Cuando no vaguean, por lo menos ganan
Zidane montó la Revolución Francesa. Era un equipo titular en Fallas, quizá por jugar en Valencia. Tenía bajas, vive Dios. Entre los lesionados Marcelo, Benzema, Modric y Bale y los sancionados Carvajal y Ramos, el once del Madrid tenía más huecos que el Congreso de los Diputados en vísperas de un puente.
Pero además de ausentes, había castigados. Bueno, castigado, en singular. Zidane recetaba a Francisco Alarcón, alias Isco, jarabe de banquillo, donde sus posaderas se unían a las de Kovacic, Jesé, Casilla y tres muchachos del Castilla: Odegaard, Llorente y Tejero.
Pepe volvía al centro de la zaga después de pasar por la enfermería, que en el Real Madrid es una visita obligada como en París la Torre Eiffel. A su lado estaba Varane, flanqueados ambos en los laterales por Danilo, El Renacido, y Nacho, El Polivalente. Por delante, Casemiro, El Olvidado, estrenaba titularidad con Zidane y ejercía de escudero de Kroos, El hombre invisible. Y ya mirando hacia la portería jugaban Lucas Vázquez, El buen soldado, junto a James, El Fiestero, y Cristiano Ronaldo, el del nivel. Como delantero Borjita Mayoral, La gran esperanza blanca.
Era un once con más noveles que veteranos que tenía que demostrarle al entrenador que iban a dejar de meter la pata para empezar a meter la pierna. De salida, si no querías caldo, dos tacitas. Dominaba el Levante con más interés que acierto y se defendía el Madrid que era al partido lo que Pedro Sánchez a España: incapaz de gobernar.
Vuelta a las andadas
A los cuatro minutos se mascó la tragedia para los de Zidane, pero una soberbia mano abajo de Keylor Navas evitó el gol de Giuseppe Rossi. El Madrid volvía a las andadas, en el sentido más amplio del término. Lejos de presionar, los blancos reculaban y acumulaban al borde del área. Y si presionar les cuesta, defender atrás ya ni les cuento.
Poco a poco, sin prisa ni brillo, el Madrid empezó a inclinar el partido hacia la portería de Mariño. El equipo de Zidane parecía una oficina del INEM: estaba lleno de paraos. Ataques lentos, previsibles, con la agilidad de C3PO, que facilitaban las tareas destructivas del Levante. Caminaban –sí, caminaban– los blancos hacia la autodestrucción como Nicolas Cage en Leaving Las Vegas.
Mariño despejó en su palo un remate forzado y a bocajarro de Cristiano a la media vuelta. Era la primera ocasión clara del Madrid y estábamos en el minuto 19. Pero a los blancos les seguía faltando viagra futbolística. Seis minutos después, el luso fallaba un cabezazo solito en el segundo palo a la salida de un córner. Nada, que cuando no está de Dios, no está de Dios.
Se estiraba el Levante, porque a la fuerza ahorcan y porque los granotas veían que no iban a tener una oportunidad igual para ganar al Madrid. Contestó el Madrid con una jugada decente de Lucas Vázquez por la banda derecha, que remató de media volea Cristiano y despejó abajo Mariño.
Suéltate el pelo
Entonces el Levante dedició suicidarse. Lucas Orban hizo un penalti clamoroso e innecesario a Lucas Vázquez, que le había driblado, pero tenía delante a media zaga levantinista. Lo marcó Cristiano para enderezar un partido que había nacido torcido. Respiraba el luso. Respiraba Zidane. Respiraba Florentino. Y respiraban los madridistas de este universo y de otros.
El gol le sentó bien al Madrid, que empezó a dar un paso adelante y a perderle el miedo al partido. En el 37, a Borja Mayoral le cayó un balón suelto en el área, se giró, disparó, su tiro cruzado dio en el palo, volvió la pelota hacia Mariño, tocó en su pie y se coló dentro. Fue un gol con suspense, el primero de los muchos que puede marcar este chico vestido de blanco. Si le dejan.
Pero al Real Madrid le gusta dar emoción a sus partidos, así que un minuto después Deyverson acortó distancias. Lo hizo después de enseñar las costuras de Pepe en el salto y que el resto de la defensa del Madrid protagonizara un sainete en el rechace posterior. Así que al descanso los de Zidane se marchaban con el partido encarrilado, pero abierto.
Para evitar un susto como en Málaga se equilibraba el Madrid con un 4-4-2 en el que James y Lucas trabajaban las bandas y Casemiro a destajo por todos los lados. Un disparo lejano de James que se envenenó tras tocar en un rival estuvo a punto de dar un disgusto a Mariño, que tuvo que sacar poco después un tiro de Nacho desde la frontal.
En un tris de empatar estuvo el Levante en el 60, pero el disparo forzado de Deyverson dentro del área pequeña lamió el poste derecho de Keylor. Dominaba sin lustre ni pasión el Madrid, pero cualquier jugada de los de Rubi creaba peligro a los blancos. Una pase filtrado por James por arriba de la defensa levantinista lo remató Cristiano en boca de gol, pero su remate se estrelló contra el palo. Perdonaban la sentencia los blancos.
Un dominio insípido
El Madrid tenía el partido bajo control, pero no terminaba de cerrarlo. Al Levante se le iban agotando las fuerzas como a Patxi López después de la sesión de investidura. Metió Zidane a Kovacic e Isco para darle oxígeno al centro del campo del equipo blanco que, si bien no lucía, al menos trabajaba. Los de Rubi lo intentaban a la desesperada ante un Madrid propio de la era Benítez.
A diez minutos del final, Keylor voló para sacar un tiro lejano de Rubén. Pasaban los minutos y al Levante se le escapaba la vida y la Primera. Y en una contra conducida por James y asistida por Cristiano cerró, por fin, el partido el Real Madrid. El gol lo marcó Isco, que no veía puerta en la Liga desde noviembre. Un tanto que valía al menos para que Zidane no tuviera que pedir la hora y los blancos lograran una victoria trabajada, sí, muy trabajada, pero con menos luces y brillo que la habitación del Conde Drácula.