Fusión bancaria

Tragedia de Bankia en tres actos: la marca maldita

La marca creada para salvar a las peores cajas de España desaparecerá tras la fusión con CaixaBank

Tragedia de Bankia en tres actos: la marca maldita
Rato tocando la campana en la Bolsa de Madrid.
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Personajes de la obra: Rodrigo Rato, José Luis Olivas, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Luis de Guindos, José Ignacio Goirigolzarri, Fernando Andreu y cientos de miles de accionistas y preferentistas de Bankia.

ACTO I

Escena 1: Valencia. Salen Rodrigo Rato y José Luis Olivas exultantes

Nuestro drama es circular, como La casa de Bernarda Alba: empieza y termina en Valencia. El 2 de marzo de 2011, el expresidente de Caja Madrid y exvicepresidente del Gobierno de Aznar, Rodrigo Rato, y el presidente de Bancaja y expresidente de la Generalitat Valenciana, José Luis Olivas (para que digan que las cajas no estaban politizadas) presentan en Valencia el nombre comercial de la fusión de sus dos entidades y otras cinco pequeñas cajas de ahorros -apodados «los cinco enanitos» en la operación-. Se llamará Bankia. El nombre, fruto de miles de horas de debates y ‘brainstorming’ entre creativos de marketing, resulta sonoro y original, así que cae bien. Pero el color gusta menos: letras verde fosforito sobre un fondo marrón. «Parece color caca», comenta un periodista. Toda una premonición.

Rato y Olivas durante el acto en el que se anunció la fusión de Bancaja y Caja Madrid.

La elección de Valencia se debe a que Bancaja conservará la sede social, mientras que la operativa estará en la Torre KIO de Caja Madrid en la capital. Se fusionan las dos cajas más grandes y con mayores problemas ocultos (entonces no se conocían) que se han quedado fuera del resto de concentraciones del sector: es la última operación. Se trata de la brillante idea del Banco de España de MAFO (Miguel Ángel Fernández Ordóñez) para salvar a las dos, gracias a las sinergias, la revaloración de los activos y la inyección de unas pequeñas ayudas públicas del FROB. Pero ya desde el principio los analistas advierten: «Si juntas a un cojo y un manco, no tienes una persona sana, tienes una persona coja y manca».

Escena 2: Bolsa de Madrid. Sale Rodrigo Rato con una copa de champán

20 de julio de 2011. A pesar de las ventajas de la fusión, ya se empieza a ver que el agujero de Bankia por culpa del estallido de la burbuja inmobiliaria es un cáncer que no se cura con tiritas. Así que MAFO (con la complicidad del presidente de la CNMV, Julio Segura) decide dar otra patada adelante y captar capital en el mercado mediante una salida a bolsa. El Gobierno de Zapatero la convierte en una cuestión de Estado; su fracaso supondría el rescate de España para salvar su sistema financiero. De ahí que se ‘pasara la gorra’ entre las principales entidades y aseguradoras del país; la única que se niega es BBVA. La OPV sale adelante pese al rechazo frontal de los inversores extranjeros, que no ponen un euro, y se captan 3.000 millones a un precio de 3,75 euros por acción; de ellos, 1.800 provienen de más de 300.000 pequeños inversores a los que se les endosan las acciones casi a la fuerza en las oficinas y a los que se apela con el eslogan «hazte bankiero».  El día del debut, Rodrigo Rato brinda por el éxito en un parqué abarrotado y anuncia años de crecimiento y beneficios para todos.

Escena 3: Ministerio de Economía. Salen cenando Guindos, Botín, Fainé, González y Rato

4 y 6 de mayo de 2012. A pesar de la salida a bolsa, la segunda recesión en España tras la de 2008 y la ingente cantidad de activos inmobiliarios tóxicos (crédito promotor e inmuebles que ha tenido que adjudicarse por impago) hacen inviable a Bankia. La presión del mercado, que ha disparado la prima de riesgo española hasta 600 puntos básicos por temor a que su quiebra arrastre a todo el sistema financiero español, y del FMI -con un informe de madrugada en que pide una solución urgente- sellan el destino de la entidad: hay que rescatarla.

La decisión corresponde al ministro de Economía de Rajoy, Luis de Guindos, exnúmero dos de Rato en el Ministerio con Aznar: tiene que ‘matar al padre’, algo que Rato no le perdonará nunca. Para cargarse de razones, convoca dos cenas con los principales banqueros del país: Emilio Botín (Santander), Francisco González (BBVA) e Isidre Fainé (Caixa), a las que asiste también Rato. Los dos primeros creen que el plan del presidente de Bankia se queda muy corto (unos 7.000 millones) y que no hay más remedio que nacionalizarla. Al día siguiente Rato dimite -hay versiones contradictorias sobre si se lo pide Guindos o lo hace voluntariamente-. Unos días después, España pide el rescate a Europa.

Rato junto al recién nombrado José Ignacio Goirigolzarri, el 9 de mayo de 2012 en Madrid.

