Basta ya de compadreos con golpistas

Basta ya de compadreos con golpistas

El Tribunal Supremo, en su afán garantista –y con la mirada puesta en Estrasburgo–, ha permitido a los golpistas acudir a la sesión de investidura estando en prisión preventiva. A partir de ahí, todo ha terminado como se esperaba: mal para el Estado de Derecho y bien para alimentar el ego de los secesionistas.

Tenemos reciente el caso del juez Llarena, que denegó a los mismos protagonistas del circo de este martes acudir a la sesión de investidura en el Parlament, en enero de 2018, forzando a que emitieran su voto por delegación. Por otro lado, Marchena y el resto de jueces de la sala habrán recordado el antecedente del etarra Juan Carlos Yoldi, al que hace 30 años la Audiencia de Pamplona permitió acudir a la sesión de investidura en el Parlamento Vasco ya que se postulaba como lehendakari.

En cualquier caso, el idioma español dispone de un amplio surtido de calificativos para describir las dos jornadas recién vividas en el Congreso: bufonada, esperpento o astracanada son tres palabras que vienen muy al cuento. Un Estado de Derecho, si no quiere traicionar su propia esencia, no debe ceder de nuevo a esta suerte de escenificaciones. La gravedad de los delitos que están siendo juzgados exige un tratamiento acorde con los hechos que se quiere dirimir ante un tribunal. Un tratamiento así de liberal para con los presos trasmite la idea de que, en realidad, nada de esto es asunto tan serio como pudiera pensarse y –aquí viene lo más preocupante– esta percepción pública luego puede acabar cuajando en la sentencia. En cuanto al mundo independentista, lejos de interpretar estas dos jornadas como un gesto de misericordia, lo verán como síntoma de debilidad e inseguridad por parte de las instituciones. Tomarán buena nota de ello.

Cualquier preso en espera de sentencia que tuviera que salir de la cárcel para ir a realizar una revisión médica a un hospital, probablemente estaría en todo momento vigilado y esposado, y desde luego no tendría acceso a ningún dispositivo de comunicación. Aquí hemos visto todo lo contrario, al punto de que la tercera autoridad del Estado –la ex presidenta del Congreso, Ana Pastor– ha agasajado a Junqueras y compañía con un desayuno. Estos señores ni vienen ni regresan al gulag; su alimentación cotidiana es óptima. Un mínimo de severidad hubiera sido lo correcto.

Juramentos estrafalarios “por la república”, encarcelados golpistas saludando al Presidente del Gobierno y quedando para seguir hablando luego, la propia TVE retransmitiendo el acto hablando de “políticos presos”… Estas dos jornadas, más que parecer el comienzo de una nueva legislatura, semejaban el comienzo de una verbena. La democracia tiene una liturgia que debe ser respetada, porque ello expresa el respeto a la democracia misma y a la comunidad política que representa, que en este caso es España. Bajo tanto relajo y tanto aire distendido, ya sabemos lo que se está urdiendo: pacto con los independentistas e indulto a sus presos.

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