Pedro el Breve se baja del Falcon y convoca elecciones el 28 de abril
Los españoles volverán a la urnas el 28 de abril. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha decidido poner fin a una legislatura convulsa que ha conocido dos presidentes, una moción de censura, y sólo ha servido para prolongar la inestabilidad política que arrojaron los resultados del 26 de junio de 2016.
Acabó la huida hacia adelante en la que se convirtió el mandato de Pedro Sánchez desde el mismo día de su investidura en junio. La mayoría armada para derribar a Mariano Rajoy no ha podido sacar adelante un proyecto de gobierno y el líder del PSOE, que llegó a Moncloa con la promesa de convocar elecciones inmediatas y se aferró al cargo después, ha decidido tirar la toalla. Claudica antes de presentar siquiera su «Manual de resistencia», ese libro que le presenta como dirigente al que no hay obstáculo que arredre.
Sánchez se convierte así en Pedro el Breve, el presidente con el gobierno más corto de la democracia después de haber sido el primero en serlo sin necesidad de ganar previamente unas elecciones. Apenas nueve meses que han pasado volando para un presidente que convirtió en carne de meme su uso y abuso del Falcon desde que sus asesores de imagen sorprendieran a España convirtiéndole en una parodia chusca de Kennedy.
Los Presupuestos Generales del Estado han sido un listón demasiado alto para un Ejecutivo cuya estabilidad estaba en manos de los partidos independentistas. Puigdemont puso a Sánchez en Moncloa y Puigdemont, como los emperadores romanos, ha bajado el dedo para desalojarlo.
Sánchez podía haber intentado gobernar con los presupuestos prorrogados de Rajoy. De hecho, esa posibilidad fue apuntada por el propio presidente durante su viaje a la República Dominicana, cuando confesó a los periodistas que no se iba a someter al trance de presentar unos presupuestos para los que no tenía apoyos parlamentarios.
Sánchez es el presidente con el gobierno más corto de la democracia después de haber sido el primero en llegar a la Moncloa sin ganar unas elecciones
Sin embargo, en uno de sus habituales cambios de rumbo, Sánchez optó por presentar las cuentas y se sentó a negociarlas con los dos partidos que tienen a sus dirigentes ahora sentados ante el Tribunal Supremo, o dados a la fuga de la Justicia, acusados de rebelión y sedición por el referéndum ilegal del 1-O.
El desgaste ha sido brutal para Sánchez. Las cesiones que estaban sobre la mesa, resumidas en la figura icónica del relator, escandalizaron a los barones socialistas. Vara, Lambán, Page… Todos los que se juegan el futuro en las elecciones de mayo alzaron la voz, conscientes de lo que se les avecinaba, pues ya tenían el precedente de Susana Díaz. También lo hicieron los totems del socialismo patrio, como Felipe González y Alfonso Guerra.
Y con el PSOE en llamas, Pablo Iglesias, el socio preferente de Sánchez, comunicó al presidente que sin presupuestos no le mantendría el apoyo para sobrevivir gobernando por decreto con la red de seguridad de los presupuestos prorrogados de Rajoy.
El presidente se quedó solo en un callejón del que sólo podía salir mediante la convocatoria adelantada de elecciones. Y como no hay mal que por bien no venga, el líder socialista convertirá ahora la derrota de los presupuestos en la baza de su discurso electoral: la prueba evidente de que no aceptó el chantaje del separatismo. Y de que, entre «las tres derechas» y el separatismo, él es el centro al que ni unos ni otros soportan.
Con fecha y relato, Sánchez ha decidido jugársela en las urnas. Si fracasa, los barones volverán a esperarle con el cuchillo entre los dientes. Si se sale con la suya, Sánchez tendrá que añadir un nuevo capítulo a su ‘Manual de resistencia’: el de cómo acabó con el sambenito de ‘el okupa de La Moncloa’.