Alberto Durero al descubierto gracias a sus diarios más íntimos

Detalle de
Detalle de "Autorretrato" de Alberto Durero @Getty

Alberto Durero es, sencillamente, fascinante. Por ello, el próximo miércoles 25 de septiembre en la Biblioteca Nacional se ahondará sobre la vida y obra de un artista que desafió a su tiempo. Durero fue el precursor del copyright. Y, en esta era digital, es lo que denominaríamos un fashion victim con tendencia a los selfies tal y como reflejan sus autoretratos, alguno de ellos desnudo o con ropa ligera.

El mayor conocedor e investigador de Durero en nuestro país, el catedrático de Historia del Arte en el País Vasco Jesús María González de Zárate, y el director de CM Editores, Daniel Díez, desvelarán la obra y el alma del mayor artista alemán de todos los tiempos, principal figura del Renacimiento en Europa central.

La revolución gráfica que demandaba la burguesía

El maestro que entre los siglos XV y XVI revolucionó el arte del grabado hasta el punto de que su influencia llega hasta Goya, Picasso o Dalí, conoció las mieles de la fama en vida. Hasta el filósofo Erasmo de Rotterdam le admiraba: sus cinco primeros años como grabador le bastaron para labrarse una sólida reputación y dar un vuelco a las artes gráficas. Francia, los Países Bajos, Italia, Alemania y España solicitaban sus obras, y la burguesía europea demandaba una cuota de belleza en sus hogares gracias a asequibles grabados.

Durero (1471-1528) fue el prototipo de hombre renacentista de curiosidad insaciable, al que todo le interesaba. Un artista polifacético que destacó como grabador, pintor, retratista, teórico del arte, editor e incluso poeta. Todo ese caudal de belleza, curiosidad y conocimiento se compendian ahora en un solo volumen, Absolute Durero, una edición única, limitada y firmada ante notario de 999 ejemplares que recoge prácticamente toda la producción del genio alemán en sus diferentes facetas.

Una década de trabajo para un Durero de lujo

El equipo multidisciplinar de Cm Editores investiga desde hace diez años la obra y figura de Durero, de cuyos trabajos en grabado han realizado cinco ediciones facsímiles (Apocalipsis, Pasión Grande, Pasión Pequeña, Vida de la Virgen y Grabados Profanos), y cuyo broche de oro es esta edición Absolute. Se trata de un libro de auténtico lujo que contiene 600 imágenes de altísima calidad, realizadas en muchos casos ex profeso para esta edición, cuyas 500 páginas impresas acarician un papel especial de fabricación italiana que asemeja el tacto de un lienzo.

Línea directa con el artista a través de sus diarios

Las imágenes son aún más impactantes y esclarecedoras gracias a las palabras. De hecho, otro gran lujo de esta obra es escuchar los pensamientos y sentimientos más íntimos del artista a través de sus propias reflexiones. Los diarios de Durero, transcritos por primera vez y extractados en este libro, nos revelan mucho de él. Así, sabemos que no quería seguir el mismo oficio de su padre, que era orfebre, sino que prefería la pintura. También el desasosiego de un matrimonio de conveniencia con su mujer, Agnes, a la que no amaba, a cambio de un arreglo económico de 200 florines.

Conoceremos también que, en sus anhelados viajes a Italia sentía el desprecio de los artistas que le alababan en público y se burlaban de él en privado. Y nos adentraremos en las dificultades de un hombre que conoció la fama pero que llevaba un control estricto de sus cuentas: tenía que mirar bien por sus dineros y vender cuadros y libros para permitirse el lujo de viajar y seguir formándose.

Durero fue un innovador en aspectos que aún son actuales quinientos años después. Fue precursor de la autoedición: no tenía editor y publicaba sus propios libros, que eran una fuente de ingresos. Y defendió con uñas y dientes los derechos de autor, incluso ante el emperador. Su relación con ese dinero que le permitía alejarse de Nuremberg es una constante en su vida ya desde su casamiento con Agnes Frey. No puede decirse que el suyo fuera un matrimonio feliz, así se recoge en sus diarios: «Hans Frey negoció con mi padre y me dio a su hija con una dote de 200 florines», Durero describe a su mujer como una «maestra del cálculo» que lo limitó artística y espiritualmente.

Durero de la mano de su mayor estudioso en España

Toda esa riqueza vital y estética se concentra en Absolute Durero enriquecida aún más con los textos de Jesús María González de Zárate, catedrático de Historia del Arte en la Universidad del País Vasco. Este experto en iconografía e iconología, asiduo conferenciante en el Museo del Prado y en otras muchas instituciones culturales, es el especialista español que más y mejor ha estudiado la obra de Durero y su relación con otros artistas de su época. También de los mensajes escondidos en la obra del genio alemán.

Esta edición limitada se caracteriza, además, por explicar la obra del llamado Leonardo da Vinci del Norte desde una óptica novedosa. No aborda su trabajo de forma biográfica o cronológica sino en ocho capítulos que lo sitúan en el contexto de lo que sucedía a su alrededor. De esta forma, nos adentramos en la fascinante época del Renacimiento, en la Reforma y el Papismo, en la vuelta de la Mitología después del oscurantismo medieval, en las alegorías que impregnan la obra de Durero, en los recovecos de su curiosidad como artista, en la aparición de los primeros teóricos del Arte, en el auge del retrato como fenómeno artístico y, cómo no, en las huellas de Durero en otros artistas.

El hijo del orfebre que hizo un ‘Erasmus’ por Europa

El genio de Nuremberg fue un trabajador infatigable. Sus 57 años de vida le bastaron para legar al mundo 120 cuadros, 350 xilografías y cien grabados en cobre. Pero además se conservan 1.200 dibujos en los que Durero dio rienda suelta a su imaginación.

Era hijo de un orfebre húngaro que se había establecido en la próspera Nuremberg. Ya desde niño mostró unas aptitudes excepcionales para el dibujo y no deseaba seguir los pasos del padre, como apunta en sus diarios. Comenzó como aprendiz en un taller de grabados de madera. A partir de ahí, decidido a abrir su mente y seguir su formación con los mejores, emprendió su propia beca Erasmus de la época: viajó por Europa para aprender de los maestros grabadores más prestigiosos. Desde Colmar (actual Alsacia francesa) marchó a la ciudad suiza de Basilea, y de ahí, al norte de Italia. De su paso por los Alpes quedan sus deliciosas acuarelas de valles y montes.

Durero regresa a Nuremberg y abre su propio taller, pero ya traía asimilado todo el conocimiento del arte en el sur, como demuestra su estampa Adán y Eva de 1504, con las proporciones humanas clásicas de Vitruvio. Su genialidad es unir la estética italiana de su tiempo con el gótico germano y la tradición del paisaje artístico del norte.

Gracias a sus diarios sabemos cuánto amaba Venecia y sus viajes por Italia, hasta el punto de que cuando regresaba a la fría Nuremberg escribía frases como esta: «Después de este sol, ¡cómo tiritaré! Aquí soy un caballero, en casa un parásito». Su lucidez le permitió, sin embargo, darse cuenta de la hipocresía de algunos artistas italianos en esos viajes para los que ahorraba con ahínco: «Al ver a estos hombres, se les tendría por la gente más amable del mundo, mas ellos se ríen de todo. Hay en Venecia pintores que copian mis obras en las iglesias y palacios, riéndose irónicamente de que yo arruino el arte al apartarme del género antiguo». Durero supo absorber conocimientos y técnicas, pero no seguirlos al pie de la letra: es ese punto de encuentro de dos Europas, que conforma un universo propio y genial.

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