La neurociencia del amor: ¿cómo funciona el cerebro enamorado?
La neurociencia del amor nos ayuda a comprender mejor lo que pasa y nos muestra que el amor no es solo una experiencia emocional.
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La ciencia ha revelado que el amor no surge en el corazón, sino en el cerebro. La neurociencia ha demostrado que el enamoramiento se gesta mediante procesos cerebrales y no gracias a las flechas de Cupido. El amor se asemeja a una droga potente, y el cerebro de una persona enamorada presenta diferencias notables respecto a uno que no lo está.
El amor es una de las emociones más poderosas y misteriosas que experimentamos como seres humanos. A lo largo de la historia, se han escrito innumerables poemas, canciones y obras de arte que intentan capturar la esencia de este sentimiento. Pero, ¿alguna vez te has preguntado qué ocurre en nuestro cerebro cuando nos enamoramos? La neurociencia ha intentado descifrar este enigma y ha descubierto algunas respuestas fascinantes.
El comienzo del proceso
Cuando nos enamoramos, nuestro cerebro experimenta una serie de cambios químicos y estructurales que nos hacen sentir eufóricos y obsesionados con la persona amada. El proceso comienza con la atracción inicial, donde entran en juego las hormonas del amor: la dopamina, la oxitocina y la serotonina.
- La dopamina es la hormona responsable de la sensación de placer y recompensa. Con el enamoramiento, los niveles de dopamina en nuestro cerebro se disparan, lo que nos hace sentir una intensa felicidad y motivación para buscar la compañía de la persona amada. Es por eso que a menudo nos sentimos eufóricos y llenos de energía al comienzo de una relación romántica.
- La oxitocina, conocida como la «hormona del amor», desempeña un papel crucial en la formación de vínculos emocionales y la generación de sentimientos de confianza y apego. Cuando estamos enamorados, los niveles de oxitocina también se incrementan, lo que nos hace sentir más conectados y cercanos a nuestra pareja.
- La serotonina, otro neurotransmisor clave en el amor, regula nuestro estado de ánimo y nos ayuda a mantenernos centrados y obsesionados con la persona amada. Cuando estamos enamorados, los niveles de serotonina disminuyen, lo que puede llevarnos a experimentar pensamientos obsesivos y a tener dificultades para concentrarnos en otras áreas de nuestra vida.
Áreas del cerebro
Pero el amor no solo afecta a nuestras hormonas, sino también a la estructura misma de nuestro cerebro. Estudios de neuroimagen han demostrado que cuando estamos enamorados, se activan áreas del cerebro asociadas con la recompensa y el placer, como el núcleo accumbens y el córtex prefrontal. Estas áreas se iluminan en las resonancias magnéticas cuando vemos una foto de nuestra pareja o cuando pensamos en ella, lo que demuestra la influencia del amor en nuestra actividad cerebral.
Los estudios de Hellen Fischer
En los últimos diez años, la antropóloga Helen Fischer ha dedicado gran parte de su trabajo a estudiar el amor de manera única: mediante el uso de resonancia magnética.
En colaboración con sus colegas Arthur Aron y Lucy Brown, realizaron experimentos con voluntarios que estaban “locamente enamorados”. El estudio mostró a los participantes dos fotografías: una neutra y otra de la persona amada.
Cuando los voluntarios veían la imagen de la persona amada, se iluminaban las partes del cerebro relacionadas con la gratificación y el placer, como el área tegmental ventral y el núcleo caudado.
Sin embargo, lo que más intrigó a Fischer no fue simplemente encontrar la ubicación del amor, sino constatar que la zona iluminada correspondía a una densa red de receptores del neurotransmisor llamado dopamina.
Neurotransmisores y hormonas
El amor genera cambios neuronales y sensaciones específicas. Estos cambios no se limitan al cerebro, sino que involucran al resto del cuerpo, propiciando la liberación de sustancias clave: neurotransmisores y hormonas.
La dopamina, hormona vinculada al placer y la gratificación, juega un papel crucial en el enamoramiento. Su aumento puede generar una especie de adicción psicológica, creando una necesidad constante de estar con la persona amada.
La oxitocina y la vasopresina, que también se liberan durante el enamoramiento, potencian la liberación de dopamina en áreas cerebrales específicas. Eso explica los hallazgos de la doctora Fischer.
De otro lado, cuando una persona está enamorada, disminuye su producción de cortisol (la hormona del estrés). Esta reducción puede influir en la falta de concentración experimentada por aquellos que están profundamente enamorados. También los hace más proclives a padecer trastornos del sueño.
Las etapas del amor
La investigación en neurociencia indica que el proceso del enamoramiento se puede dividir en tres etapas: atracción sexual, amor romántico y apego. Estas fases no necesariamente siguen un orden específico.
Primera etapa
En la primera etapa, las hormonas sexuales juegan un papel crucial. Estrógenos y testosterona aumentan el impulso de búsqueda de pareja y el deseo sexual. Este aumento hormonal también genera sensaciones positivas como bienestar, buen ánimo y optimismo.
Segunda etapa
En la siguiente etapa, el amor romántico, se produce la activación de circuitos de recompensa y placer relacionados con la reproducción y la supervivencia. Es entonces cuando la dopamina se incrementa. Funciona como una “anfetamina” que aumenta la atención hacia la pareja, creando dependencia y obsesión.
La noradrenalina contribuye a la agitación, mientras que la serotonina permanece baja, reforzando pensamientos obsesivos y repetitivos. Esta fase suele durar alrededor de un año y medio y da paso espontáneamente a la siguiente.
Tercera etapa
En la tercera etapa hay una baja significativa, pero completamente natural, de la dopamina. Se produce una transición hacia un estado menos obsesivo. Muchas parejas interpretan esto como el final del amor, aunque no sea así.
En esta fase comienzan a activarse otros sectores del sistema límbico, vinculados con la serenidad y la calma. Aquí, la oxitocina y la vasopresina se convierten en las protagonistas.
La oxitocina, más predominante en las mujeres, se asocia con sentimientos de confianza, empatía y vínculo. La vasopresina, predominante en los hombres, genera efectos similares de apego, ternura y unión emocional.
Esta etapa puede prolongarse en el tiempo, y en algunos casos, reactivar de forma cíclica las etapas anteriores. Sin embargo, la ausencia de una unión emocional profunda puede llevar a un enfriamiento de la relación. No todo son hormonas.
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