¡Poder y mercado!
«El servicio para el Estado se supone que excusa todas las acciones que podrían considerarse inmorales o penales si fuesen cometidas por ciudadanos privados». Murray Rothbard.
El estatismo ha caído en la mayor crisis del siglo XXI, con una desafección cada vez mayor respecto a nuestros líderes políticos. Y es normal, la burda mediocridad en la que ha caído nuestra política se refleja en que vino de las manos del Sr. Ábalos la propuesta de moción de censura para derrocar la dinastía corruptiva del PP de M. Rajoy.
Ironías del destino, la realidad no ha reflejado la firme voluntad de derrotar el proceso corruptivo, más bien un «quítate tú, que me pongo yo». Pero esta amoralidad de la política no crean que tiene origen en la actualidad, más bien es la condición innata del poder. El cielo es azul, el agua moja y el poder es corruptivo, ¡FIN! Sin embargo, a pesar de ello, el pueblo sigue aferrado a la ingenua creencia de la imposibilidad de la existencia de una sociedad sin papá. Dicho de otro modo, ¡no podemos vivir en sociedad sin Estado!
Por otra parte, más allá del adoctrinamiento político respecto de las ideas del estatismo, los libertarios nos hemos preguntado siempre acerca del Estado. Y, ¿qué es el Estado? En esencia, papá Estado aventajado, lejos de ser un ente con vida propia no existe más allá de las personas que lo integran y del poder que ostentan, por lo tanto, el Estado no es más que un conjunto de relaciones sociales dirigidas por unas pocas personas que elegidas democráticamente se sienten con el don de imponer sus ideas, restando así libertades bajo el mantra de la justicia social y del bien común.
Lejos de ello, los libertarios creemos que el mercado es el sistema de organización social más sostenible y más justo, en el que al amparo de la Ley, las relaciones privadas arbitran de manera más justa que la imposición directa de la regulación impuesta por el político de turno. En el mercado, las relaciones privadas consisten en los procesos de producción. Un ser humano percibe una necesidad y es incentivado a proponer una solución a través del proceso de creatividad empresarial (innovación).
Según Locke, este proceso permite crear relaciones pacíficas entre iguales, para así mezclar el trabajo entre diferentes seres humanos y transformar materias primas en productos finales o en servicios que se convierten en propiedad privada y sirven para ser intercambiadas en el maravilloso libre mercado. El camino social dictado por la naturaleza humana, por lo tanto, es el camino de los derechos sobre la propiedad privada. Este mecanismo de intercambio, al que llamamos mercado, es el camino en el que los seres humanos han aprendido a evitar los métodos de la «selva», que consisten en pelear por los recursos escasos, imponiendo así la Ley del más fuerte mediante el uso de la violencia.
Mi querido Mr. Market por lo tanto, lejos de ser la “ley de la selva” al que muchos estatistas se refieren, es la organización social más armoniosa y pacífica de producción e intercambio que ha dominado las diferentes civilizaciones. Tanto es así, que el ser humano ha logrado aprender a multiplicar dichos recursos, ¡a pesar del Estado! Es en este punto donde me permito responder a la primera pregunta ¿qué es el Estado? Pues señores/as, lejos de creer que el mercado es la ley de la selva, la realidad es que la ley de la jungla es el Estado.
Y, ¿por qué es el Estado la Ley de la jungla? se preguntarán… Simple, por la perversión absurda y cruel del principio de igualdad. La igualdad social es una falacia basada en las matemáticas. La igualdad, lejos de su principio matemático, es una cruel imposición tirana que rompe el principio de la esencia humana. ¿Somos iguales los seres humanos? mejor dicho, ¿es bueno que seamos iguales? La realidad es que las desigualdades son valoradas de formas distintas, por personas diferentes, en los distintos ámbitos de nuestra vida.
Por lo tanto, el concepto de igualdad social dependerá de lo que libremente piense cada individuo. Cada persona tiene sus virtudes y sus defectos, y la desigualdad de hecho es lo que enriquece las sociedades, y he dicho desigualdad, no vulnerabilidad. ¿Qué sucedería con el aprendizaje si todos fuéramos iguales? Ciertamente, las desigualdades nos colocan en cuestiones de renta en situaciones distintas, pero la perversión en la igualdad de renta es diferente a la igualdad de oportunidades, ya que la igualdad de rentas no es para nada justicia, más bien tiranía, y sería absolutamente injusta, perversa y cruel.
Yo creo en el incentivo, en la meritocracia y en la libertad, ¡no en el Estado! Por ello creo que la verdadera ley de la selva no es el mercado, sino el Estado y sus infinitas falacias. ¿Acaso el rico debe pagar más? Si un impuesto es porcentaje en función de la renta generada, lo cierto es que a misma unidad marginal mayor monto total, matemáticas puras… ¿Quién dictamina que algunos paguen un 45% de su renta y otros un 15%?, ¿acaso es este un concepto de igualdad? Paradojas estatistas que se resumen en la voracidad recaudatoria. Para una servidora lo único que determina la diferencia entre clases es la producción y la inversión. Si inviertes bien y produces mejor, ganas más. Si te esfuerzas, tienes lo que mereces, punto.
La Ley del Estado se transforma en una especie de Monsieur Hood social vestido de democracia, y claro, si se considera a los políticos y burócratas como sometidos a las mismas ambiciones monetarias que todos los demás, el Estado depredador perdería su aura de Robin Hood, puesto que entonces quedaría clarísimo que los ciudadanos comunes utilizan los «medios económicos» pacíficos, productivos, para obtener riqueza, mientras que papá Estado se vale del poder coercitivo del aparato del Estado para restarnos libertades e imponer normas de conducta que vienen impuestas de manera “democrática” por aquellos que suelen representar como mucho, algo más de la mitad de la población. Esto queridos lectores, ¡NO ES JUSTICIA!
La imposición de impuestos de manera binaria, así como las regulaciones autistas o triangulares, no deberían de estar jamás por encima de los acuerdos privados reflejados en libertad siempre que estos se reflejen al amparo del derecho más consuetudinario, puesto que lo contrario, esa maraña regulatoria chunga del político de turno, nos resta libertades y complica las relaciones que en el marco privado del libre mercado y de la defensa de la propiedad privada logran los mayores avances y relaciones sociales al amparo del incentivo de la acción humana.
Y es que en contraste con las ideas de la izquierda, derecha, o intermedio, los libertarios nos negamos a dar al Estado la sanción moral de cometer acciones que casi todos estaríamos de acuerdo en que serían inmorales, ilegales y criminales si fuesen cometidas por cualquier otro ciudadano privado. Y es por ello que la única justicia que existe, es la justicia que defiende con firmeza la propiedad privada frente al poder coercitivo del Estado. Hoy, me toca más que nunca poner a prueba mi educada mente para así poder entender un pensamiento diferente al mío sin necesidad de aceptarlo.
Gisela Turazzini, Blackbird Bank Founder CEO.