Crónica de campaña

Sánchez a Junqueras: «Tú me echas a Torra y te reconozco a Cataluña como nación»

Quim Torra
Pedro Sánchez y Quim Torra. Foto: Moncloa.

Nada es casual. Todo sucede organizadamente. La nueva pero recurrente apuesta del aún presidente Pedro Sánchez por el plurinacionalismo y la reforma de la Constitución es la parte de un trueque que el Gobierno central está intentado cumplimentar con ERC de Cataluña: «Tú me echas a Torra –le dice a Junqueras- y yo te ofrezco cambiar la Constitución y reconocer a Cataluña como Nación». Es lo que un ministro del Gobierno denomina literalmente «tender puentes», o sea, volver a la monserga del diálogo para ver si se aplaca la furia secesionista del independentismo. Claro está que esta operación guarda muchos inconvenientes; el más cercano es la resistencia de Quim Torra que, acuciado por el fugitivo de Waterloo, no tiene la menor intención de ceder la primogenitura de la Generalidad.

Torra, por su lado, anda construyendo otra operación doméstica; ni más ni menos, que expulsar de la Consejería de Interior a su ocupante Miquel Buch. En Madrid sólo se pide que este hombre, instalado en la esquizofrenia de obedecer a su jefe o contentar y apoyar a su policía, los Mossos d’Esquadra, no sabe ya qué hacer, ni cómo hacer, para subsistir en su puesto. Desde el Gobierno se le traslada tibiamente su solidaridad pero sin pasarse, no vaya a ser que la ayuda se convierte en la gota que colma el vaso de paciencia del orate Torra.

Este Gobierno de Pedro Sánchez, según algunos de sus propios componentes, piensa que puede obtener frutos de su estrategia para liquidar a Torra. Por lo pronto intentar que el pobre Buch, acosado por el fuego amigo de sus propias filas, no se harte y envíe a fer punyetes al personal del Govern que le está abriendo a diario la tierra debajo de los pies. Este Gobierno del aún presidente confía en que su recomendación, «Buch: resiste», le salga tan bien como la sugerencia que la ministra de Justicia, Dolores Delgado, hizo al Tribunal del procés para que la sentencia no saliera antes del día 14. «Si hubiera ocurrido lo contrario, habríamos estado en llamas en Cataluña el Día de la Fiesta Nacional». Es decir, que es una estrategia ya ensayada con anterioridad”.

Ahora el Gobierno del aún presidente y muy particularmente el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, están tomando extremas precauciones para controlar lo que puede ocurrir en tres días concretos. El 4 y 5 de la próxima semana en los que los Reyes y la Princesa de Asturias estarán en Barcelona con el motivo principal de los Premios Princesa de Gerona y más aún en la fecha del día de reflexión en el que los violentos ya vienen anunciando algaradas de todo tipo en puntos cruciales de la vida institucional del Principado. Interior se teme, de verdad, lo peor.

Así las cosas y por conveniencia estrictamente electoral, Sánchez ha regresado con el timo del «diálogo» y de las cesiones constitucionales a los independentistas menos feroces. Todo forma parte de una operación destinada no sólo a evitar que la ERC «moderada», a la que ya se compara con la ETA buena de los dramáticos años de plomo, siga apoyando a los agresores que están sembrado el caos en Cataluña.

ERC en un primer momento lo intentó, pero ha vuelto a recular como lo demuestra que el impagable Rufián, tras unos momentos de vacilación y apoyo a los Mossos, se haya vuelto espectacularmente atrás después de sufrir insultos de traición. Todo está pues en el alero pero Pedro Sánchez quiere llegar al día 10 con paz. Y eso al precio que sea. Incluso al de pactar con el demonio secesionista. Le sobra Torra y va a por él.

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