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El ascensor de Rato y su venganza contra BBVA

El juez le procesa por el 'caso Rato' justo en el 25 aniversario de su foto con Aznar en la victoria del PP

El juez procesa a Rato por corrupción, blanqueo y elusión fiscal

Rodrigo Rato pide personarse como perjudicado en el caso BBVA por presuntas escuchas de Villarejo

Rodrigo Rato en el momento de su detención
Rodrigo Rato en el momento de su detención
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Los más veteranos de la antigua Caja Madrid que quedan en Bankia -y los que se han prejubilado, que son los más- recuerdan que, en los tiempos de Rodrigo Rato en la presidencia, había un ascensor exclusivo para subir desde el garaje a la planta noble en la sede central de la entidad en la madrileña Plaza de Castilla. Y solo podían usarlo dos personas: el propio Rato y su fiel escudero, José Manuel Fernández Norniella. Cualquier directivo -por mucho rango que tuviera- que osara montarse en él  se llevaba una buena reprimenda de la secretaria de don Rodrigo que llegó a directora de comunicación, Teresa Arellano.

La anécdota del ascensor ilustra cómo funcionaban las cosas en la Bankia de Rato, donde el ex casi todo (exministro, exvicepresidente del Gobierno, exdirector gerente del FMI, expresidente de la entidad y ahora expresidiario) tenía un poder absoluto y lo ejercía con total impunidad. Y con esa chulería que exhibiría años más tarde en el Congreso cuando profirió la frase que da nombre a esta columna. ¿Para qué quería ese poder absoluto? Pues, según lo que van averiguando los tribunales, para hacerse rico, después de haber visto menguada notablemente la fortuna familiar de los De Rato y Figaredo.

Esta semana, el juzgado de instrucción número 31 de Madrid ha ordenado la apertura de procedimiento abreviado (es decir, ha procesado) al propio Rato y a ‘Teresita’ Arellano, a quien utilizó como testaferro (presuntamente) para las actividades por las que ahora son acusados de corrupción en los negocios, blanqueo de capitales y elusión fiscal en la gestión de los contratos publicitarios de Bankia. Justo en el 25 aniversario de la primera victoria electoral de José María Aznar y su mítica foto junto a Rato en el balcón de Génova, 13. Cómo cambian los tiempos, que ya ni siquiera el edificio será la sede del PP en breve.

victoria José María Aznar
Rajoy, Álvarez Cascos, Aznar, Botella y Rato, en la noche del 3 de marzo de 1996.

Como contó en su día Jesús Cacho, Rato se había hartado de hacer ricos a todos sus amigos (o amigos de sus amigos) con las privatizaciones de empresas públicas, como César Alierta, Manuel Pizarro, Francisco González, Alfonso Cortina, Juan Villalonga et alii, mientras él seguía viviendo de un sueldo público, bueno pero sueldo al fin. Y decidió hacerse rico él también. Eso explicaría la nunca aclarada espantada que dio en el FMI en 2007 (con notable perjuicio a la imagen de España en ese momento) para volver a Madrid e incorporarse a cuanto consejo y órgano asesor -incluso creado ad hoc para él- se le antojó, sin que nadie se atreviera a decirle que no: Santander, Caixa, Telefónica, Lazard

Hasta que llegó su oportunidad de oro con la presidencia de Caja Madrid en enero de 2010. Y se ve que los emolumentos del cargo no eran suficientes para las altas aspiraciones del personaje, que buscó complementarlos quedándose con una comisión por cada contrato de publicidad que firmaba Caja Madrid, primero, y Bankia después, tras la fusión de la caja madrileña con la valenciana Bancaja y otras cinco cajas más pequeñas (de nuevo, presuntamente). Con su fiel Teresita como cómplice o cooperadora necesaria, si bien quienes la conocen aseguran que no era consciente de lo que hacía porque firmaba todo lo que le ponía delante su adorado Rato sin leerlo.

