Esperanza Aguirre: “Sánchez tiene que defender nuestras fronteras y devolver a los invasores”
Política, siempre política, pero jamás políticamente correcta. Esperanza Aguirre (Madrid, 1952) llega al Café Comercial de Madrid, en la Glorieta de Bilbao, a toda velocidad. Sola, bailarinas beige, vestido de verano y bolso en mano. ¡Ah! Y mascarilla de Ágatha Ruiz de la Prada de corazones rosas. Algunos de los presentes en la sala abandonan de forma momentánea su café y miran con curiosidad; otros levantan la mano para saludarla y otros, los más osados, gritan: “¡Esperanza! ¡Esperanza!”. Ella, mientras, sonríe y devuelve el saludo.
Sabe que no cae bien a los que no piensan como ella, que los podemitas jamás la votarían, pero sí que se irían con ella a tomar algo porque “soy una persona sin complejos y les divierte saber lo que digo”. Precisamente, acaba de publicar ‘Sin complejos’ (La Esfera de los Libros), un libro donde una vez más muestra –y demuestra–que no se arrodilla ante “los gurúes de la corrección política”.
Defiende la importancia de la famosa y tan criticada foto de Colón, cree que la Ley de Memoria Histórica ha tenido consecuencias paradójicas porque “hemos leído más literatura sobre la Guerra Civil y la República que nunca, y nos hemos dado cuenta de que nada era tan idílico en el régimen republicano como nos querían hacer creer”. A propósito de esto, Aguirre habla de Andrés Trapiello: “Es un escritor magnífico y Pepu Hernández sabe mucho de baloncesto, pero quizá poco de Historia”.
Esperanza, tengo un amigo que dice que jamás la votaría porque es podemita, pero sí se iría de cañas con usted. ¿Por qué cree que despierta esa simpatía y les cae bien?
No creo que les caiga bien, pero sí que les apetezca tomar una cerveza conmigo porque saben que soy una persona sin com-ple-jos (dice lentamente), así se llama mi libro. Yo quería ponerle ‘La tormenta perfecta’, pero a la editorial le gustó más ‘Sin complejos’ y, mira, tras poner ese nombre descubrí que la etimología de complejos es plegarse y, quizá, como yo no me pliego ante los gurúes de la corrección política, ni a los que están en los centros de producción ideológica, que todo es ideología de izquierdas, pues les divierte saber qué digo.
A propósito de esto, en el libro hace referencia a la guerra cultural, esa que pretendía librar Cayetana Álvarez de Toledo y que pareció quedar segada con su destitución…
¡Claro que la libró! Un año entero en Barcelona, pero por alguna razón, Pablo Casado cambió de estrategia en el verano del 2020. Creo que con una intención acertada para captar los votos de Ciudadanos (Cs), ya que habían pasado de 54 escaños a 10 escaños, una de las pérdidas más increíbles de la historia de nuestra democracia. A mí me parecía acertada como estrategia, pero la táctica que utilizó para conseguirlos, a mi juicio, no dio resultados y lo vimos claramente. En Cataluña Cs perdió 30 de los 32 escaños que tenía y nosotros no cogimos ni uno. Es más, perdimos uno de los nuestros.
Y no funcionó porque…
Porque creo que Pablo hizo tres cosas que no gustaron a la gente: el cese de Cayetana, que había dado todas las batallas ideológicas, los ataques personales a Santiago Abascal en la moción de censura y la entrevista que Pablo dio en ‘RAC 1’.
¿La entrevista en la que dijo que no le gustó la intervención policial del 1-O en Cataluña?
