Soy dentista y ésta es la razón por la que no debes lavarte los dientes nada más comer
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Mantener una buena higiene bucal es una de las claves para conservar una sonrisa saludable. Desde pequeños nos enseñan que es fundamental cepillarse los dientes después de cada comida, pero ¿es realmente lo más recomendable? Aunque pueda parecer contradictorio, hay momentos en los que lavarse los dientes inmediatamente tras ingerir ciertos alimentos o bebidas podría ser contraproducente para el esmalte dental.
Muchas personas creen que el principal objetivo del cepillado es eliminar los restos de comida, pero la realidad es que su función va mucho más allá. La boca está constantemente expuesta a la formación de una biopelícula conocida como placa dental, que no se elimina simplemente enjuagándose con agua. Para deshacernos de ella, es necesario un cepillado efectivo. Pero, ¿cuáles son las recomendaciones más apropiadas para una limpieza bucal eficiente?
¿Cómo cepillarse los dientes?
Los expertos coinciden en que la cantidad mínima de cepillados diarios debería ser dos: una vez por la mañana, justo después de despertarnos, y otra antes de acostarnos. Aunque parezca más lógico cepillarse después de cada comida, hay razones para no hacerlo.
Durante la noche, la producción de saliva disminuye, lo que hace que la boca se convierta en un entorno más propicio para la proliferación bacteriana. Por eso, un buen cepillado nocturno ayuda a reducir la cantidad de bacterias antes de dormir, y un cepillado matutino contribuye a eliminar la acumulación bacteriana de la noche.
Para lograr un cepillado adecuado, es fundamental entender cómo se debe realizar el movimiento del cepillo. Muchas personas lo hacen de forma horizontal, pero, según los odontólogos, la técnica correcta consiste en mover el cepillo desde la encía hacia la parte baja del diente, de manera vertical o en pequeños círculos, sin aplicar demasiada presión.
¿Cuál es el mejor momento?
Cuando ingerimos refrescos, café, vino, cítricos o dulces, el pH de la boca se vuelve más ácido. Esta acidez debilita temporalmente el esmalte dental, volviéndolo más susceptible al desgaste. Si en ese momento nos cepillamos lo dientes, las cerdas del cepillo pueden erosionar la capa externa del diente, en lugar de protegerlo. Por ello, los odontólogos recomiendan esperar entre 30 y 60 minutos antes de cepillarse, permitiendo que la saliva actúe neutralizando los ácidos y ayudando a que el esmalte se remineralice.
La saliva es un componente clave en la salud bucodental. No sólo lubrica la boca y facilita la digestión, sino que también ayuda a regular el pH oral y a remineralizar el esmalte. En condiciones normales, la saliva neutraliza los ácidos de los alimentos en un periodo de 30 a 60 minutos. Durante este tiempo, los minerales presentes en la saliva contribuyen a la recuperación de la superficie dental, reduciendo el riesgo de erosión.
Si quieres acelerar este proceso y reducir los efectos de la acidez en la boca, una buena opción es enjuagarte con agua o leche. El agua ayuda a eliminar los residuos ácidos y a equilibrar el pH, mientras que la leche, además de neutralizar la acidez, aporta calcio y fósforo, minerales clave para mantener los dientes fuertes.
También es importante elegir bien los productos de higiene bucal. Usar un cepillo de cerdas suaves y una pasta dental con flúor ayuda a proteger el esmalte y a prevenir su desgaste. Además, complementar el cepillado con hilo dental y un enjuague sin alcohol es una buena forma de eliminar bacterias y restos de comida en zonas de difícil acceso.
En resumen, aunque cepillarse después de cada comida es un buen hábito, hay momentos en los que esperar un poco es la mejor decisión para cuidar el esmalte.
¿Cuál es la mejor técnica?
Mantener una buena higiene bucal es fundamental para prevenir enfermedades como la caries y la gingivitis. Para lograrlo, no basta con cepillarse los dientes, sino que es necesario complementar esta rutina con otros métodos de limpieza.
El primer paso es el cepillado, que se debe realizar al menos dos veces al día, preferiblemente después de las comidas. Es recomendable utilizar un cepillo de cerdas suaves para evitar el desgaste del esmalte y la irritación de las encías. La técnica correcta consiste en realizar movimientos suaves y circulares, cubriendo todas las superficies de los dientes, incluyendo las encías y la lengua.
Aunque el cepillado es fundamental, no siempre llega a todas las áreas de la boca, especialmente a los espacios interdentales. Para una limpieza más completa, el hilo dental es clave, ya que elimina restos de comida y placa, previniendo inflamación y mal aliento. Otro gran aliado es el irrigador bucal, ideal para quienes usan ortodoncia o tienen encías sensibles, pues limpia a fondo sin causar irritación.
Por último, el uso de un colutorio ayuda a reforzar la higiene bucal, ya que combate bacterias y refresca el aliento. Lo mejor es elegir un enjuague sin alcohol para evitar la resequedad bucal y complementar su uso con el resto de la rutina.