El Gobierno catalán no podría pagar pensiones y paro

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Interior de una oficina de empleo. (Foto: EFE)

Una Cataluña independiente no podría asumir el pago de pensiones y paro. Así de claro, aunque Artur Mas lo oculte. La realidad es que no puede pagar a sus 1,6 millones de pensionistas. Le faltan más de 1.625 millones de euros cada año para sus pensionistas. Y va en aumento. Sus cotizaciones son inferiores a las pensiones. O saca dinero de su futuro presupuesto independentista o extermina pensionistas. Hasta ahora este agujero lo tapa el Estado español, o sea la España que según los independentistas les roba. Algún extremeño está pagando la pensión de un abuelo catalán. Pero no hay nada escrito sobre financiar con dinero público español las pensiones de Katanguña.

Algo similar sucede con el paro. En 2014, el dinero que el Estado español pagó a los parados catalanes ascendió a 3.950 millones. Con más de 700.000 parados, 1,6 millones de pensionistas y sólo tres millones de ocupados, es inviable que los catalanes que trabajan puedan generar cada año más de 5.000 millones para socorrer a sus compatriotas subsidiados.

Otro dato demoledor sobre las consecuencias de la deriva independentista de Mas: las inversiones productivas extranjeras se incrementaron en 2014 un 8,5% en toda España (singularmente en Madrid con un 4,7% y en Euskadi con un 28,5%), pero cayeron un 13,3% en Cataluña. El inversor extranjero ya no teme poner su dinero en una Euskadi otrora castigada por el terrorismo. Ahora lo que le aterra es invertir en un destino tan incierto como Cataluña.

El comercio con el resto de España también es vital para Cataluña. Es el fundamento de la riqueza catalana. En este mercado interno tuvo un superávit de 17.001 millones, mientras que en sus ventas al extranjero tuvo un déficit de 11.695 millones. Cataluña necesita a España como cliente. Le garantiza que su balanza global sea positiva en 5.306 millones de euros.

Y aquí surgiría el efecto frontera: la desmembración de países hace descender entre uno y dos tercios las compras, como ya pasó en Checoslovaquia y Yugoslavia. Amén de los eventuales aranceles a productos extranjeros.

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