Los motivos más insospechados del bostezo: la ciencia explica lo que pasa y no es lo que crees


El bostezo es uno de los gestos más universales y enigmáticos de los seres humanos. Sin embargo, detrás de este gesto aparentemente simple, se esconde un fenómeno complejo, y los motivos por los que bostezamos no son tan obvios como parece. El mito más extendido sobre el bostezo es que ocurre únicamente cuando tenemos sueño o estamos cansados.
Sin embargo, diversos estudios han demostrado que tiene un amplio abanico de funciones tanto fisiológicas como sociales. «El bostezo no sólo indica que el cerebro necesita descanso; también cumple funciones de regulación del estado de alerta, del flujo sanguíneo y de la temperatura cerebral», explican los expertos.
El bostezo no es sólo por sueño
«Un bostezo es un acto involuntario que consiste en abrir la boca de manera muy amplia para realizar una inspiración profunda, seguida de una espiración algo menor y un cierre final; durante este gesto se estiran los músculos faciales, se inclina la cabeza hacia atrás, se cierran o entrecierran los ojos, se lagrimea, se saliva, se abren las trompas de Eustaquio del oído medio y se producen numerosas respuestas cardiovasculares, neuromusculares y respiratorias, muchas de las cuales aún no se comprenden completamente», explica la Universidad de Granada.
Una de las teorías más recientes sobre el bostezo apunta a su papel como sistema de enfriamiento natural del cerebro. El proceso es relativamente sencillo: al abrir la boca y tomar aire, aumenta la circulación de sangre y, al mismo tiempo, el aire frío entra en las estructuras internas de la cabeza. Esto ayuda a que el cerebro mantenga su temperatura óptima.
Este mecanismo explica por qué el bostezo es más frecuente en momentos de cansancio físico o mental. No necesariamente porque el cuerpo necesite descansar, sino porque el cerebro necesita mantenerse en su rango de temperatura ideal para seguir funcionando correctamente.
«Podemos poner un hombre en la Luna, pero no entendemos qué función tiene bostezar. Al igual que los ordenadores, el cerebro humano es muy sensible a las temperaturas y debe permanecer fresco para operar eficientemente», detalla Gary Hack, de la Universidad de la Facultad de odontología de Maryland en Baltimore.
Por otro lado, según la teoría de la hiperventilación inversa propuesta por Andrew C. Gallup. Esta hipótesis sugiere que el bostezo hace que los músculos se llenen más rápidamente de oxígeno, lo cual puede mejorar el rendimiento muscular.
Desde un punto de vista fisiológico, cuando bostezamos, los músculos de la cara, la mandíbula y el cuello se contraen y luego se relajan, lo que aumenta el flujo de sangre y estimula los nervios craneales. Esto oxigena la sangre y prepara al cuerpo para mantenerse alerta. «El bostezo es un mecanismo de transición; ayuda al cerebro y al cuerpo a cambiar de un estado a otro, ya sea de relajación a alerta o viceversa».
Finalmente, el estrés y la ansiedad también pueden provocar este gesto. En este contexto, el bostezo actúa como un mecanismo natural para ayudar a normalizar la actividad cardíaca y oxigenar el cerebro. Durante situaciones tensas, el ritmo respiratorio se puede alterar y provocar hiperventilación. Bostezar permite tomar una inhalación profunda y prolongada, que incrementa el flujo sanguíneo y facilita la llegada de oxígeno al cerebro y a los tejidos.
¿Por qué es contagioso?
Otro aspecto fascinante del bostezo es su carácter contagioso. Ver a alguien bosteza puede desencadenar el gesto de manera automática. Los científicos lo llaman «bostezo empático». Estudios con resonancia magnética han mostrado que cuando una persona observa un bostezo, se activan áreas del cerebro asociadas con la empatía y la imitación, incluyendo la corteza cingulada anterior y la ínsula. Esto indica que nuestro cerebro lo «siente» como propio, lo que explica por qué es tan difícil resistirse al contagio.
Curiosamente, este fenómeno no se limita a los humanos. Investigaciones en primates y algunos animales domésticos, como perros, muestran que también pueden «contagiarse» del bostezo, aunque en menor medida, lo que refuerza la idea de que tiene un componente social muy profundo.
«Se plantea la hipótesis de que el bostezo contagioso está relacionado con la empatía, considerándose una manifestación primitiva de los procesos cognitivos implicados en la conciencia y la teoría de la mente, es decir, la capacidad de comprender y deducir lo que otros saben, desean o pretenden hacer; así, ver u oír a otra persona bostezar podría actuar como un estímulo que activa ciertos sustratos neurológicos responsables de iniciar el bostezo, lo que sugiere que este fenómeno contagioso se produce mediante la activación de un sistema cerebral que también participa en la comprensión y modelado de la mente de los demás en niveles interpersonales conscientes», señala la Universidad de Granada.
En definitiva, el bostezo es un mecanismo de autoregulación para «refrescar» el cerebro, mejorar la concentración y reducir los niveles de estrés. Y aunque todavía queda mucho por descubrir, está claro que este gesto cumple funciones vitales que van mucho más allá de lo que podríamos imaginar.
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