Economía

Adiós a tus ahorros: un analista económico avisa de un suceso inesperado que podría dejar a media España en la ruina

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Blanca Espada

La economía española parece que siempre es un tema de preocupación entre aquellos que deben hacer frente mes a mes, los gastos de una casa, de la compra en el supermercado, de los impuestos, es decir, del coste de la vida. Pero incluso teniendo todas esas preocupaciones, algunas personas intentan ahorrar con el objetivo marcado de tener dinero para momentos difíciles, contar con algo guardado al jubilarse o porqué no, para comprar una vivienda, un coche o irse de vacaciones. Sin embargo, ahora también los ahorros pueden ser motivo de preocupación tras el aviso de un analista económico.

Sobre el papel, los datos no parecen tan malos. El Banco de España informa que el nivel de deuda de los hogares está en el 68 % de su renta bruta disponible. Esta es una cifra que no se veía desde el año 2000, antes de que explotara la burbuja inmobiliaria. Y si bien a priori, podría interpretarse como una señal de fortaleza ya que al tener menos deuda, se cuenta con más margen para resistir crisis, pero la verdad parece ser otra si tenemos en cuenta el mensaje de José Antonio Latre, consejero y asesor empresarial, quien advierte de que esta situación es «una moneda de doble cara».

Y es que puede que el ahorro privado está en máximos, pero en un escenario en el que el sector público gasta y se endeuda sin freno, ese colchón puede convertirse en el objetivo de impuestos adicionales o incluso en lo que el experto llama una «expropiación silenciosa» del dinero de los ciudadanos.

Un analista económico avisa sobre algo que afectaría a los ahorros

Que las familias hayan reducido tanto su deuda respecto a la media europea puede sonar alentador. Aparentemente, hay menos riesgo de impago y más capacidad para afrontar imprevistos. Pero lo cierto es que gran parte de ese ahorro no nace de la abundancia, sino de la imposibilidad de gastar en lo que realmente se necesita.

En los últimos años, la renta bruta disponible ha crecido más que la inflación. Eso ha permitido amortizar deudas y guardar algo de dinero. Sin embargo, este fenómeno no siempre es señal de bienestar. Buena parte obedece a que acceder a bienes esenciales, como la vivienda, se ha vuelto casi imposible. Con precios que suben mucho más rápido que los salarios, muchos jóvenes ni se plantean hipotecarse. Hay familias que retrasan grandes compras y consumidores que frenan decisiones por miedo al futuro. Todo eso engorda las estadísticas del ahorro, aunque para la economía sea un freno más que un motor.

El gran problema de la inflación

Otro factor que explica el escenario actual es la inflación. Lejos de ser un problema para las arcas públicas, a menudo se convierte en una herramienta que los gobiernos aprovechan. Con precios más altos, se recauda más sin necesidad de tocar los impuestos y, de paso, se reduce el peso real de la deuda pública.

El ciudadano, en cambio, lo sufre en silencio. El dinero ahorrado pierde valor, la cesta de la compra se encarece y cada mes parece que el sueldo rinde un poco menos. Ante eso, muchas familias intentan compensar guardando más, pero al mismo tiempo consumen e invierten menos. El resultado es ese círculo vicioso al que alude Latre, con menos actividad económica, productividad estancada y un clima que no invita a mover el dinero.

Cuando tus ahorros dejan de ser intocables

El gran temor de Latre es que, si el sector privado acumula cada vez más capital y el público sigue gastando sin freno, tarde o temprano haya un choque. Y en ese escenario, advierte, “las medidas para captar esos recursos pueden ser cualquier cosa menos suaves”. Desde subidas de impuestos encubiertas hasta gravámenes especiales sobre productos financieros o patrimonios concretos.

La idea de que los ahorros puedan verse afectados no es ciencia ficción. Otros países han aplicado impuestos extraordinarios o cambios legales que, en la práctica, reducían la rentabilidad o disponibilidad del dinero. El problema, señala el experto, es que la creciente desconfianza de los hogares hacia la situación política y económica no es casualidad: es el reflejo de que la gente ya percibe que hay algo que no cuadra.

La conclusión que deja esta advertencia es incómoda: un buen ratio de endeudamiento no siempre significa que la economía esté fuerte. Puede ser el síntoma de que las familias se están protegiendo como pueden ante un futuro incierto. Y si esa percepción se mantiene, no sólo caerán el consumo y la inversión; también aumentará la tentación de que los ahorros sean el próximo objetivo de la política fiscal.

La historia reciente demuestra que, en épocas de tensión, los gobiernos miran hacia donde todavía hay recursos. Por eso, más allá de las cifras oficiales y de los titulares optimistas, conviene leer entre líneas y recordar que, a veces, las mejores estadísticas esconden los riesgos más serios.

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