La prisa del Gobierno por los titulares la pagan los trabajadores

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Jose de la Morena
  • Jose de la Morena
  • Jose de la Morena, periodista especializado en economía desde hace más de 15 años, desarrolla su labor en el campo de la comunicación desde el prisma de las tendencias, los números y resultados de las distintas compañías. Una tarea que le ha llevado a conocer a fondo el mundo empresarial. Ha trabajado también en comunicación corporativa y como asesor para distintas marcas internacionales e institucionales.

El Gobierno abre hoy la puerta a que quien esté de permiso cuidando a un familiar, o a su pareja sea despedido. Si has reajustado tu jornada para o solicitado una reducción por el motivo que sea, te pueden echar y no es un despido nulo. Otra cosa es que sea procedente. Pero acabas de perder tu ‘inmunidad’ ante el despido.

O puede ocurrir que hayas pedido un permiso de cinco días con tiempo, porque un ser querido necesita tu ayuda y tu presencia tras una operación. Serán momentos complicados, no hay hospitalización posterior pero claramente uno no puede valerse por sí mismo después de ciertas cirugías y operaciones. Pides permiso, tienes derecho a ello, y te vas a ir tranquilo. Pero entonces aparece el Gobierno, en concreto el Ministerio de Igualdad, y te estropea los planes o el trabajo.

Elige.

Por hacerle hueco al cuidado de las víctimas de violencia sexual, cosa comprensible, se han cargado la protección de la reducción de jornada, cosa incomprensible. La chapuza es de tal calibre que no se entiende que Ana Redondo conserve su puesto al frente del ministerio. Igual que no se entendió que lo conservara en su momento Irene Montero.

Pero volviendo al plano laboral, el Gobierno tiene un descontrol importante a la hora de dar titulares y abordar ciertas reformas. Tener una buena intención no es, ni de lejos, lo mismo que hacerlo bien, y lo ocurrido con la protección por la reducción de jornada o el permiso de cinco días para el cuidado de un familiar no tenía que haber ocurrido jamás.

Figúrense. Para hacer la reforma, el funcionario al que le cae el marrón toma como modelo la Ley Trans, pero no copian el párrafo actualizado del Estatuto de los Trabajadores, sino uno anterior sin la protección de la reducción de jornada. El funcionario aplica unos retoques aquí y otros allá, deja claro que es nulo el despido para aquellas personas que hayan sido víctimas de violencia sexual en cualesquiera de sus formas y no se da cuenta de que acaba de tirar por los aires la protección laboral de miles de trabajadores.

Quiere uno pensar que la buena fe empresarial de este país no se pondrá a despedir a diestro y siniestro a todo el que haya reajustado la jornada o esté cuidando a un familiar, pero el error es tremendo.

Que quien haya redactado la nueva norma ha metido la pata es evidente pero, ¿qué andaban haciendo el resto? ¿Nadie lo leyó? ¿No pasó ningún filtro ni fue revisado por ningún abogado del Estado? Y la ministra, ¿tampoco va a leer tamaño cambio de ley? ¿Pretendía explicarlo de oídas?

Si no se hubiera cometido el error, algún asesor habría dicho a la señora Redondo lo que cambiaba en la norma y lo habría presentado como un logro mayúsculo que ni tan siquiera había tenido la molestia de leerse.

Ahora, claro, se leerá las cosas que quiera modificar. O eso espera uno, que al menos se aprenda del «error». Y que lo enmienden rápido, y no dependa todo de esa buena fe empresarial.

Llama la atención, por cierto, que esto vuelva a ocurrir en el Ministerio de Igualdad, que ya la lió redactando artículos penales que terminaron por dejar en la calle a la peor ralea posible. No ocupaba el puesto Redondo, es cierto, y dicen que uno no aprende de la experiencia ajena.

Parece evidente que no aprende.

Elma Saiz, desde su puesto de máxima responsable de la Seguridad Social, debe de estar temblando. Las cifras de afiliación hasta mediados de agosto hablan del mayor ritmo de destrucción de empleo en seis años, y quieran los santos a los que rece el Gobierno cuando no está criticanto a la CEOE que las empresas hagan lo que no ha hecho Ana Redondo: tener cabeza y estropear lo que está bien hecho.

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