Sí, y lo de las banderas. Mira, yo juzgo por los resultados, no soy como los socialistas que la calidad de la educación la juzgan por el gasto. No, no, el gasto no es el resultado de la educación. De hecho, hay países que tienen un gasto de la educación menor y tienen unos resultados mucho mejores. Entonces, como juzgo por los resultados, vimos que en las elecciones catalanas los resultados fueron muy entristecedores para los miembros del PP. Y te digo más, si no llega a ser por el subidón que le dio a Pablo Iglesias y a Iván Redondo tras aquello, que les hizo pensar que nos podían quitar todas las instituciones que teníamos en Murcia, Castilla y León, Andalucía y Madrid, e hicieron las mociones de censura… Pues no nos hubiera dado a nosotros el subidón que nos dio la falta de complejo y los reflejos de esa gran líder que es Isabel Díaz Ayuso.
Le gusta Ayuso, ¿verdad? No lo puede esconder.
(Sonríe) A ella ya le debemos dos: sacar a Iglesias del Gobierno y también de la política. Por cierto, he leído una entrevista de Juan Carlos Monedero en la que dice que Iglesias no se ha ido de la política, sino de las instituciones, así que imagino que hará política desde los medios de comunicación. Pero, te diré una cosa, Monedero dice una verdad: todos los que hemos estado en la política seguimos en ella durante toda la vida.
¿No se puede dejar de verdad?
Sí, claro que sí. Pero, al menos en mi caso, si Dios me da salud voy a seguir dando mi opinión.
¿Nunca teme los ataques de los demás?
Bueno, es que me atizan sin parar, pero yo, la verdad, es que miedo no tengo.
¿Considera a Pablo Casado un líder con complejos?
Considero que dio todas las batallas ideológicas en el discurso del Congreso del PP donde lo elegimos, pero ha quedado claro que cambiar de estrategia con el fin de coger los votos de Cs no ha dado resultado. Sin embargo, la táctica de Ayuso de dar tooodas las batallas ideológicas sí que ha dado resultado. Por ello, lo que creo es que Pablo volverá a ese discurso maravilloso que dio en aquel Congreso.
No obstante, Esperanza, durante la pandemia ha dado la impresión de que Ayuso iba un poco por libre, con una estrategia propia alejada de Génova 13 y otras regiones del PP.
Isabel es independiente y hace aquello que le dictan sus principios, pero también en Génova estaban en desacuerdo con muchas de las cosas de Pedro Sánchez y, desde luego, el maltrato a Madrid fue la principal.
Pedro Sánchez al final ha sido un elemento que ha unido a personas ideológicamente antagónicas.
Sí. Es cierto. Leguina, Rosa Díez, Paco Vázquez, Nicolás Redondo, Alfonso Guerra, etc, son socialistas, pero no son sanchistas. ¿Qué es el sanchismo? Es que hay gente que dice que no tiene ideología y eso no es así, sí que la tiene: permanecer en el colchón de La Moncloa el máximo tiempo a costa de lo que sea necesario. Sin embargo, creo que presentándose en Ceuta, Sánchez ha cumplido con su obligación, no le debió ser fácil ni agradable, pero cumplió con su obligación.
Gobernar es complicado.
Por supuesto que sí, claro que lo es. Ahora Sánchez tiene que defender nuestras fronteras y devolver a los invasores.
Usted ha estado en gobierno y en oposición, ¿qué le divierte más?
¡Estar en la oposición es muchísimo más divertido! ¡Sin duda!
¿Das más caña?
Mira, te voy a contar una cosa. A José Luís Martínez-Almeida lo nombré director de Patrimonio Histórico porque es muy buen jurista y yo quería parar las talas de árboles que se proponía hacer el entonces alcalde y amigo mío, Alberto Ruiz Gallardón. Y lo hizo tan bien que lo nombré secretario del Consejo de Gobierno, pero cuando yo dimití, él se fue –porque es abogado del Estado– a la Airef que, en ese momento, presidía Escrivá, el actual, ministro de Seguridad Social. Bien, a lo que voy, que en 2015, cuando me presenté a la Alcaldía de Madrid, llamé a Almeida…
Que fue cuando usted ganó, pero no pudo gobernar, ¿no?