ACTO II

Escena 1: sede de Bankia. Sale Goirigolzarri imitando a Churchill

El 8 de mayo de 2012 toma posesión como nuevo presidente de Bankia José Ignacio Goirigolzarri, exconsejero delegado del BBVA al que González había defenestrado por atreverse a postularse como su sucesor (con una pensión de 68 millones de euros, eso sí). ‘Goiri’ acepta el reto «por patriotismo» pese a tener su futuro económico más que garantizado, y el 26 de mayo se descuelga con una petición de rescate al Gobierno de 19.000 millones. Finalmente, se quedan en algo más de 17.000, que, sumados a lo que ya había inyectado el FROB en la fusión, dan unas ayudas públicas totales de 22.424 millones. El mayor rescate de la historia en España. Y sin contar el traspaso de todo el ladrillo a Sareb, el banco malo.

El 26 de ese mes, comparece ante los medios para pedir el rescate y solo le falta prometer sangre, sudor y lágrimas. Y deja una sorpresa: mantendrá la marca Bankia creada por Rato a pesar de la catástrofe. Él cree que es capaz de devolverle el prestigio y en esos momentos su menor preocupación es el nombre; además, cambiarlo en todas las oficinas conllevaría un gasto que incrementaría aún más el rescate. Bankia se queda.

Bankia preferentes
Manifestación de clientes de Bankia afectados por el fraude de las preferentes. (Foto: GETTY)

Escena 2: calles de Madrid. Manifestación de afectados por las preferentes 

Marzo de 2013. El rescate se amplía a todas las cajas quebradas y se ejecuta tras un ejercicio de estrés llevado a cabo por Oliver Wyman para calcular su importe: 41.000 millones en total. Pero Bruselas exige algo a cambio: que los titulares de participaciones preferentes y deuda subordinada -las formas de captar capital de unas entidades que no tenían acciones- «compartan la carga de los contribuyentes» y sufran pérdidas. En el caso de Bankia, que tiene 7.000 millones en estos títulos, son del 38%, aunque aumentan hasta casi el 100% porque no se devuelve el dinero a los inversores, sino que se canjean por acciones que se derrumban en bolsa. Y resulta que Caja Madrid, bajo la presidencia de Miguel Blesa ( que se suicidaría en 2017), y Bancaja las habían colocado masivamente a los minoristas como alternativa a los depósitos (y con una rentabilidad mucho mayor) porque los inversores profesionales no las querían ni ver. Pero no les avisaron del riesgo que corrían. Y encima, cuando comenzaron los problemas en 2010, la entidad madrileña montó un ‘mercadillo’ para vender los títulos de sus clientes VIP sin sufrir pérdidas a los clientes menos VIP.

Es decir, cientos de miles de pequeños ahorradores ven cómo de la noche a la mañana todo su dinero se ha esfumado sin comerlo ni beberlo. El escándalo es monumental, los juzgados se colapsan, se montan manifestaciones… Guindos decide poner en marcha un arbitraje para devolver el dinero a los minoristas y acabar con el asunto. Pero la marca Bankia sufre otra mancha imborrable.

Escena 3: salón de masajes. Salen varios directivos pagando con una tarjeta negra

Por si el escándalo de las preferentes no fuera suficiente, en octubre de 2014 estalla otro aún más sangrante: Goirigolzarri denuncia a la Fiscalía la existencia de unas tarjetas opacas a Hacienda con las que Caja Madrid, primero, y Bankia, después, bajo las presidencias de Blesa y Rato, habían pagado sobresueldos a consejeros y directivos. Se trataba de tarjetas de libre disposición a cargo de la entidad que la prensa bautiza como ‘tarjetas black’. Los gastos realizados con ellas revelan un auténtico desmadre: clubes de alterne, lencería (la publicación provoca más de un divorcio), viajes a todo tren, ropa de diseño, arte, restaurantes de lujo… pero no solo eso, sino también gasolina, la barra de pan o el bonobús.

Entre los implicados, nombres VIP como Rafael Spottorno (exjefe de la Casa del Rey), Javier López Madrid (yerno de Villar Mir y amigo de la reina Letizia), Gerardo Díaz-Ferrán (expresidente de la CEOE), Ramón Espinar (PSOE, padre del dirigente de Podemos), José Antonio Moral Santín (IU), Estanislao Rodríguez-Ponga y José Manuel Fernández Norniella (ambos exsecretarios de Estado de Hacienda, y con tarjetas sin declarar), Ricardo Romero de Tejada (exsecretario general del PP de Madrid) y así hasta 65 agraciados. Aunque en conjunto no es una cifra relevante para un banco, esta vida loca gratis total de los gestores de una entidad rescatada por unos ciudadanos que aún sufren las secuelas de la crisis incendia la opinión pública. La marca Bankia, arrastrada por el fango.

Rodrigo Rato
Rodrigo Rato llegando a la sede de la Audiencia Nacional en diciembre de 2012.

