La autobaja y la ministra de Sanidad

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  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Como saben, nuestra flamante nueva ministra de Sanidad jugueteó estos días invernales en los que todos andamos griposos y moqueantes, como cada año por estas fechas, con la posibilidad hilarante, para aquéllos que trabajan por cuenta ajena, de la «autobaja» no médica. «No médica», porque se basa en la voluntad, en la decisión y el criterio, incuestionable; es decir, en la integridad de los españoles a la hora de quedarse en casa y no acudir a sus respectivos puestos de trabajo, sin la necesidad de que un profesional de la medicina certifique la idoneidad de su absentismo.

Yo, como cualquier adulto bien constituido psíquicamente y moderadamente informado, me pregunto (y me río), al escuchar sus declaraciones, en qué mundo vive esta mujer.

En efecto, Mónica García, será todo lo médica y lo madre que quiera, pero no se revela como una gran analista social ni como una conocedora apta ni suficiente del medio en el que se mueve cuando apela a la responsabilidad del empleado promedio ante la posibilidad sistémica y legal de saltarse tres días de curro alegremente.

Me pregunto si esta exhibición de ingenuidad, la que ha ofrecido en sus declaraciones al respecto, por parte de García, es accidental, consecuencia quizá de limitados recursos a la hora de relacionar los datos a su alrededor, o si estamos, ante otro caso más de cinismo u oportunismo por parte de los que nos gobiernan.

Lo cierto es que, pensando en la picaresca española, que ha dado a luz inmortales obras literarias, la posibilidad de una auto baja tendría mucha gracia, si no atentara una vez más contra la pequeña y mediana empresa, como cada una de las medidas de estos políticos, que están desgraciando el tejido empresarial y las pymes de este país castigado económicamente.

Por ponerles un caso flagrante e interesantísimo de nuestra picaresca reciente, ¿sabían que España, sí, la nuestra, perpetró y protagonizó una de las mayores estafas (burla, comedia, bufonada) y ganó la medalla de oro de Baloncesto en los Juegos Paralímpicos de Sídney con un equipo de paralímpicos sin discapacidad alguna, fingiendo que las tenían?

Por supuesto, el timo fue descubierto y la medalla la tuvimos que devolver, como Jaimito entregando a su madre las piruletas, porque un periodista, que además participó en el chanchullo, se chivó…. Miren, esta historia, que tienen ustedes en la hemeroteca, es una de las razones por las que ¡adoro vivir! y creo que deberían reponernos la medalla por nuestra minusvalía moral, que ser el más de algo tiene su mérito, sea lo que sea.

Sin embargo, ahora más seriamente, muchos ciudadanos apoyarían la «autobaja», quizá la mayoría, por causa de otra condición del español, y del género humano en general: el egoísmo y el cortoplacismo. Por eso, desde esta columna que no pretende otra cosa que señalar las grietas de nuestra sociedad desde el humor y la prudencia, me permito explicarle a la ministra algunos extremos que he aprendido en mi vida laboral.

Por ejemplo, que no es lo mismo estar por cuenta propia que por cuenta ajena. Verán, yo nunca fui de faltar. En la última gran agencia internacional donde trabajé, las personas de mi equipo se ausentaban de su puesto al menos una vez al mes. Yo alucinaba con la liviandad de sus indisposiciones, pero, sobre todo, con la puerilidad de sus excusas, aunque puede que la ingenua fuera yo, asistiendo con estoicismo todo el año y bajo cualquier circunstancia, como si me fueran a pegar en la solapa una carita sonriente.

Recuerdo cómo me temblaban las manos, impidiéndome escribir correctamente cuando atravesaba el divorcio con el padre de mis hijos y cómo cruzaba la calle tiritando de ansiedad y de tristeza y pedía una tila para llevar en la cafetería de enfrente, y seguía trabajando.

Yo no digo que haya que ir enfermo al trabajo, ¿eh? Enfermo, molestas en la oficina y contagias a tus compañeros, pero estos malestarcitos inespecíficos y diagnosticables… En el mejor de los casos: ¡Blanditos!

Luego está la socorridísima gastroenteritis, que una gastroenteritis la tiene cualquiera, sí, incluso el domingo por la noche después de un puente divertidísimo.

Al absentista le pone en evidencia justamente la periodicidad de sus disculpas y pretextos más que la calidad y verosimilitud del contenido de los mismos. La clave está en la frecuencia, queridos, pero esto lo saben ustedes, todos menos la ministra, tanto si son empleados como si son, para su desgracia, autónomos.

Hace más de 10 años que montamos Globe Comunicación y llevo todos esos años, y todas esas jornadas laborales, sin ponerme enferma, mejor dicho, sin faltar al trabajo. Las chicas de nuestro equipo son maravillosas, pero faltan bastante y lo comprendo, trabajan por cuenta ajena y eso es malísimo, lo peor para la salud: me siento débil, algo me ha caído mal al estómago, tengo una contractura, estoy resfriada, me he mareado, me ha comido los deberes el perro, Bad Hair Day, he pasado la noche vomitando… (esta es mi excusa favorita).

Yo pasé una noche vomitando en 2011 tras una cena muy salvaje en un mexicano con muchos amigos, pero también vomité por la ventanilla del taxi que amablemente me llevó a casa (esto no es lo más grueso de mi pasado). Al día siguiente, por supuesto, fui a trabajar.

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