San Isidro

Si París bien vale una misa, Madrid un chotis en la Plaza Mayor

Madrid
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Como decía Sabina: “La primavera sabe que la espero en Madrid”. Y es que mayo, con su buen tiempo y su alegría, viste a Madrid con el rojo más castizo de sus claveles y sus boinas caladas al ritmo de los chotis más pichis de la capital, durante la fiesta más castiza de la ciudad. San Isidro da la bienvenida a los gatos, a los extranjeros, a los madrileños de adopción y a todo aquel que quiera disfrutar de la feria más costumbrista y de sus gentes en unos días donde las calles se llenan de color, de música de organillo y de orgullo madrileño.

Pero, ¿qué hacen los chulapos y las chulapas en estos días tan señalados?

Ponerse un clavel en la melena (rojo, como no puede ser de otra manera) y un chaleco para chulear. Este es el uniforme para estar to’ guapo (aka estupendo) en este día tan señalado y poder ir con la cabeza bien alta a La Pradera de San Isidro y a Las Vistillas, dos enclaves imprescindibles a los que se llega en cero coma (aka muy rápido) desde el centro y donde se reúne lo más granado de la juventud madrileña; y es que pocas cosas hay más castizas que una buena verbena en estos espacios que se llenan de gente con ganas de pasarlo bien y de bailar.

Para ir de uno a otro punto sin tener que pagar a pachas un teki (aka pagar a medias un taxi), una opción perfecta es darse un chompi (aka darse un paseo) por las calles más icónicas del centro de la capital donde podrás encontrar desde un tradicional barquillero bajando por Arenal, una organillera interpretando los temas más famosos del género chico en la Plaza Mayor hasta parejas de chulapos marcándose un chotis en la plaza de Ópera. Muchos de los bares sacan sus barras a la calle, algo que renta mazo (aka que es imprescindible) si lo que quieres es disfrutar del ambiente, ver a la gente pasar y poder seguir tu camino con un vermú bien tirado, una caña en los bares donde paran los auténticos parroquianos -los de palillo en boca y pañuelo en bolsillo- e incluso un aguardiente con azucarillos para los más valientes.

Si te flipa la gastronomía

Si lo que te flipa (aka gusta mucho) de verdad es la gastronomía a la hora de descubrir una ciudad, las opciones de la ciudad donde no se concibe el mar son infinitas: desde marcarse un cienmon (aka ir a 100 Montaditos) -aprovechando la Euromanía del domingo, cuando ponen toda la carta a 1 euro- a los bocatas de calamares de Postas, el chocolate con churros de San Ginés, que es un canteo (aka está buenísimo), o un señor cocido de tres vuelcos en La Bola -porque cómo nos gusta lo que nos encanta-. Aunque el dulce por excelencia de estas fechas son las rosquillas, las tontas y las lisas, que harán las delicias de los más golosos y los que quieran saber a qué sabe de verdad esta ciudad -además de sus sempiternos barquillos y sus atemporales caramelos de violeta-.

Si después de pasar un día entre sus calles, su gente, sus gatos, su música y su gastronomía, no te renta (aka convence) nada irte a keli (aka casa) porque tienes más jarana (aka marcha) en el cuerpo que unas castañuelas en feria, estás en el lugar perfecto, la ciudad que nunca duerme, la cuna de La Movida; y Malasaña mola mazo (aka está genial) para terminar la jornada perfecta: siempre está ahí para abrirte las puertas de sus garitos más icónicos con los que cerrar el finde más madrileño, tronco (aka amigo). El Penta, La Vía Láctea o el 2D son algunos de los enclaves donde los ochenta se vivieron con más fuerza en la ciudad y que hoy en día siguen abiertos al público para que mueva sus caderas al ritmo de la mejor música.

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