Ana Pastor, la presidenta de todos

Ana Pastor, la presidenta de todos

La primera vez que hablé con Ana Pastor fue el 27 de marzo de 2004. Hacía apenas dos semanas que el PP había perdido el Gobierno en unas elecciones generales mediatizadas por el mayor atentado de la historia de nuestro país. Salí de Badajoz y 400 kilómetros después, en Madrid, al término de aquel multitudinario acto en el Coliseo de Carabanchel, en Vistalegre, un joven extremeño al que únicamente le gustaba la política y el PP se encontró  con Ana Pastor, ya ministra de Sanidad en funciones. Lo recuerdo como si fuera ayer porque paseaba por la calle entre miles de personas como una más, con la sencillez de las personas que no cambian con el coche oficial ni el cargo, con la sonrisa y con palabras de aliento. Ella nos animó a nosotros, a todos los que estábamos allí.

A mí nunca se me olvidó. Cuando la volví a encontrar al tomar posesión de mi cargo a finales de agosto de 2016 me resultó un momento especial. Siempre admiré a quien ve la política como un lugar de consensos,  como un sitio de entendimiento , a quien entiende la política como un espacio para hacer una mejor sociedad. Siempre admiré a Pastor y, desde luego, tengo muchas razones para hacerlo. En estos años como presidenta del Congreso de los Diputados nos ha vuelto a demostrar que ha sido la presidenta de todos, que ha ejercido esa difícil tarea en la legislatura más complicada de nuestra democracia con una gran altura institucional, con grandeza humana, con entereza cuando venían mal dadas y con un saber estar envidiable .

Para la historia de esta legislatura quedan sus discursos en el 40 aniversario de la Constitución, en la apertura formal o en su despedida y cierre la pasada semana. Para la historia quedan también sus palabras siempre positivas y serenas  por el bien de la institución, por el bien de uno de los pilares del Estado que todos debemos preservar y siempre hechas con la grandeza de quien prioriza España a cualquier otra cosa. Justa y equilibrada en las valoraciones y en los debates, esta legislatura ha consagrado a una gran presidenta del Congreso, a una persona excepcional que ha ejercido su puesto con profesionalidad , educación y dedicación. Fuera la hora que fuera, ya fuera una visita de unos jóvenes o de una Asociación de mujeres, insisto fuera lo que fuera, si podío, siempre estaba ahí. Siempre disponible para engrandecer la Casa de todos.

Ahora que celebramos el Día Internacional de la Mujer Trabajadora tengo que poner en valor el de una gran mujer, una gran trabajadora, una gallega adelantada a su tiempo que ya fuera como ministra de Fomento, de Sanidad o como presidenta del Congreso siempre demostró que en España la igualdad es cada día más patente y que puede lucharse por ella sin aspavientos y desde la elegancia, tanto en el fondo como en la forma. No ha sido una hooligan, Adriana –Lastra–. Era imposible serlo en un Parlamento que se comportó de forma muy extravagante con camisetas, banderas, impresoras, panfletos, flores o escraches. Si ella hubiera sido una hooligan la casa de todos hubiera sido ingobernable, pero no lo ha sido. Ha mostrado siempre el temple y la corrección, el sentido común y la tranquilidad de quien sabe que ostentaba un puesto de alta responsabilidad en nuestro Estado y debía estar a su altura. Muchos estamos orgullosos de ella, por lo que ha hecho pero sobre todo por cómo lo ha hecho. Hoy, 15 años después de poder hablar diez segundos con ella por primera vez, tengo el orgullo de ser su compañero y de admirarla desde cerca, de admirar a la mejor presidenta del Congreso de los Diputados en su historia, de admirar a Pastor,  la presidenta de todos.

Víctor Piriz es diputado del PP por Badajoz.

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