ACTO III

Escena 1: calle de Madrid abarrotada de periodistas. La policía detiene a Rato

Todas esas trapacerías acaban en los tribunales. El juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu procesa a Rato y su cúpula por posible estafa y falsedad contable en la salida a bolsa y por las ‘black’, casos en los que el abogado Andrés Herzog se convierte en el azote de Bankia. En diciembre de 2014, dos peritos del Banco de España elaboran un informe que es una bomba nuclear: las cuentas que se presentaron en la salida a bolsa no reflejaban la realidad, la entidad estaba en causa de disolución ya entonces, la propia fusión de las cajas fue una farsa y la OPV estuvo plagada de irregularidades. También se acusa al exvicepresidente de fraude fiscal y blanqueo de dinero, por lo que es detenido en su domicilio el 16 de abril de 2015.  Comienza un vía crucis judicial para quien lo fue casi todo en el PP (pudo haber sido el elegido de Aznar para sucederle en vez de Rajoy), que acaba dando con sus huesos en la cárcel en 2018 condenado a cuatro años y medio por las ‘black’. Y todavía no ha salido la sentencia por la OPV. Asimismo, la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo decide en febrero de 2015 que la venta de las acciones a los minoristas es nula y hay que devolver todo el dinero, lo que provoca una trifulca entre Guindos y Montoro, que no quiere que Hacienda ponga más dinero en Bankia. la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría tiene que mediar para poner paz.

Rodrigo Rato, a su llegada a la comisión de investigación de la crisis financiera en el Congreso.
Rodrigo Rato, a su llegada a la comisión de investigación de la crisis financiera en el Congreso.

Escena 2: Congreso de los Diputados. Sale Rato quitándose una bufanda con arrogancia

Unos meses antes de ir a prisión, el 9 de enero de 2018, Rato protagoniza una comparecencia inenarrable en el Congreso de los Diputados. Citado por la comisión de investigación de la crisis financiera, el expresidente de Bankia hace gala de una chulería y una arrogancia a la que sus señorías no dan crédito. Se presenta como víctima de los manejos de varios ministros de Rajoy, en especial de Guindos, al que no le perdonará jamás, y pone el ventilador contra sus antiguos camaradas del PP. La foto en que se quita la bufanda con un desprecio infinito queda para los anales de la historia y pone otro clavo en el ataúd de la marca Bankia. Por si fuera poco, Guindos comparece pocos días después y también baja al barro para responder a Rato.

Escena 3: sede de Bankia. Sale Goirigolzarri defendiendo su gestión

A todo esto, Bankia sigue haciendo su vida normal bajo la dirección de Goiriglzarri. Sus clientes muestran una sorprendente fidelidad a pesar del desprestigio de la marca, lo que le permite mantenerse en beneficios y pagar dividendos al FROB, aunque a años luz del importe del rescate. Pero los tipos negativos del BCE y la falta de alegría de la economía española le impiden crecer. Comienza a haber críticas a la gestión de Goiri («con ese rescate yo también dirijo un banco») y la bolsa se ceba con el valor, que no para de caer. El fondo de rescate bancario solo logra hacer dos pequeñas colocaciones en bolsa: un 7,5% en febrero de 2014 y otro 7% en diciembre de 2017 a un precio muy inferior. El Gobierno busca reanimar la cotización fusionando Bankia con la otra entidad nacionalizada que queda por vender, BMN, pero ni por esas. La crisis del covid en 2020 le da la puntilla y lo manda a mínimos históricos. Nadie quiere invertir en bancos españoles, y menos en Bankia.

Jose Ignacio Goirigolzarri y Gonzalo Gortázar, presidente y consejero delegado de la futura Caixabank.

Escena 4: Valencia. Goirigolzarri y Gortázar anuncian la fusión con CaixaBank y la desaparición de Bankia

En esa tesitura, ante la probable avalancha de morosidad derivada de la crisis actual y con una presión constante del BCE, la única salida es una fusión. El PNV trata de forzar una con BBVA bajo la presidencia de Goirigolzarri, que supondría su venganza de FG. Pero la cúpula del banco vasco se resiste y Fainé, ahora presidente de la Fundación La Caixa, se adelanta y plantea al Gobierno la unión de Bankia con CaixaBank. A Nadia Calviño le gusta la idea, comienzan las conversaciones y contratan asesores para examinar las cuentas del contrario (due diligence). OKDIARIO lo desvela el 3 de septiembre y el día 18 se hace oficial la boda. Al día siguiente, de nuevo en Valencia -donde también tiene su sede CaixaBank tras huir de Barcelona por el procés-, el nuevo banco se presenta en sociedad y se confirma que tendrá como única marca CaixaBank. La desprestigiada marca Bankia desaparecerá tras nueve años y medio.

Goirigolzarri se pone melancólico, dice que la mejora de la aceptación de la marca en los últimos ocho años es «un caso de Harvard», pero da sus razones para aceptar el fin del nombre: CaixaBank está mucho más asentada, su cuota de mercado es superior, tiene el mismo nombre de la fundación (la histórica La Caixa), lo que supone grandes sinergias, y, al igual que en 2012, está la cuestión del coste: cambiar la marca Bankia sale mucho más barato que cambiar la de CaixaBank.

Y así termina la tragedia bancaria más terrible (junto a la del Popular) de España. La de la marca maldita. Bankia.

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