exclusión social

Las colas del hambre en la iglesia de los Capuchinos en Palma no bajan de las 200 personas diarias

El padre Gil denuncia que la gente de la calle "vuelve a estar sin atención"

"Hay bastante situaciones de pobreza, de personas que lo están pasando mal", advierte

El Govern de Armengol ya celebra el fin de la crisis en Baleares cuando crecen las colas del hambre

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Indalecio Ribelles
  • Indalecio Ribelles
  • Redactor OKDIARIO en Baleares, información local de Palma, social y política en general. Antes, redactor en EL MUNDO/ Baleares durante 20 años.

Con la temporada turística a la vuelta de la esquina y mientras la presidenta del Govern, la socialista Francina Armengol, o el alcalde de Palma, José Hila, del mismo color político, reiteran su discurso repetitivo de que no dejan nadie atrás, cada mañana más de 200 palmesanos tienen otra opinión bien diferente y no faltan a su cita diaria en la iglesia de los Capuchinos para poder llevarse algo a la boca, mientras no mejora su desesperada situación.

El padre Gil es el máximo responsable del convento de los frailes menores Capuchinos de Palma y de la orden social del Pan de San Antonio y explica que hace unos años su «principal cometido era atender a las personas de la calle, que viven en la calle, y les dábamos un bocadillo y algunas cosas más».

Todo esta realidad cambió con el estallido de la pandemia y en estos momentos acude «bastante gente que tiene casa, que se quedaron sin trabajo en el inicio de la pandemia. Veníamos antes del inicio de la pandemia a una media de 120 y con la pandemia primero bajó y después se disparó a 300 bocadillos diarios y ahora ha mejorado un poco pero estamos en casi 200 personas diarias».

En la céntrica iglesia de los Capuchinos de Palma, próxima a la Plaza de España, no sólo se reparten ya bocadillos sino que «siempre intentamos darles un poco más, porque realmente a ver si este verano la cosa va a mejor, porque hay muchas personas que tienen dificultades para pagar sus alquileres, hay bastantes situaciones de pobreza, de personas que lo están pasando mal».

A ello se le une el hecho de que «de nuevo la gente de la calle vuelve a estar sin atención, volvemos a tenerlos otra vez por aquí, pero continúan todavía viviendo personas que tienen vivienda, que tienen piso y que van muy justos económicamente».

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