Dolor y gloria
España se suicidó primero y resucitó después. Como la película de Almodóvar el duelo ante Croacia fue Dolor y gloria. Primero dolor, con el gol de regalo que cocinaron entre Pedri y Unai Simón para dar ventaja al rival. Después gloria, cuando la selección resucitó con fútbol, empuje y valentía. La remontada hasta el 3-1 parecía histórica. Sarabia primero, Azpilicueta después y Ferran Torres el tercero.
Sin embargo, nos dejamos empatar en siete minutos y el duelo se fue a la prórroga. Volvió el dolor. La gloria llegó en la prórroga con los goles de Morata, por fin héroe nacional, y de Oyarzabal.
Como un adicto a la nicotina no puede dejar el tabaco, a Luis Enrique le cuesta la misma vida dejar pasar un partido sin tocar (o trastocar) su alineación. Al seleccionador español le gustan los retoques más que a Donatella Versace. Mira que jugamos bien ante Eslovaquia, con solvencia, vigor, presión. Vamos, que fue un partido redondo. Pero llega el día en que nos jugamos los cuartos contra Croacia y Luis Enrique deja su sello.
Se cepilló a Jordi Alba, titularísimo en los tres partidos, y a Gerard Moreno, que había sido de lo más potable de la selección en los dos encuentros que jugó, y metió de golpe al inédito Gayá en el lateral izquierdo y a Ferran Torres por el costado derecho. El resto, los mismos que golearon a Eslovaquia, de Unai Simón a Morata, tan cuestionado en la grada como intocable para el seleccionador.
Hagamos constar aquí, siquiera sea por lo noticioso, que Dani Olmo, Pau Torres y Marcos Llorente seguían con su medicina de banquillo, mientras que Azpilicueta, Eric García y Sarabia repetían como titulares.
Modric y sus paisanos
Enfrente nos esperaba la Croacia de Modric, sempiterno capitán que descumple años a lo Benjamin Button y que cada partido juega mejor. A los croatas les faltaban dos tipos de cuidado, Lovren y Perisic, por lo que llegaban a octavos algo capitidisminuidos.
Y cuando dieron las seis de la tarde en el Parken de Copenhague y con un césped que al menos parecía verde, comenzó el España-Croacia que marcaría si nos metíamos en cuartos o nos volvíamos directos a Ibiza.
España salió bien. Monopolizamos la pelota y encerramos a Croacia. O Croacia se echó atrás porque era su plan, vaya usted a saber. Nuestra presión era alta y valiente. Los croatas capeaban el temporal como podían con Modric dando más órdenes que un sargento con urticaria. Pero en la televisión veíamos un partido de fútbol sala con la mitad del campo croata como escenario.
La selección no tradujo su dominio en ocasiones y Croacia respiró con alivio pasado el chaparrón inicial. El duelo entró en una fase en la que España cocinaba el fútbol en busca de un hueco entre la maraña de defensas croatas. Ahí había más gente junta que en el macroconcierto de reguetón de Mallorca.
Perdona Koke
Al filo del minuto 13, gafe y con rima, llegó nuestra primera ocasión tras una buena dejadita de Morata que Sarabia estrelló con violencia contra el lateral de la red. Dos minutos después España tuvo el 1-0 tras una asistencia de Pedri, que se reencarnó en Iniesta, para un Koke que se plantó mano a mano delante de Livakovic, pero resolvió con un tiro raso, flojo, blandito. Se higuainizó. Esas no se pueden fallar.
La ocasión de Koke espoleó a España, que también rozó el gol en un centro llovido que remató Morata. Vida, viejo central de Croacia, se cruzó en el camino y metió la mano. Mano sin querer en el VAR de la Liga es penalti (sobre todo en contra del Madrid), mano sin querer en la UEFA no es nada. Así que nos quedamos compuestos y sin penaltis.
Luego nos dio por pegarnos un tiro en el pie (por no decir otro apéndice del cuerpo) y nos metimos un gol en nuestra propia portería. Fue en el minuto 20 cuando Pedri echó un balón hacia Unai Simón desde campo contrario. La ley del fútbol dice que no se puede echar un balón así al guardameta sin mirar, aunque es verdad que sólo el portero de España sabe en qué (o en quién) estaba pensando para tragarse un gol obsceno, impropio hasta para un benjamín.
La cantada del siglo
No es fácil describir con palabras la magnitud de una cantada histórica, de esas que marcan tu carrera. Pedri tiene parte de culpa, pero Unai Simón saldrá en todas las fotos. Como en los anuncios de pisos: mejor ver. A mí se me vino a la cabeza la lista negra de grandes pifias de otros porteros (buenos porteros) con la selección: De Gea en Rusia, Zubizarreta contra Nigeria y hasta Arconada contra Francia en la final del 84.
El gol de Croacia fue un sopapo en toda la cara de España. Un zasca, que dicen los milenials. Tanto fue así que en el 24 nos pudo caer el segundo después de que Vlasic se hiciera un llavero con ese Eric García que está más verde que un aguacate. Por suerte para España la estrelló contra el lateral de la red. La selección necesitaba un tiempo muerto y la arenga de Gladiator.
La selección trató de coser la herida abierta por el gol regalado a Croacia, pero hacía falta mucho hilo. Sin embargo, la fe del equipo de Luis Enrique tuvo su premio en el 39 cuando por fin España encontró el gol. Fue en una jugada con mil rebotes que, tras un rechace final de Livakovic, cayó a los pies de Sarabia dentro del área. El centrocampista del PSG no perdonó, reventó la pelota y logró el 1-1.
