Aceite de oliva

Crisis inesperada: el gran rival del aceite español, al borde del colapso por denuncias

rival aceite
Blanca Espada

Cuando se piensa en el aceite de oliva, rápidamente nos viene a la mente el que se produce en España. Sin embargo no podemos olvidarnos del gran rival al aceite español y que no es otro que el italiano, que como el nuestro, tiene prestigio, calidad y tradición, pero que no parece estar pasando por su mejor momento. Mientras que el sector español parece tener ahora un momento relativamente estable, con precios al alza y un impulso notable hacia la modernización, el panorama al otro lado del Mediterráneo es bastante distinto. Italia, y concretamente su industria almazarera, está atravesando una tormenta que amenaza con dejarla fuera de juego en plena campaña.

La crisis para el rival a nuestro aceite, no ha llegado por una mala cosecha ni por causas climáticas, como tantas otras veces. Esta vez, el epicentro del problema está en el ámbito político y administrativo. Las ayudas destinadas a modernizar las almazaras italianas que son las instalaciones encargadas de extraer el aceite de las aceitunas, están paralizadas. Y no hablamos de una cifra menor: se trata de 100 millones de euros que deberían haber sido repartidos entre diferentes regiones del país para actualizar maquinaria y procesos. Pero, a pesar de que las garantías se han presentado, nadie ha recibido un solo euro.

La falta de liquidez pone en jaque a muchas pequeñas y medianas empresas que contaban con esas ayudas para cumplir con los plazos de entrega establecidos en sus contratos. Y es que el calendario legal impone una fecha límite para completar las inversiones: el 31 de enero de 2026. Pero si no hay dinero para iniciar las obras, es imposible cumplir con ese plazo. La producción de aceite de oliva comienza cada año en octubre, lo que significa que las almazaras deben estar operativas a finales de septiembre. El retraso en las subvenciones no sólo pone en riesgo la inversión pública, sino que amenaza con dejar sin producto a uno de los sectores más emblemáticos del país.

La crisis para el gran rival del aceite español

El medio especializado Olimerca se ha hecho eco de la denuncia pública realizada por la Asociación Italiana de Almazaras (AIFO), que ha encendido todas las alarmas en el sector. Su presidenta, Elia Pellegrino, ha sido clara en sus declaraciones: «La falta de avances impide a las empresas cumplir sus contratos con los proveedores». Sin maquinaria, no hay modernización. Sin modernización, no hay producción. Así de crudo.

Pellegrino ha advertido además que las empresas se encuentran «atrapadas entre el yunque de las máquinas no entregadas y el martillo de los plazos inaplazables». Con esa imagen contundente, ha resumido la situación de asfixia en la que se encuentran muchos empresarios del sector, que no pueden avanzar ni hacia delante ni hacia atrás. Como solución de urgencia, AIFO ha propuesto trasladar la fecha límite para ejecutar las inversiones hasta marzo de 2026, lo que permitiría, al menos, completar las instalaciones sin ver comprometida toda la campaña.

En este contexto, Olimerca destaca también el papel que puede jugar el Ministerio de Agricultura italiano, que ya ha iniciado gestiones para reasignar fondos a los proyectos que quedaron excluidos inicialmente de las ayudas. Además, el subsecretario del ministerio, Patrizio La Pietra, ha mostrado su disposición a abordar la situación, instando a las regiones a que revisen el estado de los desembolsos y actúen cuanto antes.

Una oportunidad (perdida) en plena carrera por la competitividad

El momento no podría ser más delicado. El aceite de oliva se ha revalorizado notablemente en los últimos años, y la competencia por liderar el mercado internacional está más viva que nunca. España ha dado pasos firmes hacia la digitalización y la modernización del proceso productivo, lo que le ha permitido ganar eficiencia y calidad. Mientras tanto, Italia ve cómo se le escapa el tren por culpa de una mala gestión política y una burocracia que frena en lugar de facilitar.

La situación no sólo genera incertidumbre interna, sino que lanza un mensaje peligroso al exterior: la industria italiana del aceite podría no estar preparada para asumir los retos del futuro si no logra resolver sus problemas estructurales. En un mundo donde cada vez se exige más trazabilidad, sostenibilidad y eficacia, quedarse atrás no es una opción.

Repercusiones más allá del sector

Este tipo de crisis no afecta únicamente a los empresarios del aceite. Hay todo un ecosistema que gira en torno a esta industria: agricultores, transportistas, fabricantes de maquinaria, distribuidores y hasta restauradores. Si las almazaras italianas no logran estar a punto para la próxima campaña, las consecuencias económicas podrían ser devastadoras. Además, podría abrirse una ventana de oportunidad para otros productores, especialmente españoles, que podrían ganar aún más cuota de mercado en un momento clave.

Pero, lejos de celebrarlo, muchos expertos del sector en España observan la situación con preocupación. La rivalidad entre ambos países ha sido siempre fuerte, sí, pero también constructiva. La caída de un actor como Italia no beneficia a nadie a largo plazo, pues puede afectar la imagen global del aceite de oliva europeo, un producto que ha luchado durante años por posicionarse frente a otros aceites vegetales más baratos pero de menor calidad.

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