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PDeCAT y PNV se oponen al sablazo fiscal que pretende imponer Sánchez para contentar a Podemos

Pdecat
Carles Campuzano, portavoz del PDeCAT en el Congreso. (EP)
Carlos Cuesta

El PSOE ha querido contentar a sus bases más radicales y a Podemos con el plan de dar un gigantesco sablazo a las rentas altas. Pero los socialistas necesitan también en el hemiciclo al PNV y a PDeCAT para sacar adelante la reforma fiscal. Y ninguno de los dos partidos ve a priori con buenos ojos el propósito de empezar a disparar el déficit con cargo a subidas de impuestos generalizadas. Porque nadie duda de que esta es simplemente la primera de un largo catálogo: porque el PSOE necesita cerca de 8.000 millones más para cumplir sus promesas de gasto y con lo anunciado no sale ese importe ni por lo más remoto.

El partido decisivo en esta materia puede ser PDeCAT. Más incluso que el PNV, que aunque no comparte el anuncio de castigar a las rentas de más de 150.000 euros, cuenta con capacidad foral en su territorio para aplicar normas tributarias diferentes de las del resto de territorios españoles y, por lo tanto, puede esquivar el sablazo tributario de Sánchez.

Pero el PDeCAT no puede esquivarlo: ni la subida de impuestos, ni el deterioro económico del conjunto de España –su verdadero socio comercial, diga lo que diga Quim Torra, es el resto de España– por culpa de la subida de impuestos que prepara el PSOE.

Por ello, PDeCAT no ha tardado en trasladar al Gobierno su oposición a la subida de impuestos que negocian los socialistas con Podemos y en pedir que, en vez de ello, se centren en combatir el fraude fiscal.

Un segundo factor dificulta el entendimiento entre todos ellos. PDeCAT sabe que podría cambiar más impuestos por independencia fiscal, de forma que esquivase el saqueo fiscal. Es decir, aceptar la subida a cambio de un modelo de cupo o sistema concertado para Cataluña similar al de los vascos o navarros. Pero la ecuación, de nuevo, es casi imposible: si Pedro Sánchez aceptase eso, debería sacar del fondo de solidaridad interterritorial a Cataluña. Y sin su aportación anual por impuestos -aunque sea la mitad de la madrileña- literalmente no hay fondos para pagar, entre otras, a Andalucía. Con lo que el problema de Sánchez sería aún mayor: en el Gobierno y en su propio partido.

Un victoria simbólica de Podemos en materia fiscal le daría alas también en el País Vaso

El PNV, por su parte, sabe que podría esquivar normativamente el alza fiscal de Sánchez. Pero también sabe que igualmente vive de sus relaciones comerciales con el resto de España, y el impacto de subidas masivas de impuestos sobre la actividad comercial y económica no podría evitarlo. Es más, una victoria simbólica de Podemos en materia fiscal le daría alas también en el País Vasco, y los morados son allí aliados del principal competidor por el voto del PNV entre las bases más radicales: EH Bildu.
Dicho de otra manera, que tampoco a los nacionalistas vascos les conviene un avance de Podemos y que se anote el tanto de ser el que marca la política fiscal en toda España.

Con todo ello, la estructura de apoyos en el Congreso de los Diputados para sacar adelante este sablazo fiscal se convierte en bastante complicada.

El PNV cuenta con cinco diputados. Y Convergència (PDeCAT) con ocho escaños. Lo que supone una suma de 13 diputados que no comulgan con el plan tributario de los socialistas y que hace imposible la mayoría. Es más sólo con lo ocho de la antigua Convergència el plan se queda en el dique seco si los catalanes se oponen con rotundidad: y es que los 137 del PP, más los 32 de Ciudadanos, más el escaño de Coalición Canaria se convertirían, con toda seguridad, en un freno de 170 votos que, unidos a los convergentes, harían imposible la aprobación de la reforma.

A partir de ahora veremos la capacidad negociadora del PSOE. Pero el deseo de contentar a Podemos puede salirle más caro que el precio de dejar a los de Pablo Iglesias sin su añorada cacería tributaria.

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