España tomó aire. Partido nuevo. Luis Enrique estaba por ponerse de corto y salir a jugar. Croacia se sobrepuso al gol encajado, pero no cambió su idea: defensa en bloque bajo, Modric de lanzador y a buscar la espalda de la adelantada defensa española. El tiempo se fue consumiendo y, casi sin darnos cuenta, llegamos al descanso no sin que antes Morata estropeara con un tiro defectuoso una jugada coral de la selección.
Sarabia y Azpilicueta lo arreglan
El seleccionador croata retiró a Petkovic, posiblemente tocado, y Unai Simón arrancó el segundo tiempo helándonos la sangre con otra jugada en la que se adornó con los pies. El público se debatía entre el aliento y el cachondeo con el portero de España.
Poco cambió el guión con respecto al del primer tiempo. Dominio de España, repliegue de Croacia. Y un montón de nervios. Necesitábamos un poco más de Ferran, porque Pedri y Sarabia estaban haciendo un nudo a los croatas.
En el 56, después de mucho cocinar, llegó el segundo de España. Lo marcó Azpilicueta, que cabeceó en el segundo palo un centro medido de Ferran Torres desde la izquierda. Luis Enrique lo celebró como si hubiera marcado él y en el Bernabéu. La selección encarrilaba el partido después de mucho remar.
El seleccionador puso a calentar a varios de los suplentes. Quizá había llegado el momento de mover el banquillo. Se estiró Croacia y tuvo el 2-2 en el 66. Lo evitó Unai Simón con una buena mano abajo a un disparo envenenado de Gvardiol. Y de nuevo el portero español metió un pie salvador en un mano a mano posterior. Eso sí, la jugada estaba anulada por fuera de juego.
Igual que un gol que marcó Morata un poco después. El delantero español se había empadronado en el fuera de juego. Luis Enrique sacó a Dani Olmo y Pau Torres por Sarabia y Eric García. El cronómetro parecía detenido. En el 75 Gayá sintió molestias y Luis Enrique metió a Jordi Alba en su lugar.
Ferran Torres sentencia
Y un minuto después llegó el tercero de la selección. Fue una falta en campo propio que sacó Pau Torres con un gesto muy vivo. Gvardiol se enganchó y Ferran Torres aprovechó la cantada del defensa croata para acelerar, ganarle la espalda y marcar el 3-1. El banquillo español botó y provocó un movimiento sísmico en el Parken.
Pero España, con los cambios de Luis Enrique a la cabeza, siempre le da emoción a los partidos. Tanta que en el 85 llegó el gol de Orsic en un barullo en el área de Unai Simón que nadie supo resolver. Croacia acortó distancias hasta el 3-2 y a todos se nos disparó el pulso. Iban a ser cinco minutos (o diez, según lo que quisiera el árbitro) molto longos, que diría Juanito.
Lo fueron. Estábamos resistiendo. Pero no. La selección, que ya tenía la piel del oso croata vendida por wallapop, tuvo que devolverla con el gol de Pasalic en el 92 después de un error defensivo de España, especialmente de Busquets que debió hacer falta para cortar el contragolpe. Madre mía. Nos habíamos dejado igualar dos goles de ventaja en siete minutos.
España se suicida
Así que nos fuimos a la prórroga. Como en la oscarizada película de Garci, Volver a empezar. España, tocada tras dejar escapar una renta de dos goles y Croacia, con ese subidón que te da remontar. Los de Modric tuvieron el 3-4 en un disparo dentro del área pequeña de Kramaric que sacó Unai Simón con una mano milagrosa. Menos mal.
En la jugada de vuelta el central Vida evitó el gol cantado de Dani Olmo al cruzarse de manera milagrosa. Milagrosa para Croacia, claro. Pero para milagroso (y maravilloso) el gol que marcó Morata en el 95. La asistencia fue de Dani Olmo. El delantero español, que esperaba en el segundo palo, la controló y empaló el balón, que se incrustó en la portería Croacia.
El tanto espoleó a España, que volvió a desatarse, liderada por un ubicuo Dani Olmo. El extremo del Red Bull Leipzig encontró a Oyarzabal, que apareció en el área para sellar el quinto. Otra vez dos goles de ventaja, pero yo ya no me fío de nadie.
Héroe Morata
Al descanso de la prórroga nos quedaban 15 minutos para no tirar por la borda el trabajo de un partido épico, como los combates de Rocky Balboa. Croacia rondó el cuarto en una ocasión que Budimir echó fuera. Por cierto, Unai Simón rozó el tiro con la yema de sus guantes. Respiró Luis Enrique y toda España con él.
El cansancio fue golpeando lenta pero inexorablemente a todos los futbolistas. El ritmo del partido cayó de golpe y España se dedicó a mantener la pelota como método de defensa. Croacia estaba partida. Una remontada imposible vale, pero dos ya no. Al final, la selección de Luis Enrique supo guardar la ropa y acabar logrando una clasificación merecida aunque fuera con media hora y millones de taquicardias de retraso.
España se metió en cuartos después de un partido épico e histórico. Eso sí, aunque dicen que con sufrimiento sabe mejor, yo prefiero golear y ahorrarme la visita al cardiólogo. Así que si en el próximo partido podemos quedarnos con la gloria y pasar del dolor, casi mejor.