España se clasifica para la Eurocopa de Francia con goleada y peajes

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Cazorla se abraza con Pedro tras marcar el primer gol de España. (EFE)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Una goleada previsible pero dolorosa llevó a España en autopista directa hacia la Euro de Francia, eso sí, con dos carísimos peajes: las lesiones de Silva y Morata. A falta de lo que determinen las pruebas médicas, el canario tiene un fuerte esguince de tobillo y el delantero de la Juve una lesión en el peroné. Los dobletes de Cazorla y Alcácer firmaron un triunfo que no alivia el sufrimiento por los caídos en acto de servicio.

Sacaba Del Bosque un once con más galones que el general Patton y más títulos que la Duquesa de Alba. Los supervivientes de la vieja guardia pretoriana, tan presente en la edad de oro de la selección española, saltaban a escena. La columna vertebral de España tenía más solera que un Napoleón: Casillas, Piqué, Busquets, Cesc, Silva, Pedro… Todos presentes menos los lesionados Ramos e Iniesta, que tienen plaza reservada en la lista para Francia.

Treinta segundos tardó Piqué en tocar la pelota, los mismos que el público de Las Gaunas en regalar los oídos del central del Barcelona con música de viento a todo pulmón. Se disipaba de golpe una de las pocas dudas que suscitaba el partido: Piqué cae gordo en Oviedo, en León y también en Logroño, aunque puede que aquí un poco más. Había unos pocos, justo es decirlo, que intentaban aplaudirle, pero el plebiscito lo perdía Piqué por mayoría absoluta.

Dominaba España con un bullicioso Morata, que quería ganarse el 9 vacante de La Roja con el sudor de su frente y el 7 de Raúl a la espalda, aunque los muchachos de Luxemburgo parecían ordenaditos y esforzados. Silva intentó un par de veces el eslalon y se llevó sendas cornadas, la segunda tan alevosa que le dobló el tobillo y le mandó directo a la enfermería, caído por la patria. El árbitro hizo de Don Tancredo como Rajoy.

Del Bosque metió a Mata, como si le diera calambre sacar a uno del Madrid (por ejemplo a Isco). Tocaba España al trantrán y así cayó la primera ocasión a los diez minutos gestada por los dos laterales: centro de Juanfran y remate alto de Jordi Alba en boca de gol. Luxemburgo nos dejaba el balón y el campo, mientras ellos se arremolinaban en torno a su portería como unas quinceañeras en un concierto de Justin Bieber.

Peleados con el gol

Un córner que concedió España sirvió para ver que el nuevo Casillas sale tan poco como el viejo. Dominaba La Roja y Luxemburgo se defendía sin ponerse ni colorada. Era un dominio estéril, aunque goteaban algunas ocasioncitas. Morata, formazo a los pechos de Higuaín, vivía como El Pipita al borde del fuera de juego, pelo arriba, pelo abajo, con un asistente que levantaba el brazo más que un empollón en clase.

A los 21 España demostró que había empezado el partido más peleada con el gol que Punset con su peluquero. Una buena maniobra de Morata se convirtió en una asistencia perfecta para Cazorla, solo y de frente a la portería, pero su disparo se estrelló contra el larguero. En la siguiente jugada, de nuevo una buena acción del 9 de la Juve, finalizada con un disparo defectuoso. El ataque se volvía acoso. Hasta Bartra parecía Beckenbauer. Al toque por el medio, con Cazorla en plan Xavi, y al galope por los costados, España encerraba a Luxemburgo en su propio corralito. Pero caían los minutos y no los goles. Casillas, en el otro extremo de la acción, repasaba mentalmente la lista de la compra.

A la media hora se rompía Morata en un centro en el que le cayó encima un defensa de Luxemburgo. La escena tenía una pinta horrible y luego se acabarían de confirmar los temores: lesión en el peroné. Los enanos del circo de Del Bosque eran pívots de la NBA. No se podría tener peor fario. Paco Alcácer era el segundo cambio del seleccionador español. La factura del partido para España empezaba a parecerse a una cena de Rodrigo Rato: demasiado cara.

Y al final hubo gol en Las Gaunas. Un pase medido de Cesc para Juanfran, autopista de peaje vacía su banda, centro del rojiblanco para Pedro, que dispara solo en el área. El tiro del canario lo rechaza al centro el meta de Luxemburgo y el despeje llega a los pies de Cazorla que, esta vez, sí la clava. Se aproximaba el descanso a Logroño y España encontraba el gol merecido. La afición lo agradeció y premió después a Casillas en una salida con los pies y hasta Piqué se llevó algún aplauso que otro camino del túnel del vestuarios.

El monopolio del balón

Comenzaba la segunda parte y España mantenía posiciones. A los chicos de Luxemburgo empezaban a parecer pequeños Rambos: no sentían las piernas. La Roja hacía rondito y aceleraba en tres cuartos de campo. Se rifaba alguna tarascada que siempre les tocaba a los nuestros, así que la selección empezó a ralentizar el juego, como si firmáramos el 1-0 sin ningún lesionado más.

Pero Alcácer quería su golito, el quinto en nueve partidos con España, muchos de ellos jugando un rato. Fue de nuevo Cesc el que asistió al delantero del Valencia, que se había descolgado a la mediapunta arrastrando a los dos centrales de Luxemburgo. Alcácer giró, tiró el desmarque de ruptura, encaró a Joubert y le batió por debajo de las piernas. Gol de 9 que conoce el oficio.

Del Bosque decidió dar un ratito a Nolito, que juega como si a Curro Romero le dieran una pelota. Tiene una jartá de arte. El delantero del Celta se inventó un caño que era una asistencia a Jordi Alba, que peleó la pelota ante el inocente portero de Luxemburgo y la puso para que Alcácer marcara a placer el segundo de su cuenta y presentara su candidatura al 9 de España como tiene que hacerlo un delantero centro: con goles.

La inercia de Nolito y el abandono luxemburgués ayudaron a que llegara el cuarto, otra vez Cazorla, que recibió la pelota del fichaje con el que sueña Luis Enrique, progresó hacia la frontal sin que nadie le saliera a dar las buenas noches, apuntó, disparó y marcó.

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