La figura femenina como leitmotiv de la última exposición de Damián Ramis en Palma
Son 18 formas de factura perfecta y color intenso que componen 'Dona', su impecable muestra en la galería MA
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La mujer como sujeto de creación artística, como obsesión plástica, como inspiración a la hora de plasmar el hondo pálpito que mueve el mundo, tiene tanto recorrido histórico como el mismo quehacer artístico. Y ello con el permiso incluso de los bisontes de Altamira, donde estoy seguro que muchas de las manos que allí se pueden ver, de los presuntos artistas, fueron manos femeninas, dado que los hombres se dedicaban básicamente a la caza y quienes permanecían en las cuevas, pintando, debían ser las mujeres.
Por eso, por su larga y extensísima tradición, lo que se ha propuesto Damián Ramis (Palma, 1954) en la exposición Dona de la galería MA de Palma, este proyecto artístico en torno a la mujer, es ciertamente difícil de ejecutar, un reto casi imposible de superar. Aportar una nueva visión, innovadoras sutilezas en la contemplación de la figura femenina, tras los infinitos intentos previos, es en verdad una tarea abrumadora.
Pero Damián Ramis sale triunfador del envite. Las 18 esculturas que componen la muestra Dona, obras de diferentes tamaños y ejecutadas con distintos materiales (bronce, yeso, resinas…) se centran en determinados aspectos y partes de la figura femenina. De hecho, el artista confiesa que se ha enfocado en ella «descartando del cuerpo de la mujer todo aquello que, plásticamente, es accesorio o anecdótico, para centrarme en la esencia más simple de la realidad».
Las esculturas que se exhiben tienen dos características principales. Una, muy llamativa, es la elección del color. Ramis ha seleccionado y producido un abanico de colores muy desenfadados, muy intensos, que en nada se acercan a la tonalidad consabida de la piel humana, desde luego, pero tampoco a las disidencias cromáticas que durante decenios otros artistas han practicado para representar el cuerpo humano y mucho menos el femenino. Hay colores propios del último Van Gogh, incluso alguno que podría trasladar efluvios del manga o de sus inicios en el mundo del arte como es el caso de Murakami.
Los colores de Damián Ramis impactan y llenan por sí solos el espacio, inundan la percepción reclamando un protagonismo que resulta inaudito si se atiende a la segunda de las características de estas obras: la sutileza formal con la que se ha realizado el acabado de las superficies curvadas de las piezas. Tan sólo de las dieciocho aboga por una factura más desbastada, a lo Modigliani (en el acabado exclusivamente). El resto presenta una lisura casi utópica, como si estas mujeres se hubiesen escapado de la última secuencia de la película 2001: una odisea en el espacio de Stanley Kubrick. Esa perfección en la factura, junto con la vibración del color, siempre único en cada pieza, las convierte en una suerte de tótems, formas simbólicas y al mismo tiempo carnales ante las que no cabe más que inclinarse en sincera adoración.
La serie mostrada en la exposición Dona ha sido desarrollada por Damián Ramis en los dos últimos años en su taller de Esporles y puede ser visitada, con cita previa, durante todo este verano en la galería MA de Palma. Muy recomendable.
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