Sánchez y Junqueras se chantajean mutuamente

Oriol Junqueras Pedro Sánchez
Oriol Junqueras y Pedro Sánchez, en el Congreso.

La intrahistoria más actual es la de un chantaje mutuo: Yo, PSOE, te coacciono a ti; yo (Esquerra) te amenazo a ti. Dicho en román paladino: Sánchez (el PSOE no existe desde que este individuo lo controla) comunica a sus amigos sediciosos que no pondrá en libertad a Junqueras hasta que los separatistas firmen la investidura, y el prócer Rufián, negociador jefe de ERC, contrataca y manifiesta que, al revés, ellos no se apuntan a la entronización de Sánchez si antes éste no ha sacado de la cárcel al preso catalán. Es un trato a medio hacer que avergonzaría a los que realizaba Capone en su época de buen rollo, o sea de corrupción, con la Policía de Chicago. Así que en esas estamos: el Gobierno ha dejado en boca de tres o cuatro voceros socialistas el beneplácito al discurso navideño del Rey porque ¡estaría bueno que Sánchez y sus corifeos se apuntaran a las hipócritas loas de un texto que ellos modificaron a su gusto y capricho! Callan como difuntos porque no quieren disgustar más de lo debido a sus presuntos socios, no vaya a ser que se encocoren y les hagan una pedorreta en la investidura.

La verdad es que, pese a su osadía rayana siempre en el dolo, el presidente aún en funciones, no sabe cómo meterle mano al lío en que se ha introducido voluntariamente. Verán: las noticias que llegan de la Abogacía del Estado son que los juiciosos profesionales que trabajan en ella se están tirando literalmente del moño; es más, no encuentran un voluntario que, por que quiera ascender con Sánchez, se apreste a poner ciencia jurídica a la chapuza que el todavía presidente en funciones quiere perpetrar. “¿Quién -me dice un profesional del ramo- se va a enmerdar suscribiendo un informe bochornoso?” En un principio, la amical camarada de Garzón, la aún ministra en funciones de no se sabe qué, Dolores Delgado, transmitió -me insisten- que el informe de la Abogacía se publicaría en un periquete aunque fuera con la coletilla enojosa en la que, de común, se refugian los profesionales del Derecho cuando quieren acreditar que sólo por fidelidad a quien les paga firman el correspondiente texto. La coletilla es casi una claúsula de conciencia: “Siguiendo instrucciones de mi cliente…”. Ni siquiera con ese añadido parecen tragar los letrados.

Y así se encuentra el conflicto: entre chantajes de desaprensivo a desaprensivo, resistencias profesionales, y prisas desbocadas de un individuo que prevé que, si las negociaciones se alargan más allá del 8 de enero, sus perspectivas de investidura menguarán hasta el punto de ponerlas en almoneda. Ya fracasada la inicial tentativa de que Batet, la fiel nacionalista que sirve a Sánchez, convocara a rebato en estos últimos días de diciembre, la idea, alimentada extensamente por La Moncloa, de que son adecuados el 2 y el 3 de enero para el debate y el 5 para la votación, no hay por dónde cogerla: “Pero ¿en qué cabeza cabe -se preguntan los más antiguos cronistas parlamentarios- una votación de investidura el día en que las caravanas de los Reyes Magos pueblan todas las calles de España?” Y ¿en qué cabeza cabe una investidura apoyada por los sediciosos unas horas antes de que el Rey, a quien los separatistas quieren derribar, presida la Pascua Militar?”. La respuesta es simple: en la de un personaje que pretende a toda costa ser presidente a costa de lo que sea, poniendo en riesgo lo que sea, y pactando con quien sea.

Sufrimos unos días de vértigo. Precisamente el 2 venidero se cumple el plazo que posee la Abogacía del Estado para emitir su informe, un dictamen por cierto que podría haberse evitado y que únicamente se ha pedido para arropar con bochorno la estrategia del aún presidente en funciones.  Lo más sonrojante del caso es que, según todas las informaciones que llegan al cronista, el informe hace una semana que está redactado en el sentido que desea Sánchez. Su difusión se aplazó porque, de haberlo conocido el Rey antes de su discurso, éste hubiera tenido una tónica más rotunda, y ahora, pasado ese trance, porque nadie se atreve a rubricar el enjuague, mucho menos los penalistas de la institución que sobreviven a las sucesivas acometidas de la ministra Delgado. Sánchez hace mutis ante los periodistas. Lástima que no lo haga ante todos los españoles.

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