Un experto español pide que no desaparezcan los incendios naturales: «Podría desatarse una crisis»
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La llegada del calor y la sequía reaviva el temor a los grandes incendios forestales. Las campañas de prevención y los dispositivos de extinción ocupan un lugar prioritario en las políticas de gestión ambiental durante los meses de verano. Sin embargo, existe una línea de investigación que aborda el fenómeno de los incendios naturales desde una óptica distinta.
Fernando Ojeda, doctor en Ecología Vegetal y catedrático en la Universidad de Cádiz, plantea que los incendios naturales cumplen una función específica en ciertos ecosistemas. En una entrevista concedida a SINC, remarca que el fuego fue un elemento estructural en la evolución de múltiples paisajes y que su ausencia podría generar desequilibrios difíciles de revertir.
¿Por qué este experto español pide que no desaparezcan los incendios naturales?
Ojeda dirige el grupo de investigación FEBIMED (Función, Ecología y Biodiversidad en Ecosistemas Mediterráneos), centrado en el estudio de la biodiversidad vegetal en territorios modelados históricamente por el fuego. A través de su trabajo, sostiene que existen ecosistemas cuya evolución ha dependido directamente de los incendios naturales.
«Existen ecosistemas naturales en los que el fuego forma parte intrínseca del sistema, y su presencia ha sido esencial para su desarrollo. Si los incendios desaparecen, pueden provocar una crisis de biodiversidad», afirma.
El especialista compara esta situación con la de los huracanes en el Caribe. A su juicio, la diversidad de muchos bosques caribeños no se comprende sin la acción periódica de estos fenómenos.
En el caso del ecosistema mediterráneo, remarca que no todos los montes se comportan de la misma forma ante el fuego. La intensidad y el impacto del incendio dependen de múltiples factores, como el tipo de vegetación, el uso del suelo o el manejo forestal previo.
Plantaciones y reforestaciones: ¿Por qué podrían ser el origen de un problema?
Ojeda aclara que no es el fuego el que daña directamente al suelo, sino las prácticas de plantación que lo preceden. En especial, critica el modelo de reforestación con pinos en terrenos considerados improductivos.
Estas plantaciones sustituyen la vegetación original por especies como el pino, utilizadas por su rentabilidad en la industria maderera y resinera. La maquinaria empleada en estos procesos elimina la cobertura vegetal existente y deja el terreno más vulnerable.
En caso de incendio, la elevada biomasa de estos pinares genera llamas que pueden alcanzar hasta 30 metros, lo que produce daños más profundos en el suelo.
En contraste, en ecosistemas naturales como los brezales o jarales, el impacto del fuego sobre el suelo es mucho menor. En estos casos, aunque la parte aérea de las plantas desaparezca, el sistema radicular y el sustrato permanecen estables incluso tras lluvias posteriores.
¿Cuál es para Ojeda la mejor forma de llegar a una recuperación ecológica?
El proceso de recuperación tras un incendio es complejo. Ojeda estima que un ecosistema puede tardar unos 20 años en volver a su estado previo, pero enfatiza que el periodo intermedio también forma parte de la dinámica ecológica.
«Siempre se habla de situación final y de restaurar, pero hay especies que solo viven en los momentos tras un incendio y que forman parte de la biodiversidad de esos ecosistemas», explica Ojeda a SINC.
A su vez, plantea que la tendencia a reforestar rápidamente altera ese proceso. Utiliza una metáfora para explicarlo: reforestar es como adelantar una canción con el radiocasete y saltarse partes esenciales. Esta intervención, aunque parezca positiva, empobrece la diversidad del entorno.
El fenómeno conocido como pirodiversidad cobra protagonismo en este punto. Se trata de la variedad de hábitats que surgen tras los incendios y que favorecen la coexistencia de especies con diferentes necesidades ecológicas.
Un ejemplo mencionado por el experto es la Silene gaditana, una planta característica de los brezales que solo germina tras un incendio. También destaca la capacidad de algunos animales pequeños de regresar al territorio quemado pocas semanas después del fuego, protegidos en madrigueras subterráneas.
Críticas hacia la gestión forestal: ¿Cuál debería ser el foco ante incendios naturales?
Ojeda no propone que se provoquen incendios, ni resta importancia a la protección de personas y bienes. Sin embargo, reclama un análisis más profundo del impacto de los incendios naturales en el paisaje.
«En una zona natural, el fuego no es malo para la biodiversidad. La población no lo debe interpretar como que provocar incendios es bueno, simplemente, no es un problema de conservación de biodiversidad», señala.
En declaraciones al mismo medio, insiste en que la gestión debería diferenciar entre incendios que ocurren en paisajes transformados y aquellos que forman parte de ecosistemas adaptados al fuego. En este sentido, señala la importancia de contar con brigadas especializadas que protejan zonas habitadas sin interferir en los ciclos ecológicos de otras áreas.
La continuidad del paisaje es un factor clave. En regiones donde predomina un mosaico diverso, los incendios naturales tienden a tener una extensión más limitada y son más fáciles de controlar. En cambio, los paisajes homogéneos, como las grandes plantaciones forestales, generan condiciones propicias para incendios de alta intensidad.