Sánchez pide a ERC apoyo a sus Presupuestos a cambio de cesiones separatistas para alargar la legislatura

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Pedro Sánchez, Joan Tardà y Gabriel Rufián.
Carlos Cuesta

Pedro Sánchez está dispuesto a muchas cesiones a los separatistas, pero no a cambio de nada. Y el precio no es una investidura efímera: el candidato socialista busca un pacto cruzado que le permita realizar las cesiones ante ERC, PNV y EH Bildu pero que le garantice, a cambio, una legislatura de al menos dos años. Y para eso necesita el apoyo, al menos, a unos Presupuestos: los que ya tiene pactados con Podemos, de forma que pueda prorrogarlos sin problemas otro año y tener combustible para permanecer la mitad de la legislatura sin problemas de apoyos políticos.

Sánchez sabe que su gobernabilidad será un auténtico polvorín. Que su capacidad de legislar será reducida salvo en materia de radicalidades ideológicas y medidas contrarias al espíritu de la Transición y de la Constitución. Y todo ello se unirá a un agravamiento de la desaceleración económica que forzará un descontrol económico. Por eso, el candidato socialista ha puesto una exigencia en la mesa de negociación: que, a cambio de las cesiones separatistas, tiene que recibir un apoyo estable, al menos a un texto de Presupuestos. A unas cuentas del Estado que sí sean admisibles por Bruselas.

La tarea es complicada, porque incluso el actual pacto con Podemos -que incluye el respaldo a los Presupuestos que ya pretendieron aprobar en el pasado- se apoya en unas medidas económicas que hicieron saltar las alarmas en Bruselas. Especialmente porque desde las filas de Pablo Iglesias siguen desafiando los pactos constitucionales que respaldan el poder europeo para exigir rigor en el control del déficit.

Pero en el PSOE saben que esos Presupuestos, al menos, pueden ser limados y negociados en la UE. Y saben igualmente que, sin embargo, si se dispara una subasta interna entre sus socios en la que compitan todos esos partidos para demostrar ante los votantes quién es capaz de pedir más gasto supuestamente social, el descontrol puede ser de tal magnitud que Bruselas ponga la proa a Sánchez nada más empezar la legislatura.

Por eso, a cambio de retorcer la Constitución; de dar entrada en el Poder Judicial a ERC y PNV; de acercar a los presos; de dar poder sobre la Justicia a Cataluña y País Vasco; de aceptar el término «nación» para lo que no lo es según la propia Carta Magna; de regar con fondos a la Generalitat y permitirle eludir el sistema de solidaridad de todas las comunidades autónomas; etc; a cambio de todo ello, Sánchez pide que se acepte su tutela en esos Presupuestos. Y lo hace con un argumento: que si la pelea comienza a los quince minutos de la investidura, la legislatura será corta y ninguna obtendrá su objetivo.

A partir de ahí y con unos Presupuestos suyos, el presidente en funciones sabe que podrá prorrogarlos, al menos una vez, y seguir mandado aunque no pueda desarrollar gran actividad legislativa adicional, salvo la de fuerte carga ideológica.

Con esas bases se han empezado a aceptar las exigencias de todos los separatistas: con las de dar a Sánchez una legislatura medianamente larga y estable. Otra cosa distinta es que ese pacto se vaya a cumplir pasado el tiempo.

Por eso se ha buscado el famoso «a partir de ahora más discreción”, tal y como resumía una fuente cercana a la negociación entre el Partido Socialista y Esquerra Republicana, finalizado el tercer encuentro del pasado martes, el escenario que se abre a partir de ahora. Porque las negociaciones bajo esos términos pueden ser muy rentables para todos los socios de Sánchez y para el propio líder socialista. Y por eso, los negociadores se han prometido ya abandonar la transparencia, que en su día defendió fervientemente Pedro Sánchez, para continuar viéndose en secreto, alejados del foco mediático y del centro de la vida política. Cerrojazo informativo. Sin cámaras y sin apenas información pública.

El objetivo final: avanzar con paso firme en la mesa de negociación, bilateral, que exigen los separatistas.

«Hay avances» afirmaban esta semana todos los actores implicados, sin concretar más. Los socialistas siguen asegurando que «todos los pactos estarán dentro la Constitución», pero ya no niegan que están dispuestos a explorar una mesa de diálogo, de tipo bilateral -de igual a igual-, y con «lealtad institucional” del uno hacia el otro. Traducido: como si se tratara de países distintos, equiparando el Gobierno y la Generalitat.

El objetivo final de ERC es claro y lo admite abiertamente: quebrantar el orden constitucional con la celebración de otro referéndum secesionista. No hay término medio. Blanco o negro.

Y para que esa mesa de diálogo dé sus frutos el PSOE y ERC no sólo negocian la investidura. Según las mismas fuentes, en los dos últimos encuentros, se ha hablado ya de dar estabilidad al ejecutivo socialcomunista que formen Sánchez e Iglesias. Eso garantiza a ambas partes varios años de tregua para cumplir con sus objetivos.

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