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Adiós al entrar con esto en una cafetería en España: la prohibición que indigna a los clientes

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Blanca Espada

Durante años, muchas cafeterías de España se han acabado convirtiendo en el refugio perfecto para quienes teletrabajan. El hecho de poder disfrutar de un café, mientras se trabaja con el portátil, sumado a la posibilidad de cambiar de escenario con respecto al hecho de estar en la oficina o en casa, atrajo a miles de personas. Sin embargo, algo está cambiando. Lo que parecía una convivencia ideal entre cafeteros y trabajadores digitales, hoy está generando tensiones que afectan directamente a la experiencia de los clientes.

Cada vez son más los establecimientos que han comenzado a colgar carteles con una advertencia clara: no se permite el uso de ordenadores portátiles. Esta nueva norma ha pillado por sorpresa a muchos usuarios habituales, que han visto cómo se restringe su acceso a un espacio que consideraban también suyo. La medida ha generado una oleada de críticas en redes sociales, con mensajes que van desde la indignación hasta la resignación, pasando por la comprensión de parte de algunos clientes que también ven con recelo cómo se llenan las mesas de pantallas durante horas.

La raíz del problema no es algo baladí. La proliferación del teletrabajo tras la pandemia convirtió muchas cafeterías en oficinas improvisadas, pero esto ha traído consecuencias que los dueños de los negocios ya no pueden ignorar: menos rotación de clientes, consumo mínimo por parte de quienes se instalan con su portátil durante toda la mañana (aprovechando además el Wifi del establecimiento durante horas), y un ambiente que en algunos casos ha dejado de ser acogedor para quienes sólo quieren tomar un café en paz. Y así, lo que parecía una solución para todos, se ha vuelto un punto de conflicto que obliga a tomar decisiones impopulares.

¿Por qué se prohíbe ahora el uso del portátil en cafeterías?

La decisión de prohibir el uso de portátiles en cafeterías no surge de la nada. Los propietarios de muchos de estos locales han observado una tendencia preocupante: mesas ocupadas durante horas con un sólo café, sin apenas rotación de clientes y, en algunos casos, con un ambiente más parecido al de una sala de estudio que al de un local social y dinámico. Aunque pueda parecer una medida drástica, para muchos gerentes representa la única forma de proteger la esencia de su negocio y, sobre todo, su rentabilidad.

Esta medida no pretende ser un ataque personal a los teletrabajadores, sino una forma de equilibrar las dinámicas del local. La esencia de una cafetería ha sido siempre la de relajarse o la de mantener una conversación entre amigos o con la familia mientras se disfruta de un buen café. Y aunque el portátil encajó en esa ecuación durante un tiempo, ahora amenaza con desdibujar esa identidad. Algunos locales han decidido actuar antes de que sus espacios pierdan por completo su personalidad, y su clientela más tradicional se sienta desplazada.

¿Puede haber una solución intermedia?

No todos los bares han optado por un no rotundo al portátil. De hecho, una parte del sector está intentando encontrar fórmulas que permitan convivir ambos mundos sin que uno canibalice al otro. Una de las soluciones más comunes está siendo delimitar espacios concretos para quienes trabajan con el ordenador, o establecer horarios específicos para su uso. De esta forma, se respeta tanto al cliente que quiere una mañana de trabajo tranquila, como al que busca un café rápido o una conversación con amigos sin pantallas de por medio.

Otros establecimientos optan por reservar zonas sin enchufes o con carteles donde se indica amablemente que no se permite el uso de dispositivos electrónicos durante ciertas horas del día. Estas decisiones se toman con base en la experiencia de cada negocio: hay locales que funcionan mejor como espacios de trabajo por la mañana, y otros que no pueden permitirse perder mesas durante toda la jornada.

Al margen de las opciones que se están planteando y aplicando, cabe preguntarse si es legal que no nos dejen entrar en una cafetería, si lo hacemos con la intención de trabajar con nuestro portátil. La clave está en tener claro que el derecho de admisión entra en juego, de modo que debemos ser conscientes de que la ley ampara a los propietarios de estos negocios a través de ese derecho de admisión, siempre que las normas que se impongan sean objetivas, no discriminatorias y estén claramente indicadas en el local. Es decir, un cartel bien visible que informe sobre la limitación es suficiente para que la medida sea válida legalmente.

Eso sí, esta norma no puede aplicarse de manera arbitraria. No se puede discriminar a ningún cliente por su aspecto, edad o cualquier otro factor, pero sí está permitido establecer normas que regulen el uso del espacio siempre que estén justificadas y sean razonables. Limitar el tiempo de uso de una mesa, impedir el uso de ordenadores en determinadas franjas horarias o reservar zonas libres de dispositivos son medidas legales y, cada vez más, habituales.

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