La bala de plata
La maquinaria de la ideología de género supone tal industria que ya cuenta con su propio argot profesional; argot tanto para los que viven de las leyes de género y como para aquellos que las combaten. Al igual que en el mercado político hablamos de nicho para referirnos al cliente elector, y en la jerga policial los agentes se refieren a una troncha para hablar del seguimiento de un delincuente, las asesoras de género, los asistentes sociales, los abogados, los jueces y las mujeres que usan la Ley Integral de Violencia de Género para separar definitivamente a los progenitores varones de sus hijos tras un divorcio, todos ellos han editado su propia neo-lengua, comprensible para los iniciados, aunque prácticamente incomprensible para todos los que están por fuera del entorno.
Los padres víctimas de la Ley Integral Contra la Violencia de Género también han adoptado su propio dialecto defensivo en sus foros y redes de alerta. Y hiela la sangre saber como denominan al último proyectil jurídico disparado por la falsa denunciante para apartarles definitivamente de su hijo tras el cese de la convivencia de la pareja: Silver Bullet, Bala de Plata. La denuncia por abuso sexual de un hijo como operativa de manual de asociaciones inundadas con dinero público. Esa bala fue disparada, por ejemplo, por las secuestradoras de niños Juanas Rivas y María Sevilla.
Ahora, apenas unos días después del archivo de las ocho denuncias de Juana Rivas a Francesco Arcuri por “inverosímiles” y no probados malos tratos a los hijos de ambas, la ex de Arcuri, sentenciada a 5 años de cárcel por la justicia, ha interpuesto dos nuevas denuncias por el mismo motivo. Otra bala de plata tras la bala de plata, y, por no abandonarla jerga bélica, más artillería para rematar el descrédito para la causa feminista. Sorprende la nueva ofensiva legal de Juana Rivas a tenor de un informe médico del hijo pequeño de la pareja, cuya publicación está prohibida cautelarmente por la juez del caso en España para proteger a los menores.
Los que hemos tenido cierta información en la mano sabemos que el lustro de condena a Rivas es pecatta minuta en comparación con la magnitud de la delincuente. Si Arcuri, por propia experiencia, no tuviera pánico a la justicia española, la granadina podría haber ido a la celda por lo que ella es: una integrante de la banda nacional de simulación de abuso sexual a niños, simulación repetidamente instruida por determinadas asociaciones de desalmadas feministas.
Por ponerles a ustedes sobre la pista: antes de la denuncia de abuso sexual interpuesta por Rivas a Arcuri, a mediados de marzo de 2017, una semana anterior a la fecha en la que Francesco tenía que recoger a sus hijos en Granada, Juana Rivas visitó la Fundación Márgenes y Vínculos de la Junta de Andalucía, especializada en asistir a los niños presuntamente víctimas de abusos sexuales. A su vez, Márgenes y Vínculos está integrada en la asociación ADIMA y en el EICAS. Su equipo de evaluación e investigación, responsable de certificar presuntos abusos sexuales de niños, desliza ante el juez frases prototípicas destinadas a eximir de responsabilidad de la asociación a la hora de constatar el abuso: “la madre refiere», «el niño refiere», «se sospecha que”. ¿Qué hacían los hijos de la pareja visitando a una asociación especializada en abusos sexuales a niños antes de que los presuntos abusos sexuales de Arcuri –los que después se archivaron– se produjeran? ¿Qué hacían los niños visitando una asociación que ya está en el punto de mira porque los presuntos abusos sexuales paternos denunciados por ADIMA han sido desmentidos por el Instituto de Medicina Legal a instancias de las diligencias de los jueces de los casos? ¿Acaso estas asociaciones están creadas, hiperventiladas y destinadas a disparar la Bala de Plata?