Carmen Iglesias: «La reforma educativa de la Historia es un disparate y una manipulación»
Entrar en el edificio de la Real Academia de la Historia, en la calle León de Madrid, cerca del Congreso, impacta. De alguna forma, el tiempo se detiene y desaparece el ruido (en todos los sentidos) del mundo presente en el que vivimos para adentrarnos en otra dimensión: la del silencio, la investigación y el estudio. La de la historia. El despacho de Carmen Iglesias es un mar de libros de suelo a techo. Su mesa sólo se adivina entre pilas de libros que apenas dejan un pequeño espacio para escribir.
Carmen Iglesias es la primera mujer que dirige la Real Academia de la Historia. “Es mucha responsabilidad y muy emocionante para mí”, confiesa. “Soy la primera mujer y de todas las academias. De las tres del siglo XVIII, que son las fetén, y de todas las demás que se crearon a partir del XIX. Sólo en la de Farmacia ha habido una mujer en el siglo XX”.
Reconoce Iglesias que la academia “es una casa que impone un poco”. Y cuenta, en seguida, la maravillosa historia del edificio: “Lo hizo Villanueva por orden de Carlos III y fue inaugurado por Carlos IV. Es el primer edificio ignífugo, sin nada de madera, de España y, creo, que de toda Europa. Y se hizo así para albergar los libros de rezos de los poderosos monjes de El Escorial, que tenían el monopolio de todos los libros de rezos de toda la monarquía hispánica”. Habla del patrimonio artístico del edificio, pero, sobre todo, de la biblioteca archivo “que, en muchas materias, después de la Biblioteca Nacional, es la más importante».
Toca hablar de actualidad en plena polémica por el desarrollo de la Ley Celáa decretado por el gobierno en la ESO y en Bachiller y que ha generado una enorme polémica en lo relativo a diversas materias, particularmente, la Historia.
Pregunta.- ¿Qué le parece la reforma educativa, la Ley Celaá, en lo relativo a la Historia?
Respuesta.- Es un disparate. Hicimos unas alegaciones con las pautas marcadas por el ministerio con toda la lealtad institucional. Tan es así, que no quisimos colgarlas en Internet hasta que nos contestaran. Pero nunca nos contestaron. Ni nos hicieron caso. Entonces ya las pusimos enteras e hicimos un resumen para que las conocieran todos los enseñantes y, sobre todo la secundaria, que quedaba tan tocada. Porque esto afecta a los profesores de historia, sobre todo de Secundaria, de manera muy grave. Pero, sobre todo, afecta a los niños y niñas que tienen que estudiar. Ese disparate de quitar la cronología y hacer ese presentismo, como que la historia empieza en 1812… y se desconoce todo lo anterior. Es increíble. Nuestras alegaciones en la página web están claras. Hay algunos que no saben enseñar, pero que se ponen a escribir libros de pedagogía. Yo recomiendo leer al filósofo y pedagogo Gregorio Luri. Analiza los cambios educativos que no tienen en cuenta la tradición educativa que nosotros hemos tenido. O eliminar el esfuerzo, que lo han eliminado. Hay que leer a Luri porque analiza muy bien cómo, desde el principio de la democracia, y es uno de los fallos de nuestra democracia, ha habido siempre unos cambios disparatados de las leyes de educación. Y ahí seguimos.
P.- ¿Nunca les contestaron, entonces, desde el ministerio?
R.- No, no. Nada de nada. Nunca. De hecho, con el procedimiento para presentar las alegaciones ya se notaba que no tenían mucho interés. En teoría, debía haber una contraseña para identificarse y aquí no había nada. Cualquiera podía entrar. Nosotros, por supuesto, nos identificamos. Podía participar cualquiera sin identificarse. Está claro que no tenían mucho interés en ver lo que tenían que decir los expertos.
P.- Esta semana escuché a Alejandro Tiana, que fue el secretario de Estado de Educación que participó en la elaboración de la Ley Celáa, recientemente cesado por la actual ministra, decir que no era relevante no haber contado con la opinión de la Academia de la Historia para hacer la reforma.
R.- (Se ríe) Bueno … Ni con ninguna institución… Pues me parece muy bien… La Academia lleva aquí 300 años defendiendo que si no conocemos el pasado no podemos actuar sobre el presente ni hacer un proyecto para el futuro. Si ellos dicen que no servimos, pues muy bien. Nosotros hemos mantenido siempre -a la vista está- la historia y las premisas fundamentales de la investigación para combatir las falsedades y las tergiversaciones. Así ha sido desde el momento que se creó esta casa. Las tres academias del siglo XVIII se crean por los ilustrados con esa idea de combatir las tergiversaciones y las falsedades. Puede haber discusión sobre un hecho histórico, en las interpretaciones, pero, desde luego, el hecho histórico existe y el negarlo en la cronología, como hacen, es un disparate.
