Carla: «La pulsera me falló a la hora de llevarla puesta y pitaba sin motivo de forma desesperante»
OKDIARIO publica una entrevista con una afectada de los fallos de las pulseras antimaltratadores
Los problemas técnicos del dispositivo la obligaron a encerrarse en casa sin poder hacer vida normal

Una víctima de violencia de género ha relatado a OKDIARIO el infierno cotidiano que ha supuesto convivir con las pulseras telemáticas antimaltrato del sistema Cometa. Carla —nombre ficticio para proteger su identidad— ha experimentado durante más de un año un rosario de incidencias técnicas, alertas falsas y descoordinación institucional que han convertido un dispositivo de protección en una fuente adicional de tormento. Su caso ilustra las deficiencias estructurales de un sistema que ha fallado sistemáticamente a las mujeres que más protección necesitaban.
La decisión judicial llegó tras una escalada de violencia que incluía acoso sistemático y daños materiales. «Llegaba a tirarme cosas a a mi terraza. Ya no sabía si me tiraba cosas buenas. Hay días, hay veces que me tiraba cosas bonitas con regalos bonitos y otras veces con huevos», describe Carla sobre el comportamiento errático de su agresor.
El punto de inflexión se produjo cuando él dañó deliberadamente su vehículo. «Digo: Dejo un momento rápido el coche en la calle… porque yo siempre lo tengo en garaje y, como le conozco, yo temía que iba a hacer algo en el coche y no me equivoqué», relata sobre un episodio que ejemplifica el nivel de control y amenaza al que estaba sometida.
La esperanza inicial con la pulsera se desvaneció rápidamente ante las constantes averías. «Supuestamente puede estar dos minutos pitando. Yo he llegado a estar más de una hora pitando. Y a mí nadie me ha dicho nada», explica sobre un sistema que prometía alertar únicamente en caso de peligro real.
Las explicaciones del centro de control han resultado insuficientes y poco creíbles. Como vive «cerca de la M-30», le han dicho que «claro, te puede saltar 20 veces….». «Pero yo sé que él no tiene coche, así que algo no cuadra», expone.
Carla cuestiona esta lógica: «Es que si a él le ponen una orden de alejamiento de 500 metros… Él lleva un mapa para saber por dónde no puede pisar… ¿por qué pasa por ahí? Que pase por otra carretera, que hay miles de carreteras…».
La víctima ha tenido que convertirse en intérprete de las señales de su propio dispositivo de protección. «A veces aparece el mensaje Rastreando brazalete y pueden pasar hora y horas y no hacen nada. Te deja un muy mal cuerpo», afea la mujer madre de tres hijos.
Abandono institucional
Los momentos más críticos han llegado cuando el agresor se separa del dispositivo, situación que puede prolongarse durante horas. «Se puede tirar tres o cuatro horas. Y yo encerrada en mi casa sin poder salir, nerviosa porque no sé si se puede acercar a mí o puede hacer algo», describe Carla sobre estas situaciones de máxima vulnerabilidad.
La respuesta institucional ha sido insuficiente. «Para que luego te llamen y te digan simplemente un ya está todo correcto y tú te has tirado toda una mañana o una tarde sin salir, sin poder salir de casa, dejar de hacer tus cosas para que luego nadie te explique nada. Nada. Nadie te explica nada», denuncia.
Incluso han llegado a responsabilizarla del funcionamiento del sistema: «Incluso me llegaron a decir que la que me tenía que cuidar era yo».
Uno de los aspectos más graves ha sido la falta de comunicación entre las diferentes instituciones. Carla recuerda cómo un agente le dio a entender extraoficialmente dónde se encontraba su agresor: «Porque fui yo la que al día siguiente le hablé con un fan y ellos no te pueden decir qué ha pasado. Pero me dio a entender Tú ya sabes dónde está…».
Esta descoordinación ha generado situaciones absurdas. «Me han llamado varias veces porque no saben si se quita la pulsera o no, ni ellos mismos lo saben», explica sobre la confusión que reina en el propio sistema de control.
Tecnología inadecuada
Los problemas técnicos recurrentes apuntan a deficiencias en el diseño del sistema. La víctima considera que «se tendría que haber comprado tecnología de más calidad» y cuestiona que se haya optado por «tecnología de poca calidad» que se ha comprado en el mercado chino. Estaba pensada para otro tipo de servicios como para personas dependientes, ancianas o enfermas y se caen de la bañera.