«Zizou, sin ti no lo habríamos conseguido»
Una imagen vale más que mil palabras. Si no lo creen, vuelvan a situar sus ojos sobre la fotografía de arriba. Miren la cara de Florentino Pérez. Miren la cara de Zinedine Zidane. Miren incluso la cara de Felipe VI. Son la viva imagen de la felicidad, o de la Felizidane, como dicen esas camisetas que circulan por ahí.
Zizou lo había conseguido. La Undécima era La Undézima. Pocos madridistas, quizá sólo Florentino Pérez y algún madridista optimista, pensaban que el Real Madrid iba a ser campeón de Europa después de llegar a Navidades a siete puntos del Barça, sin jugar a nada y eliminados de la Copa del Rey por la ineptitud de Rafa Benítez.
Pero con Zidane empezó todo. El técnico dio otro aire al equipo, le soltó el corsé y se disfrazó de sesentaiochista en París: «Prohibido prohibir», proclamó el técnico en el vestuario madridista. Los jugadores, liberados del Plasta Benítez, como le llamaban en la caseta, volvieron a sonreír y se pusieron a jugar al fútbol.
Se lo dijo Zidane a Florentino cuando tomó las riendas del equipo: «Voy a trabajar para que este equipo gane y, sobre todo, para que juegue mejor». Y Zizou cumplió su promesa. Victoria a victoria –con algún borrón como el derbi del Bernabéu o la derrota en Wolfsburgo– el Real Madrid se plantó en la final de San Siro, último escalón hacia el cielo de La Undécima.
Y lo consiguió. Por eso el abrazo de Florentino en el palco no podía ser más sincero. «Sin ti no lo habríamos conseguido», dijo el presidente a Zinedine Zidane, un entrenador que él eligio, un consejero, un amigo, una leyenda… «Un técnico para estar en el banquillo del Real Madrid muchos años».