo al campo energético. Ser sostenible también es luchar por generar prosperidad, no por crear pobreza, cosa esta última que es lo que está provocando esta religión verde, que empobrece a todos, especialmente a los más desfavorecidos, que son los que menos pueden afrontar el sobrecoste que ello supone. Es decir, además de empobrecedora, es un movimiento completamente regresivo, al perjudicar más a quien menos tiene.

Los intervencionistas eligen siempre los elementos más caros porque son los que les dan la excusa para gastar más, cobrar más impuestos e intervenir más en la economía, aunque sea todo lo contrario de lo que necesita la economía para ser próspera. En definitiva, utilizan la economía verde y la supuesta defensa del medioambiente como mera herramienta, como excusa, no como objetivo, pues su único y verdadero objetivo es expandir el intervencionismo por toda la economía, con un gasto desmedido, un déficit crónico y una deuda abultada. Ni verde, ni azul, ni rojo: ortodoxia, matemáticas y sentido común, eso es lo que necesita la economía y la vida en general.

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