Rafa ganó en cuatro sets (6-3, 4-6, 6-4, 6-0)

Nadal agota al ‘Peque’ Schwartzman y se mete en semifinales de Roland Garros

Rafael Nadal se clasificó para las semifinales de Roland Garros, después de derrotar a Diego Schwartzman en cuatro sets (6-3, 4-6, 6-4, 6-0) en un encuentro majestuoso en el que el balear necesitó de su mejor versión para proclamarse vencedor

Nadal
Nadal celebra un punto. (Getty)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

Roland Garros tendrá a su gran dominador en semifinales. El mejor de la historia en tierra batida dio un golpe encima de la mesa en un encuentro de dificultad máxima, en la que Diego Schwartzman amenazó con colarse en la limitadísima lista de aquellos que osaron tumbar al rey. Pero Rafael Nadal se negó a ser derrocado y con una función majestuosa, tumbó al Peque (6-3, 4-6, 6-4, 6-0) en cuatro sets y se mete de lleno en la lucha por el título, el que sería el decimocuarto en París. Ahora espera en semifinales a Berrettini o al más probable contrincante, Novak Djokovic.

Los cuartos de final de Roland Garros deparaban un duelo clásico en tierra batida, un choque de estilos entre Nadal y Schwartzman, dos guerreros con su adoración por la tierra batida como elemento en común. El head to head entre ambos, con un 10-1 favorable al balear, no hacía justicia a una rivalidad entre dos auténticos titanes en arcilla. El rey de la tierra contra el gladiador. Espectáculo asegurado en la Philippe Chatrier.

Después de sus victorias ante Popyrin, Gasquet, Norrie y Sinner, prácticamente inmaculadas, al balear le tocaba el primer especialista en una tarde soleada en París, propicia para desplegar su mejor juego ante el público parisino. Todo parecía preparado para una nueva victoria contundente de Rafa, todo menos el rival, un Peque Schwartzman que después de una gira irregular de tierra había encontrado en Roland Garros su mejor juego. Cuatro partidos y cuatro barridos. Ni un parcial perdido.

El primer set del encuentro, por tanto, iba a contar con un aliciente extra. Uno de los dos contendientes perdería su imbatibilidad parcial en el torneo. Nadal, contundente al saque, tuvo que esperar a que Schwartzman dejase un resquicio en su punto débil, el servicio. Las dos primeras pelotas de break en el cuarto resultaron infructuosas, pero en la siguiente ocasión, en el sexto, el balear se llevaba el juego en blanco, colocándose a las puertas de la victoria.

Nadal golpea primero

El Peque acostumbra a vivir este escenario en sus partidos, con una rotura que se responde con otra, fruto de su perseverancia y calidad al resto. Dicho y hecho. Schwartman quebraba el servicio de Rafa y devolvía la igualdad a la contienda antes de lo previsto, aunque el tornado de roturas no había acabado. Centrado en su juego y no en la mancha en el expediente que suponía el break, Nadal tiraba de derecha y bemoles y acumulaba un nuevo quiebre, esta vez sí el definitivo para atar el primer set por 6-3.

Rafa había golpeado primero, y esto suele ser sinónimo de victoria. Acostumbrado a triunfar en París una y otra vez, Nadal no estaba dispuesto a ceder antes de tiempo en 2021, pero Schwartzman le hizo caer en la tentación, con una mínima relajación que, en un visto y no visto, se traducía en un 3-0 favorable al argentino.

El Peque es el ‘pesado’ oficial del circuito, un tenista digno de admirar por su menudo físico, su fortaleza en este mismo plano y en el mental, y la calidad extrema de sus tiros bajo presión. Este cóctel es el que le ha llevado a rondar posiciones de top 10 desde hace años y el que le permitió desquiciar a Nadal, que eso sí, remontaría de forma momentánea para poner la igualada antes del punto de inflexión del set.

Reacción de mérito de Schwartzman

Con el viento a favor tras quebrar a su rival y la ventaja que otorga el ganar ¡13 veces! en el mismo escenario, no había nada que pareciera poder frenar a Nadal, pero Schwartzman no pensaba lo mismo. El Peque sacó fuerzas de flaqueza, con más de una hora de intercambios mortales que hacían enloquecer al público y metió una pelota más, provocando la aparición del –casi– nunca visto en el combo Nadal-tierra batida: los errores no forzados.

Rafa se confió en exceso en el juego decisivo y desperdició un 30-0 favorable con errores que le dejaron a merced del Peque. Con punto de set en contra, llegó la debacle táctica. Una dejada que no tocaba y salió casi como un globo se traducía en las tablas en el marcador. 6-4 para Schwartzman y volver a empezar para ambos. Partido a tres sets en la Chatrier.

Lo peor para Nadal no fue la pérdida del set, sino el lleno absoluto en la confianza del argentino de cara al resto del partido. El Peque corría a cada pelota sin importarle quién estuviera enfrente o el desgaste que esto suponía y la grada, de nuevo celosa por los triunfos interminables de Rafa, alzaba al rival del trece veces campeón en busca de un nuevo ganador no español en París.

La igualdad sólo llegaba en el servicio de Nadal, solucionada con tesón por el rey de la tierra, enfocado y acertado con su saque. El Peque, en cambio, no cedía prácticamente puntos, haciendo que Rafa se desgastara mientras él, aparentemente, aguantara entero física y mentalmente. Schwartzman borraba las líneas al tiempo que Nadal lamentaba sus propios errores, pero el resultado seguía siendo empate en el 4-4 y eso se convirtió en la mejor noticia para los intereses del español.

Con 35 años recién cumplidos y sobre un tapete en el que se coronó por primera vez hace 16, Nadal conoce todos los entresijos del torneo, la pista, y su propio rendimiento en momentos clave en París, y no hizo más que rebuscar en su disco duro en pos de encontrar la solución a los problemas, severos, planteados por Schwartzman. Y como siempre, encontró la solución.

El rey de la tierra despierta a tiempo

Tras mantener un servicio clave, Nadal se despojó de las ataduras que le habían limitado al resto y fue mermando punto a punto a su rival, sorprendido por la resurrección de un Rafa que no se había ido, sólo estaba dormitando. A partir de ahí, coser y cantar para el balear, que cerraba con firmeza el tercero, quedándose a sólo uno de las semifinales.

La batalla no tenía un contador tan numeroso de minutos, pero la combinación del desgaste de los intercambios y la duración de estos mantenía extenuados a ambos tenistas. Así las cosas, los golpes para el perdedor se sufren el doble, mientras el vencedor moral se dota de su propia confianza para hacer mella en su contrincante.

El inicio del cuarto, como podía preverse, benefició al ganador del tercero, un Nadal que había puesto la sexta con un solo objetivo: las semifinales. Los juegos caían uno tras otro del lado del balear, mientras el Peque se resignaba a una nueva derrota, la undécima ante el rey de la tierra, desatado y haciendo claudicar a su rival y a un público de nuevo rendido a una nueva exhibición de Rafael Nadal Parera.

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