P.- Porque, para un pueblo, es esencial conocer su historia. Sin conocer algo, además, es imposible amarlo o valorarlo.
R.- Claro. Porque la historia es el tronco de la troncalidad. Todas las disciplinas, todos los estudios, tienen una historia. Y es fundamental y muy interesante ver la evolución, incluida la historia de las ciencias. Y eso, si no hay cronología, pues ya me contarán cómo lo van a hacer… dicen que por grupos de interés… En fin, es un poco manipulación todo.
La leyenda negra: “Una gran mentira”
P.- ¿Los españoles podemos estar orgullosos de nuestra historia?
R.- La historia no es para estar orgulloso ni tampoco ser victimistas como hemos caído en España con un exceso de autocrítica tremenda y una interiorización de la leyenda negra que, también, llevamos combatiendo toda la vida. Porque yo recuerdo, incluso, mis maestros ya con eso. Y nosotros hemos seguido. En nuestra historia hay cosas muy impresionantes de las que tenemos que estar muy satisfechos y otras que no. Como todos. Pero eso es como la propia condición humana. Yo siempre decía a mis alumnos en la universidad que no sabíamos quiénes éramos, si no conocíamos América. La monarquía hispánica fue un Imperio que no fue un imperialista. Las Indias nunca fueron colonia. Eran súbditos de Su Majestad iguales [que nosotros]. Y todo eso ha costado divulgarlo, aunque los sabemos nosotros los historiadores. Ahora eso está cambiando un poco. Por ejemplo, con el documental ‘España, la primera globalización’. Hay unas franjas generacionales nuevas de historiadores americanos, también españoles, pero sobre todo americanos, que han cambiado la historiografía tópica que había sobre esta cuestión. La historia en América empezaba primero con los aborígenes y de ahí saltaban al siglo XIX. Y se saltaban tres siglos y pico donde la monarquía hispánica abarcó Europa durante dos siglos y todo, con las Indias, tres siglos. España, después de la Guerra de Sucesión, en el siglo XVIII, ya no es hegemónica, como los dos siglos anteriores, pero sigue siendo una primera potencia con las Indias, con algunos conflictos, pero sin fraccionarse. En la monarquía hispánica, en las Indias, no hubo rapiña como los imperios coloniales del siglo XIX. Si vamos a Francia, Inglaterra, Alemania… en sus museos están medio Egipto, media Grecia… Aquí se abrió un Museo de América en el siglo XX con cuatro cositas. No hubo rapiña. Y esto es muy importante porque es lo que es lo que están destacando los propios historiadores americanos nuevos.
P.- La leyenda negra es una gran mentira.
R.- Exacto. La gente que emigraba desde España o desde otros puntos de la monarquía hispánica, desde Europa también, se quedaban allí y se quedaban en las Indias como si fuera su casa. No como en el siglo XIX, que los indianos volvían a su pueblo para ser reconocidos y por nostalgia. No. Ellos emigraban como si fuera su casa.
P.- Y, ¿por qué hemos asumido entonces aquí en España, la leyenda negra?
R.- Es difícil explicarlo. Cuando vino la democracia publiqué ‘No siempre lo peor es cierto’, que es una obra de Calderón, pensando que, por fin, había pasado. Todo ese mito de la excepcionalidad de España. No somos excepcionales. El 98, por ejemplo, que es una gran losa, con grandes escritores, pero muy pesimistas y que sabían muy poco de política y de economía. Ellos nos traspasaron la negatividad que venía del siglo XVII, sobre todo, de la corriente arbitrista, muy penetrada por la espiritualidad, por la religión, por la idea de que todo lo que sube baja y de que cualquier fracaso se considera que ya es el principio de la decadencia. Y entonces hablan de decadencia en momentos que no existe, que no hay decadencia. Hay conflictos y problemas, pero no decadencia. Y ha habido una transmisión de unos a otros, de unas élites a otras, de esa idea.
P.- Incluso ha estado mal visto hablar de “España” y se habla de “este país”.
R.- Exacto. Yo estaba harta de escuchar siempre eso de “este país”, de forma casi despectiva. Y yo digo: pues como otros. Todos los países tuvieron su 98. Casi toda Europa y China tuvieron su 98. A China los trataban como inferiores. Hubo un racismo enorme en ese paso del XIX al XX. El racismo de los países nórdicos europeos, empezando, desde luego, como siempre, por los ingleses, que es uno de los lugares con más clasismo y racismo que hay y que consideraban a todos los países latinos como países basura. El fin del siglo XIX y el inicio del siglo XX es así. Hasta Francia, que mantuvo una especie de supremacía cultural, sufrió su 98. No somos una excepción. Formamos parte de una civilización muy compleja, pero aquí se ha interiorizado. Y el periodo tan largo de la dictadura de Franco y tan polarizado luego en las primeras épocas de la democracia ha contribuido a creer que lo peor es lo nuestro y no es así ni mucho menos.