Israel y su pecado de existir

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Israel nunca ha buscado otra cosa que existir y vivir en paz. Sin embargo, desde 1948 sus enemigos han tratado de borrarlo del mapa a base de guerras, atentados y terrorismo. Hoy, mientras el antisemitismo resurge en Occidente, muchos callan ante Hamas e Irán, pero no dudan en señalar a la única democracia de Oriente Medio. Israel, lo único que ha querido siempre es existir.

Resulta enormemente ignominioso que se haya llegado al estado actual por la legítima aspiración de un pueblo a existir y vivir en paz. No sólo no se lo han permitido: desde el primer instante de su existencia se evidenció la voluntad clara de eliminarlo. Desde 1948 -cuando, tras el final del Imperio Otomano y mediante decisiones internacionales, se configuró la administración del territorio que hoy comprende Israel, Cisjordania y Gaza- podría afirmarse que los israelíes no han tenido ni un solo día de paz.

Parece exagerado, pero no lo es. No han sido sólo las guerras convencionales como la guerra de la independencia (1948/49), la campaña de 1956 (Sinaí/Crisis de Suez), la guerra de los Seis Días (1967), Yom Kippur (1973), la guerra del Líbano y las sucesivas operaciones en el sur del Líbano. A todo ello se han añadido intifadas, atentados casi diarios, lanzamiento de cohetes, atentados personales, coches bomba y la convicción permanente de una amenaza constante. Si eso es existir y vivir en paz, entonces la definición es una forma dramática de existencia: una lucha cotidiana por la supervivencia.

Y como ésa ha sido la dinámica reiterada por los mismos enemigos de siempre, llegó el 7 de octubre de hace dos años. La organización terrorista Hamas —la que controla Gaza—, con la financiación y planificación de Irán y con el apoyo de Hezbolá en distintos frentes, atacó a Israel de nuevo: 1.700 israelíes y ciudadanos de otras nacionalidades asesinados; más de 300 personas secuestradas, entre ellas mujeres y niños -las primeras, violadas y después asesinadas; algunos niños, igualmente, asesinados-. ¿Se podía pensar que, después de todo lo descrito, Israel no respondería con firmeza? Esto es una guerra: la respuesta militar al hartazgo por los ataques terroristas de siempre.

Puedo admitir que Israel haya vulnerado en determinados aspectos el Derecho Internacional, pero, ¿acaso sus enemigos lo están respetando? Instalan centros de ataque, armas y logística precisamente en hospitales y escuelas, buscando con ello provocar víctimas —víctimas que luego se utilizan como excusa para denunciar represalias-. Es palmario que jamás ha existido un Estado palestino plenamente soberano y esto ha sucedido porque han sido, en gran medida, sus propios dirigentes y movimientos los que lo han impedido. No ha sido -ni es- sólo un problema de territorio o de economía: para muchos de sus líderes la cuestión es la eliminación total del judío, tal y como rezan los textos fundacionales de organizaciones como Hamas.

Las ingentes ayudas internacionales al pueblo palestino no siempre han llegado al beneficio directo de la población civil: una cantidad significativa se ha desviado hacia la compra de armas, túneles y otros elementos para mantener la maquinaria del terrorismo y continuar atacando a Israel. Y ahora, en España y en otros países, aumenta el antisemitismo. Se condena a Israel con diversas acciones, pero a menudo no se oye la misma voz condenando a los terroristas de Hamas. Se exige un embargo de armas a Israel, pero no se presiona con la misma intensidad para desarmar a Hamas, a Hezbolá o a Irán, que es el ideólogo y soporte financiero de buena parte de estas acciones terroristas.

Qué asombrosa es la historia: con los faraones, los judíos fueron atacados por motivos religiosos; en la Edad Media, por motivos económicos; en la Alemania nazi, por motivos raciales —un genocidio—; hoy, a esas causas se añaden fundamentos políticos, sin excluir a las otras. Bruce Hoffman, profesor en la Universidad de Georgetown, señaló que la «cura» del terrorismo podría ser tan mala como el propio terrorismo, por la complejidad extrema del problema.

La ONU defiende la solución de los dos estados; eso fue planteado hace décadas. Algunos jefes de Estado y personalidades repiten la misma fórmula, pero todo ello me resulta baldío y, en demasiados casos, hipócrita. Me provoca un pesimismo casi humorístico: los terroristas palestinos de Hamas quieren la eliminación de los judíos; los terroristas del ISIS pretendían un califato global y la extinción de comunidades cristianas; Boko Haram ha mostrado desprecio por la existencia de estados en su afán por imponer la sharía. Podríamos continuar con ejemplos hasta el infinito.

Sigo pensando -y lo digo sin ambages- que el «mejor» terrorista es el terrorista muerto. Creo que en Israel y en Estados Unidos piensan en términos similares; Europa debería hacerlo por su propia supervivencia. Pero claro, si nuestro innoble presidente Sánchez o figuras como Javier Bardem o Irene Montero le piden a los terroristas de Hamas que «dejen de matar», todo estaría arreglado. ¡Cuánto hipócrita y cuánto estúpido hay en el mundo! Como dijo Einstein, lo último es infinito.

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