Economía rural

Un agricultor sevillano cambia el trigo por las placas solares y es viral en toda España: «Gano 19 veces más que antes»

Paneles solares
Agricultor con paneles solares. Foto: ilustración propia.

El auge de las placas solares está transformando el campo andaluz. En municipios como Carmona (Sevilla), el sol ha pasado de ser un factor climático determinante a convertirse en una fuente directa de ingresos. La transición, impulsada por la rentabilidad del arrendamiento de terrenos a compañías fotovoltaicas, marca una nueva etapa en la economía rural española.

Mientras los precios del trigo y el girasol se mantienen estancados, la energía solar se presenta como una alternativa con ingresos estables y predecibles. Los agricultores que antaño dependían de la cosecha anual ahora negocian contratos a largo plazo que garantizan rentas fijas. Este cambio, cada vez más extendido, redefine la relación entre el campo, la energía y el dinero.

¿Quién es el agricultor sevillano que cambió el trigo por las placas solares?

El boom de las placas solares ha llegado con fuerza a Carmona. Según reconoció su alcalde, Juan Ávila Gutiérrez, el municipio tramita actualmente 28 proyectos fotovoltaicos, una cifra que ilustra la magnitud de la transformación. Las 92.000 hectáreas agrícolas que caracterizan la zona están viendo cómo una parte se destina ahora a la producción de energía eléctrica.

Uno de los ejemplos más comentados es el de José Portillo, agricultor sevillano que decidió arrendar su terreno a una empresa fotovoltaica. Durante años, obtenía unos 100 euros por hectárea con el cultivo de trigo. Tras firmar el contrato de arrendamiento, la cifra se disparó hasta los 1.900 euros por hectárea.

Este salto, una rentabilidad 19 veces superior, refleja el atractivo económico del nuevo modelo. Portillo lo explica sin tecnicismos: “Antes dependía del tiempo y de los precios del grano; ahora cobro cada año lo mismo, pase lo que pase”.

Para muchos trabajadores del campo, el ejemplo simboliza el tránsito de una economía sujeta a la incertidumbre a una basada en la estabilidad contractual.

Las cifras no dejan lugar a dudas: por cada hectárea que antes requería trabajo constante y gastos en maquinaria o combustible, ahora se obtiene una renta fija sin necesidad de intervención. Este fenómeno está extendiéndose por toda Andalucía, impulsando lo que muchos ya denominan fiebre solar rural.

Este cambio no solo altera el paisaje. Supone una reconfiguración del modelo de ingresos para centenares de familias. Durante décadas, el valor del campo dependía de las lluvias, los precios del mercado o las plagas. Hoy, la estabilidad la aporta el contrato con la empresa de energía. Y, para muchos, eso marca la diferencia entre sobrevivir o cerrar la explotación.

Debate social en Carmona: entre la tradición y la rentabilidad

El auge de las placas solares no está exento de controversia. En los bares de Carmona, la conversación se repite: ¿pierde el pueblo su esencia agrícola o simplemente se adapta a los tiempos? Un vecino resume la situación: “Ha habido un revuelo grande porque de toda la vida la gente ha estado cultivando y ahora te vienen dándote un dinero por estar”.

Los datos confirman el cambio: la superficie dedicada al cultivo ha caído entre un 20% y un 30% en los últimos años. Mientras unos celebran el alivio económico, otros lamentan que el paisaje de su infancia desaparezca bajo los paneles metálicos.

Lo cierto es que el debate trasciende lo sentimental. Se trata de un cambio estructural en el uso del suelo, con implicaciones ambientales, laborales y culturales.

Para algunos, la llegada de empresas fotovoltaicas supone una pérdida de autonomía rural. Para otros, representa la única manera de mantener la propiedad de la tierra sin hipotecarse ante los vaivenes del mercado agrícola. Entre ambos extremos, el sol sigue marcando el ritmo, pero ahora no quema: paga.

El auge del autoconsumo: hogares y placas solares en expansión

El fenómeno no se limita al campo. En toda España, más de 200.000 familias instalaron placas solares en sus viviendas durante el último año. El autoconsumo energético, impulsado por las ayudas públicas y la reducción de costes, se consolida como tendencia nacional.

El precio medio de una placa solar ronda los 200 € por unidad, con variaciones según la potencia y calidad. Para una vivienda unifamiliar de unos 100 metros cuadrados y un consumo anual de entre 2.000 y 4.000 kWh, se necesitan entre cuatro y seis paneles. La inversión media se sitúa en torno a 3.500 €, con un periodo de amortización de entre cinco y siete años.

En el entorno rural, este modelo convive con las grandes plantas fotovoltaicas. Muchos agricultores optan por una fórmula mixta: mantener parte de su terreno en producción y destinar otra a la energía solar. Así, el campo continúa generando riqueza, aunque de una manera distinta.

El cambio que vive Carmona simboliza una tendencia que avanza sin freno. Las placas solares ya no son un elemento aislado, sino una pieza central del modelo energético español. La ecuación es simple: donde antes se sembraba trigo, ahora se produce electricidad.

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