Uribe acusa a Santos de «comprar» el apoyo de periodistas con dinero público
Álvaro Uribe sale al ataque. El ex presidente se revuelve desde su escaño en el Senado y desde su teclado en Twitter para defender su legado, su obra y su familia. Una Colombia orgullosa de sus Fuerzas de Seguridad, un país contrario a «ser entregado y a claudicar» y un padre, un hermano y unos hijos de los que reivindica su honradez. Y si para ello tiene que acusar a algunos periodistas famosos de connivencia con el narco en el pasado o de «venderse» al Gobierno Santos en el presente, se hace.
Estos días, una semana después de su demostración de fuerza tomando las calles con decenas de miles de partidarios en todas las capitales del país, Uribe ha señalado al famoso columnista Daniel Coronell como ejemplo de lo que los diputados del Centro Democrático (CD) consideran «el escándalo de la prensa vendida a cambio de contratos y subvenciones». NTC, la productora de Coronell, se ha beneficiado de contratos a dedo concedidos por el Ejército por valor de 4.500 millones de pesos (alrededor de 1,5 millones de euros). Eso en los últimos cinco años… precisamente, los que duran las llamadas conversaciones de paz entre el Gobierno y las FARC en La Habana.
EL DÍA QUE DANIEL CORONELL INTENTÓ ROBAR A LA NACIÓN https://t.co/SkZFAydUO4
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) April 12, 2016
Además, el ex presidente no ha dejado de recordar que Coronell, quien es célebre en Colombia pero reside en EEUU, fue socio en esa productora de un tal Justo Pastor Perafán Homen, hoy preso en Orlando (Florida, EEUU) cumpliendo 30 años por narcotráfico tras se detenido hace un par de décadas, antes de Uribe, cuando Colombia era otra.
Aquella Colombia
Hace 20 años, ser narco en Colombia no significaba ser un proscrito. Significaba ser rico. Y ya. Claro que había ricos por otros negocios, los madereros, los ganaderos, los industriales, los navieros… había hasta políticos ricos. De ésos siempre hay. Hace 20 años, la Policía allanó 65 propiedades del doctor Perafán, un magnate premiado por el Congreso sólo dos años atrás. Se le acabó viajar en jet privado e invitar a las chicas más guapas a sus fiestas, llenas de madereros, ganaderos, industriales, navieros… y políticos.
Si el dinero es poder, nada dio más poder jamás en Colombia que la cocaína.
Pero el país es hoy otro muy diferente. Han muerto quizá 200.000 personas y han perdido su vida, es decir, su hogar y su tranquilidad, millones. Hace 20 años gobernaba Ernesto Samper… y las FARC, el ELN, los paramilitares y bastantes oficiales del Ejército de la república se ganaban el sueldo de sicarios y a tiros, decidiendo quién sí y quién no según la mordida o la conveniencia. Hoy, ese país descompuesto por la corrupción y las milicias narcoterroristas establecidas a sangre, fuego y terror en vastos territorios, es otro. Pero el sumidero histórico de tanta podredumbre amenaza con llevarse por delante la esperanza.
Políticos sin doblez y periodistas puros como el agua bendita nunca han existido, menos aún en un país con esa historia en la mochila. Pero sorprende que Colombia no aúne sus fuerzas en rematar una guerra civil de 50 años y desvíe los tiros a las páginas de los periódicos, los tuits de internet y los banquillos de acusados por calumnia.
Los periodistas Daniel Coronell y Yohir Akerman han lanzado invectivas sobre Álvaro Uribe, a quien su país está agradecido por su labor. Quizá sea su buen aparato de propaganda, quizá su ejecutoria en el palacio de Nariño. El caso es que Uribe, fuera de la presidencia desde 2010, es el político mejor valorado por sus compatriotas justo ahora que su sucesor, Juan Manuel Santos, parece a punto de sellar la paz con el principal enemigo del pueblo, las autoproclamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. El presidente en ejercicio, curiosamente, en lugar de sacar rédito de tamaña hazaña, vive sus peores horas. Santos sólo cuenta con una aprobación del 13% entre sus conciudadanos.
Coronell y Akerman han publicado sendos artículos acusando a Uribe y su familia, por ejemplo de relaciones con el patriarca Ochoa, líder de un clan del crimen organizado, o del enriquecimiento de los hijos del ex presidente… Coronell asegura en un artículo firmado en la revista Semana que “en Colombia está prohibido” acusar a Uribe o a su familia de su oscuro pasado o de su tenebroso presente, y que el ex presidente “se sabe impune” y “responde con calumnias”.
Akerman fue señalado por Uribe como «militante del Ejército de Liberación Nacional (ELN)», después de que el columnista publicara un texto en el que hacía referencia a unos documentos desclasificados de la Agencia de Defensa estadounidense (DIA) que relacionarían al propio Uribe con el cartel de Medellín.
Álvaro Uribe es el enemigo número uno del llamado proceso de paz con los narcoterroristas. Opina con vehemencia que Santos está «entregando el país a las FARC», creando una Justicia ad hoc que considera delitos políticos el narcotráfico y el secuestro y que dará impunidad a sus crímenes de sangre. Uribe acusa habitualmente a su sucesor de “traidor”, “mentiroso” y de “réplica de Chávez”, en referencia a sus supuestamente erráticas políticas económicas y a que sea la Venezuela bolivariana uno de los países garantes de las conversaciones con la guerrilla, ha contestado a los periodistas a los que tacha de «vendidos».
Y lo ha hecho mostrando contratos, pruebas de lo que su partido, el Centro Democrático (CD), viene denunciando hace tiempo: la compra de la opinión pública a través de “pagos a periodistas para que escriban a favor del proceso”.
El documento que reproduce OKDIARIO es una muestra de los contratos que habría firmado la productora televisiva NTC, de Daniel Coronell, con el Ministerio de Defensa colombiano por valor de casi 5.000 millones de pesos (alrededor de 1,5 millones de euros). Precisamente esa empresa fue en la que Coronell estuvo asociado desde 1992 con César Villegas, un presunto testaferro de Perafán. Hoy Perafán está en la cárcel y Villegas bajo tierra, asesinado años después de colaborar con la Justicia en el llamado Proceso 8.000.
Miembros del CD como el senador Ernesto Macías no dejan de recordar la situación, insistiendo sobre lo que más daño le hace a Santos, las comparaciones con la dictadura bolivariana de Venezuela, país que ampara las conversaciones con las FARC que se celebran en la capital de la comunista Cuba.
En Venezuela la dictadura cierra Medios; en Colombia Santos compra periodistas. A Coronell le dio contratos por $4.500 millones en 2013.
— Ernesto Macías Tovar (@ernestomaciast) April 11, 2016
Queda claro que Colombia ha superado muchos de sus desequilibrios democráticos, porque en su territorio hay libertad de expresión como para poder publicar estas cosas, diga lo que diga Coronell como licencia estilística. También queda claro que los colombianos diferencian su deseo de paz de “una paz a cualquier precio”, según las cifras de las encuestas y de los ciudadanos que tomaron las calles el pasado día 2 de abril por todo el país.
Y queda claro que los estertores de la muerte que ha imperado durante 50 años en los valles y las cordilleras, en las Ciudades y las instituciones de Colombia amenazan con debilitar sus estructuras en el mismo momento en que parece asomar la esperanza.
Pero también queda claro que aún queda mucho para que sobre un político sin doblez escriba un periodista tan puro como el agua bendita. Si decíamos que el dinero es poder, no hay que olvidar que el poder corrompe, venga de la coca o del Gobierno.