Teresa Arellano: «Yo por don Rodrigo, ma-to»

«Hablar con Teresa era como hablar con el propio Rodrigo. La gente lo sabía y le tenía un temor reverencial. Y ella era consciente y lo explotaba», añade otro exalto cargo de Bankia. Por eso, Arellano llegó a convertirse en un auténtico poder en la sombra en la entidad resultante de un poder que hacía y deshacía a su antojo en el banco, sabedora de que, con el respaldo inquebrantable de Rato, nadie se atrevía a toserle.

Rodrigo Rato-Testigos-Juez
Teresa Arellano, la secretaria personal de Rodrigo Rato en Bankia.

De hecho, el presidente la fue ascendiendo por los servicios prestados: llegó a ser apoderada de Bankia y de su matriz, BFA, y directora en la sombra de comunicación, obra social y la fundación; llegó a llevar todas las áreas no bancarias, mientras que el negocio era responsabilidad de Norniella (los conocimientos bancarios de Rato eran bastante limitados). Cuando se presentó al equipo de comunicación, exhibió como su mayor mérito los años de servicio con Rato y exclamó, parafraseando a Belén Esteban, «yo por don Rodrigo, ma-to». Ahora bien, Arellano nunca llegó a ser nombrada oficialmente para ningún cargo, porque habría dado demasiado el cante y porque su perfil no era precisamente adecuado a esas tareas.

En agosto de 2011, Rato comunicó a Pilar Trucios, la profesional fichada para comunicación con cargo de directora general en enero de ese año, que pasaba a depender de Arellano. Trucios se negó a estar bajo las órdenes de una secretaria y pactó su salida de la entidad. En el sector existe la leyenda de que se llevó una indemnización cercana al millón de euros por ocho meses de trabajo, algo equivalente al tesoro de Tutankamón en el mundo del periodismo y la comunicación. Asumió las funciones de Trucios su número dos, Miguel Robledo, ahora también procesado por el juzgado.

Cuando en 2012 todo saltó por los aires y Bankia tuvo que ser nacionalizada, se descubrieron los diferentes pasteles que había dejado Rato y  todo el mundo tuvo claro que no tenía más remedio que ir a la cárcel. Ahora bien, condenarle por la salida a bolsa implicaba poner a los pies de los caballos al Banco de España y a la CNMV, puesto que Rato se había limitado en todo momento a seguir sus instrucciones. Así que había que buscar otra cosa, las tarjetas black, que Goirigolzarri encontró y, según se dice, filtró a la prensa persona interpuesta próxima a un Luis de Guindos deseoso de vengarse de su antiguo jefe en el Ministerio de Economía. Más tarde, apareció el ‘caso Rato’, que puede llevarle de nuevo a la sombra ahora que acaba de lograr la libertad condicional.

La venganza de Rato contra FG

Francisco González, expresidente de BBVA, en el juicio por la OPV de Bankia.
Francisco González, expresidente de BBVA, en el juicio por la OPV de Bankia.

En el juicio por la salida a bolsa, que a la postre absolvió a Rato en una sentencia escandalosa, declaró Francisco González, que ya había tenido un duro encontronazo con Rato porque BBVA fue el único banco que se negó a obedecer al Gobierno de Zapatero y comprar acciones de lo que todo el mundo sabía que era una bomba de relojería. En la vista, FG dijo que había intentado parar la OPV pero que no le hicieron caso. Y reveló que, en las famosas cenas con Guindos y los grandes banqueros en mayo de 2012 para decidir el destino de Bankia, dijo que Rato tenía que dimitir. Y que Emilio Botín le apoyó explícitamente.

Con el orgullo que gasta, a Rato no le hicieron precisamente gracia esas declaraciones en sede judicial, así que ahora pretende vengarse donde más le duele a González: en el caso Villarejo. Ha pedido personarse como perjudicado al entender que fue espiado por el excomisario por orden de FG. Otro más en las nutridas filas de los que quieren que el que acabe entre rejas sea González.

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