Eso es, sí. Llamé a Almeida y le dije que era muy posible que no pudiéramos gobernar, la popularidad del PP en la segunda legislatura de Rajoy era baja. Claro, estaba la posibilidad, de la que yo estaba casi segura, de que no pudiéramos gobernar en Madrid, pero también le dije: “Te aseguro que nos vamos a divertir mucho, más que en el gobierno”. Y el alcalde, de verdad, nunca pensó que se iba a divertir tanto. O sea que sí, respondiendo a tu pregunta, sí, yo estuve seis años en la oposición en el Ayuntamiento de Madrid y me divertí.
Para usted no, claro, pero Almeida ha sido el súper descubrimiento para todos.
Bueno, y no sólo Almeida, también Ayuso. Y una cosa: los dos son apuestas personales de Pablo Casado, de modo que cuando la gente dice que le van a comer el terreno, no sé, creo que no, porque precisamente él los puso donde están. Los dos son muy buenos y Madrid, además, es una plaza muy lucida.
Ha desempeñado cargos de mucha responsabilidad siendo mujer. ¿Cómo ve el feminismo actual que lo impregna absolutamente todo?
Antes de nada me gustaría decirte que de mi etapa de ministra de Educación y Cultura pude ver que en la España de las autonomías no se puede hacer nada desde el Ministerio. Por eso estoy tan orgullosa de todos los cambios en Educación que hice en mi etapa de presidenta de Madrid: la educación bilingüe, la libertad de elegir colegio, cada escuela infantil, que hice una nueva a la semana, las especialidades y el IES de Excelencia San Mateo al que van todos los chicos y las chicas con una media superior a nueve y que se los rifan las universidades. Claro, eso va contra la ideología socialista a la que le gusta más bajar el listón para que puedan aprobar todos.
¿También se iguala de este modo en la economía?
Es que cuando empiezan a hablar de la desigualdad me pregunto, vamos a ver cuáles son sus países modelo y, claro, son Cuba, Corea del Norte, etc. Siempre recuerdo la respuesta que el político sueco Olof Palme dio a un líder populista que presumía de estar acabando con todos los ricos: “Nosotros en Suecia lo que queremos es acabar con los pobres”.
Volvamos al feminismo actual, el que intentan aplicar desde el Gobierno, ¿qué opina?
Es que yo a este feminismo de ahora no lo llamo feminismo, sencillamente. El verdadero feminismo está en contra de estas señoras, de ese discurso de lo de niños, niñas y niñes, es que eso no es feminismo. Mira, el feminismo es aquel que lucha, que luchamos, que me incluyo, por la igualdad entre hombres y mujeres; mientras que ellas luchan por la desigualdad entre hombres y mujeres. Quieren quitarles a los hombres la presunción de inocencia y darnos a todas las mujeres, que ellas creen que nos representan, la condición de víctimas. Mire, que no, usted hable por usted misma, pero no hable por las mujeres. Fíjate, si ni siquiera las feministas del Partido Feminista están a favor de lo que dice este feminismo…
¿Se les revuelve su propio gallinero?
Mira, lo que no se puede ser es hipócrita y mentiroso, y este Gobierno está basado y sustentado en mentiras. La primera de ellas es que Sánchez dijo que no podría dormir con Iglesias en el Gobierno, bueno, ni él ni el 95% de los españoles, entre ellos los votantes de Unidas Podemos.
¿Volveremos al bipartidismo?
No tengo una bola que lo pueda adivinar. No tengo nada contra el bipartidismo, ni tengo nada en contra de la foto de Colón. Además, creo que es importante traer esto ahora mismo esta imagen porque aquella foto de Colón, tan criticada, lo recordarás, tuvo como consecuencia que el Gobierno de Sánchez tuviera que abortar la Mesa, con mayúscula, en la que se iban a sentar el Ejecutivo socialista con el de la Generalitat de Cataluña junto con un mediador internacional. Aquella concentración, que no fue sólo de dos partidos, sino de siete partidos políticos, salió en defensa de España y de todos los catalanes que se sienten españoles ¡y logró abortar aquella Mesa! Algo que, por cierto, el ministro Iceta quiere volver a activar.
