El sinuoso camino que va de Bon Nadal a Felices Fiestas
El jueves 19 se vivió en la clausura del Jazz Voyeur Festival la celebración de la espiritualidad encarnada en el góspel
Imagino que la Ley de Memoria de Armengol que Marga Prohens acaba de ratificar no pretenderá borrar de un plumazo ese cuarto de siglo que viví en plena dictadura de Franco. En aquellos días, la costumbre era acudir toda la familia a la misa de maitines, para después acabar en casa compartiendo un chocolate con ensaimadas y absolutamente nada más. Papá Noel no estaba, y tampoco se le esperaba. Solamente la Sibila y el recogerse, íntimamente, los propios. Hablo de los años 50 y primeros 60 del siglo pasado.
Papá Noel en efecto no estaba, pero sí lo hacían puntualmente los Reyes de Oriente con la profundidad de su significado siempre presente. A finales de 1960 hubo un severo brote de difteria que se llevó por delante a niños de corta edad, entre ellos mi hermano pequeño, fallecido el 3 de diciembre. Y semanas después, la dirección de Son Dureta invitó a los hermanos Merino Ramonell a unirse a los hijos de los empleados (mi familia no tenía nada que ver con la sanidad pública) en el acto de entrega de regalos, incluyendo la presencia física de los Reyes Magos. Un gesto de humanidad.
Luego llegó el boom de la clase media, como consecuencia de ver crecer de manera exponencial la economía doméstica, posibilitando años después la transición política a la democracia, que no habría sido posible de carecer de una sólida base social con la vida resuelta. Es lo que realmente ocurrió, mal que le pese a la corrección política, que nos vende la ideología woke que está detrás del sinuoso camino que va de Bon Nadal a Felices Fiestas, en el sentido de tratar de ocultar el verdadero propósito que se persigue: borrar el carácter espiritual que está en el origen de la celebración de la Navidad. Ahora, la corrección política pretende imponernos ir a celebrar el inicio del invierno de manera radicalmente pagana.
Nada que ver libertad con la buenaventura de la Agenda 2030, según la cual, el año 2030 no tendréis nada, pero seréis felices, afianzándose así un sistema de esclavitud basado en las paguitas subvencionadas, eliminándose el libre albedrío. Es hora de explicar qué significa libre albedrío y para ello qué mejor que acudir al diccionario: Libertad. Potestad de decidir. Eso es lo que nos quieren arrebatar empezando por imponer felices fiestas en lugar del tradicional Bon Nadal, que viene a considerar la voluntad de celebrarse un acontecimiento que nos conecta con la secular tradición judeocristiana.
Manda cojones, felicitar el ramadán a los musulmanes y omitir por decreto la natividad de Jesús, «para no ofender a otras creencias», se nos dice. El buenismo para ellos, que lo nuestro son los belenes, las cabalgatas y lo que sea menester en estas fechas tan entrañables.
Dicho lo cual. El jueves 19 se vivió en la clausura del Jazz Voyeur Festival la celebración de la espiritualidad encarnada en el góspel. Oh Happy Day y muchas más cosas recibidas con naturalidad por un público entregado y sin complejo alguno. Lo mismo que pasará en fechas próximas donde se va a celebrar la Navidad a través de múltiples manifestaciones que nada tienen que ver con la insustancial y anodina imposición del Felices Fiestas.
En la Catedral de Palma, el Mesías de Haendel. En Inca, la Orquesta de Cámara de Mallorca celebrará la Navidad y el Orfeón L’Harpa d’Inca el Día de Reyes. En Manacor Cap Pela recordará sus 30 Navidades juntos. Las iglesias de Mallorca acogerán multitudinariamente la ‘Sibil·la y así sucesivamente. Qué pena, que ello no se corresponda con los votos para cerrar el paso a partidos políticos dispuestos a anular tantas cositas buenas.
Sin olvidar los conciertos de Año Nuevo, que son en sí mismos el saludo a la vida que comienza; unos buenos propósitos que nada tienen que ver con eso de que el año 2030 no tendremos nada, pero seremos felices. Lo que me lleva a conectar con el principio. En los 60 éramos felizmente ingenuos y entonces lo pagano era el adorno de las Fiestas de Primavera, compatible, de coincidir fechas, con el recogimiento propio de la Semana Santa. Sí, es cierto, España por aquellos días era un Estado confesional y entonces, el Jueves y el Viernes Santos se paralizaba toda actividad. Las radios emitían música clásica y cerraban los cines, teatros y discotecas. Pero no veas, con qué ganas cogíamos carrerilla la noche del Sábado Santo.