¿A qué ha vuelto este país y que, en su opinión, no debería haber hecho?
Al Frente Popular. Las nuevas generaciones políticas ni leen Historia ni tampoco la aprenden. Esta Ley de Memoria Histórica ha tenido una consecuencia paradójica porque los que no habíamos estudiado a fondo ni habíamos leído tanta literatura sobre la República y la Guerra Civil lo hemos hecho y hemos visto que aquella Historia que nos contaban ellos de que la República era un régimen idílico donde todo el mundo vivía en libertad, donde todos los intelectuales la apoyaban, y donde todo fue maravilloso, no era la realidad.
La República de idílica no tuvo nada, pero nada de nada. Hubo quema de conventos, hubo checas, paseos, se activó una Ley de la Defensa de la República que permitió cerrar 150 periódicos, hubo asesinatos, y, además, hubo un desprecio a la mitad de España cuando en 1934, cuando las derechas ganaron las elecciones, dieron un golpe de Estado. ¿Qué en los dos bandos hubo hechos heroicos y hechos vergonzosos? Claro. ¿En todas las familias tenemos gente de ambos bandos? Pues también.
Los señores del Frente Popular de ahora quieren acabar con la Transición, con ese espíritu de concordia y de consenso de todos aquellos, algunos de los cuales habían hecho la guerra y la habían vivido, lo que querían era que no se repitiese jamás lo ocurrido, por eso hicieron una Constitución para todos por primera vez.
A propósito de este repaso por la República, me viene a la cabeza Andrés Trapiello y el revisionismo con el que no están de acuerdo los socialistas de Madrid.
Han pedido perdón, creo.
Pero, ¿por el hecho en sí o por su ignorancia sobre la obra de Trapiello?
(Ríe) Pepu (Hernández) sabe mucho de baloncesto, pero quizá no tanto ni de Historia ni de Trapiello que, por cierto, es un grandísimo escritor.
¿Para qué sirve hoy en día ser aristócrata?
¡Para nada! Sólo para que te frían si estás en política. (Ríe)
Si le ofrecen una pastilla que le hace un 15% más lista de lo que es, pero el resto del mundo la percibe un 20% más tonta. ¿Se la toma?
Mi marido tiene un dicho para esto y creo que tiene mucha razón.
(Lo piensa bien para decirlo exacto, pero para asegurarse, termina llamando por teléfono a su marido Fernando Ramírez de Haro, conde de Murillo, que se lo coge casi al primer tono)
Ya está, es que quería decírtelo bien: Ojo de halcón, paso de buey, diente de lobo y hacerse el bobo.
¿Tienen esta conexión siempre?
Llevamos muchos años juntos, somos un matrimonio que hemos pasado por muchas fases y ahora estamos en una muy buena. Aunque te diré que no siempre me coge el teléfono tan rápido. (Ríe)
¿El matrimonio como institución ha envejecido mal?
Bueno, lo cierto es que cada día hay menos gente que se casa. Y sobre todo que se casa joven, yo me casé con 22 años y ya llevamos 47 años juntos.
Y eso, ¿cómo se consigue?
Primero hay que querer defenderlo, luego ya…
(Salimos a la calle, caminamos un rato juntas y seguimos de charla mientras la calle entera la mira y la saluda sin parar)
¿No le incomoda que todo el mundo la mire y la salude todo el tiempo?
No, nada de nada. Si me saludan, siempre saludo.
(A la altura de la calle Barceló nos despedimos y me dice adiós con la mano mientras da los buenos días toda pizpireta a un agente de la Policía Local que, obviamente, también la ha reconocido. Un no parar)